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SUPLEMENTO ASTURIAS  -  OCTUBRE 2003

Paco Ignacio Taibo II
Foto: L.G.


PACO IGNACIO TAIBO II

Escritor y director de Semana Negra

Escribir en negro


Políticamente soy un ente cada vez más extraño, una especie de socialdemócrata imbuido de permanente pensamiento libertario. Chocan dentro de mí proyectos que históricamente han sido antagónicos. Los vivo". Así es como se define este personaje de dos orillas, un escritor inquieto en cuyo corazón se hermanan tierras tan distintas como México y Asturias.
Texto y foto: Lupercio González

Taibo II sorprende desde el primer instante. Una pregunta para abrir fuego: ¿Qué te hubiera gustado ser de mayor? La respuesta es instantánea: bombero.
-¿Por qué bombero?

-Para apagar fuegos. Es uno de los oficios más bonitos del mundo, un oficio solidario con cuota de riesgo. Son los delirios de mi infancia. Cuando era pequeño quería ser trapecista, bombero... Luego apareció lo de escritor a muy temprana edad. Ahora, al paso de los años hay otros oficios que me gustaría haber sido, pero ya no tengo capacidad. Me hubiera gustado ser saxofonista, pero fumo demasiado; también karateka, pero como no puedo, pues soy escritor.

-¿Semana Negra siempre ha sido tu "incendio particular"?
-Sí, porque está pensado muy en la lógica de un acto solidario, provocador, muy en la medida del tipo cultura que me interesa. Cultura real, leída por gente real, con autores reales que tienen opiniones en un doble juego, por un lado, de revisar críticamente el mundo, y por otro, de entretener, producir pensamiento utópico y cautivar a la gente.
La Semana se defiende muy bien, construye una gran fiesta popular, cada vez se venden más libros, cada vez los debates tienen más público... y esto no afecta al espacio natural de los caballitos, la churrería o la terraza del bar. El que no vio una exposición puede verla, el que nunca entró a un museo, o a una sala de arte o a un edificio en el que hay exhibiciones, aquí se lo encuentra a mitad de la calle, se lo tropieza. Y la calidad de lo que se expone es alta. Hemos tenido prácticamente todas las vanguardias del cómic, en fotografía están los Premios Pulitzer de cada año... Tenemos prácticamente todo el universo de la vanguardia en sectores.

-En Semana Negra llegas a combinar de todo, una pieza de música clásica con un vendedor de churros... ¿Qué quieres provocar?
-Me gusta ese tipo de idea de cultura, que participo, tengo, uso, consumo... No me crea conflictos la combinación Mozart-churrería. Al revés, creo que la cultura se encierra, como han pretendido algunos, en círculos de autoconsumo, se vuelve material de estudio de Universidades. Si la literatura se convierte en eso, se va desvaneciendo hasta que desaparece la sociedad real. Hay que venir a introducir la sociedad real, hay que pelear y defender su espacio, el espacio que debe tener en la calle. La novela nació como un género popular dentro del reducido círculo de los que leían en sociedades iletradas y mantuvo este espacio durante mucho tiempo. El folletín francés, una de las grandes glorias de la literatura, al llegar a través de los periódicos a miles de lectores, construyó en la literatura un espacio popular y social. Tratar de convertir la literatura en un material iniciático para lectores es como si de repente todos nos pusiéramos a escribir en clave de médico para médicos. Los que cultivan la idea de la literatura como un problema de salón, de prestigios, de premios, me producen el más profundo y absoluto desprecio. En Semana Negra estamos confrontados eternamente por un lado, contra la lógica del best-seller, de literatura light y por otro lado, contra las aristocracias, sean quienes sean y vengan de donde vengan.

"A las máquinas constructoras de conflictos, guerras, imperios y poderes, hay que meterles piedras en el engranaje.
Hay que frenarlas"

-Ante la globalización, los intelectuales ¿no tendrían que jugar un papel más comprometido con la sociedad?
-Yo no hablo por mis colegas, yo hablo por mí mismo. Creo que uno tiene una doble vertiente, la de creador y la de ciudadano. Asume las dos y no las separa. Y esto significa que, en sociedades como la nuestra, hay que jugar un papel cada vez más activo, más crítico, dedicar más parte de los propios tiempos al contacto y a la construcción de un espacio social colectivo.

-¿Para ti escribir es como una droga?
-Para mí escribir es un placer, me divierte. Hoy, antes de venir a la oficina tenía media hora y la usé para trabajar en una novela. Ahora mismo estoy en mil cosas. Tengo cinco novelas empezadas. Y no es que me guste tener varios frentes, es que me sale. Paso de una a otra hasta que una de ellas madura, y entonces ahí me concentro. Soy muy respetuoso con mis demonios, demonios que tengo dentro de la cabeza; dejo que cuenten. Trato de que el mundo irracional de la creación literaria no se vuelva racional, porque eso me aburre. Yo no escribo novelas preprogramáticas, no hago esquemas, pienso mucho cuando estoy dentro de la novela, pero no cuando estoy fuera de ella; desde fuera que piensen otros.

-¿Qué se necesita para escribir una buena novela?
-Para escribir una buena novela y una mala también, hay que vivir intensamente. Sólo se vive una vez, eso es bastante claro.

-¿Y qué parte de irrealidad y de imaginación debería tener?
-Las dos cosas son iguales. La imaginación es tan real como la realidad. En la literatura ésta es una vieja historia. ¿Qué es más real, Don Quijote o Cervantes? En el imaginario colectivo es más real el personaje que el autor. Hoy el Quijote está en más lados, en más cabezas, ocupa más espacio social anecdótico, que el propio autor. Lo imaginado se convierte en real al escribirse, en el sentido de ocupar un espacio en el mundo de las ideas.

-La solidaridad, ¿vale la pena?
-No sólo vale la pena, sin solidaridad no se puede vivir. Nosotros tenemos sentido en la medida en que somos un reflejo y una mitad de los otros. Milito en un montón de causas, casi todas ellas perdidas, o temporalmente perdidas.

-¿Has aprendido más de la vida que de los propios libros?
-Podría decirse que los libros son parte de la vida, y entonces, he aprendido de todo. He recibido lecciones que vienen de lugares muy extraños, por caminos muy extraños. Muchas de ellas han llegado por el camino de las páginas de un libro.

-¿Qué impresión te ha dejado la invasión de EEUU en Irak?
-Tengo la clara sensación de que estamos al principio de una larga, larga lucha, en la cual o las sociedades civiles se reorganizan para controlar el Imperio o el Imperio nos come. Y esta larga, larga lucha va a durar mucho tiempo. Empezó en Afganistán, siguió en Irak y proseguirá dentro de unos meses en alguna nueva guerra que inventen los norteamericanos para consolidar el proyecto imperial.

"Los que cultivan la idea de la literatura como un problema de salón, de prestigios, de premios, me producen el más profundo y absoluto desprecio"

-Pero parece que la gente está empezando a organizarse y a moverse. Tenemos el caso de Argentina, por ejemplo.
-Y moviéndose cada vez más, dentro y fuera de Estados Unidos. En la Argentina todo es más complicado de lo que parece. Recientemente estuve allí y fue una experiencia dura. La calle había tirado a un presidente pero la calle era incapaz de poner a otro. O sea, no había una especie de articulación entre la capacidad social de la calle para castigar a un gobierno que había producido el corralito, la crisis, la represión, y la capacidad de construir un modelo alterno. Esa es la gran tragedia. La calle tiene la fuerza para parar en ciertos casos, pero no tiene la fuerza para construir poder.

-Has escrito sobre el Che Guevara. ¿Has querido desmitificar su figura y que llegase más natural a la gente?
-Creo que hay que mantener la historia viva y esto es muy importante. Venimos de algún lado y vamos a otro, pero si perdemos también la referencia de dónde venimos, entonces no hay manera de saber a dónde vamos. Por eso la batalla por el mantenimiento, la recuperación y el debate permanente sobre el pasado es una batalla importante. Mi aproximación al Che tenía esa lógica, la lógica de decir: hay una generación de jóvenes que lo adoptan como bandera, pero no saben quién es. Entonces, vamos a contárselo, y luego, que lo reinterpreten cada uno de ellos como quiera, pueda y sepa, que cada uno lo adopte como santo laico o como figura atractiva, o como personaje del que puedes aprender o dejar de aprender, o como información básica o como simplemente referente; pero por lo menos, vamos a contárselo. El libro no propone una relación con el Che; yo tengo la mía y cada uno que tenga la suya. El libro lo que propone es contar al Che y eso es lo que me preocupaba, dejemos ya de interpretarlo, vamos a contarlo.

-A muchos escritores les gustaría conseguir poder vivir de lo que escriben. ¿Cuál es tu caso?
-Llevo ya muchos años viviendo de mis libros. El año pasado se hizo en México una exposición de las obras que yo había publicado y se expusieron cuatrocientas ediciones en libros míos en veintiocho países. Sin que esto signifique nada, porque editar en Noruega es que de repente te llegue un cheque de ciento cincuenta euros anuales, pero bueno vas sumando por aquí por allá y vas construyendo una especie de trinchera económica que te permite todos los años decir que quiero escribir sin contrato, sin negociados de obligaciones. Cuando terminé de escribir la biografía del Che, una editorial española en combinación con una alemana me ponía un talón de banco en blanco para que escribiera la biografía de otro personaje, y yo le contesté: "yo sólo escribo las biografías de los que me gustan"; y lo rechacé. No escribo por dinero. Escribo por placer, y si además, lo que escribo me da dinero para comer pues entonces me pongo muy contento, y hasta ahora mis libros me dan de comer.

"No escribo por dinero, escribo por placer. Si además, me da dinero para comer, pues entonces me pongo muy contento".

-Tenemos un planeta bastante conflictivo, ¿crees, como decía Lennon, que hay que dar una oportunidad a la paz?
-Yo no lo veo así. Yo veo que hay unas máquinas constructoras de conflictos, guerras, imperios y poderes a las que hay que meterles piedras en el engranaje, hay que frenarlas, hay que llenarles de arena los depósitos de gasolina. La gran batalla siempre es la misma, es la batalla por la conciencia, la conciencia crítica de sociedades que impiden que se hagan cosas en su nombre. Es una eterna y larguísima batalla.

-Desde posturas conservadoras estas declaraciones podrían ser tachadas de radicales y rebeldes, incluso inductoras al terrorismo...

-Ellos intentan crear una polarización, la polarización entre los terroristas fundamentalistas de origen islámico y las fuerzas de la civilización del poder. Esta es una polarización que ellos quieren fabricar pero a la hora de la verdad no se ve eso. Lo que se ve es una maquinaria bélica económica operando, que utiliza el terrorismo fundamentalista islámico como pretexto para operar como constructora de un modelo unipolar de dominio mundial. En ese sentido, no se puede caer en la trampa de lo que te ponen enfrente. No puedes aceptar conceptos, como la bomba inteligente. La bomba inteligente es un concepto inexistente, falsificado e incluso gansteril.

-¿Sigues apostando por la esperanza en el pueblo?
-Desde que tengo uso de razón el mundo ha cambiado. Tengo cincuenta y cuatro años, he visto caer a Franco, a Salazar, y he visto morir a centenas de dictadores africanos. He visto también, revoluciones que triunfaron y fracasaron en el largo proceso, pero que hicieron avanzar a la sociedad. El mundo es mejor que cuando yo nací, en 1949. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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