Políticamente soy un ente cada vez más extraño, una especie de
socialdemócrata imbuido de permanente pensamiento libertario. Chocan
dentro de mí proyectos que históricamente han sido antagónicos. Los
vivo". Así es como se define este personaje de dos orillas, un escritor
inquieto en cuyo corazón se hermanan tierras tan distintas como México y
Asturias.
Texto y foto: Lupercio González
Taibo
II sorprende desde el primer instante. Una pregunta para abrir fuego:
¿Qué te hubiera gustado ser de mayor? La respuesta es instantánea:
bombero.
-¿Por qué bombero?
-Para apagar fuegos. Es uno de los oficios más bonitos del mundo, un
oficio solidario con cuota de riesgo. Son los delirios de mi infancia.
Cuando era pequeño quería ser trapecista, bombero... Luego apareció lo
de escritor a muy temprana edad. Ahora, al paso de los años hay otros
oficios que me gustaría haber sido, pero ya no tengo capacidad. Me
hubiera gustado ser saxofonista, pero fumo demasiado; también karateka,
pero como no puedo, pues soy escritor.
-¿Semana Negra siempre ha sido tu "incendio particular"?
-Sí, porque está pensado muy en la lógica de un acto solidario,
provocador, muy en la medida del tipo cultura que me interesa. Cultura
real, leída por gente real, con autores reales que tienen opiniones en
un doble juego, por un lado, de revisar críticamente el mundo, y por
otro, de entretener, producir pensamiento utópico y cautivar a la gente.
La Semana se defiende muy bien, construye una gran fiesta popular, cada
vez se venden más libros, cada vez los debates tienen más público... y
esto no afecta al espacio natural de los caballitos, la churrería o la
terraza del bar. El que no vio una exposición puede verla, el que nunca
entró a un museo, o a una sala de arte o a un edificio en el que hay
exhibiciones, aquí se lo encuentra a mitad de la calle, se lo tropieza.
Y la calidad de lo que se expone es alta. Hemos tenido prácticamente
todas las vanguardias del cómic, en fotografía están los Premios
Pulitzer de cada año... Tenemos prácticamente todo el universo de la
vanguardia en sectores.
-En Semana Negra llegas a combinar de todo, una pieza de
música clásica con un vendedor de churros... ¿Qué quieres provocar?
-Me gusta ese tipo de idea de cultura, que participo, tengo,
uso, consumo... No me crea conflictos la combinación Mozart-churrería.
Al revés, creo que la cultura se encierra, como han pretendido algunos,
en círculos de autoconsumo, se vuelve material de estudio de
Universidades. Si la literatura se convierte en eso, se va desvaneciendo
hasta que desaparece la sociedad real. Hay que venir a introducir la
sociedad real, hay que pelear y defender su espacio, el espacio que debe
tener en la calle. La novela nació como un género popular dentro del
reducido círculo de los que leían en sociedades iletradas y mantuvo este
espacio durante mucho tiempo. El folletín francés, una de las grandes
glorias de la literatura, al llegar a través de los periódicos a miles
de lectores, construyó en la literatura un espacio popular y social.
Tratar de convertir la literatura en un material iniciático para
lectores es como si de repente todos nos pusiéramos a escribir en clave
de médico para médicos. Los que cultivan la idea de la literatura como
un problema de salón, de prestigios, de premios, me producen el más
profundo y absoluto desprecio. En Semana Negra estamos confrontados
eternamente por un lado, contra la lógica del best-seller, de literatura
light y por otro lado, contra las aristocracias, sean quienes sean y
vengan de donde vengan.
"A las
máquinas constructoras de conflictos, guerras, imperios y poderes,
hay que meterles piedras en el engranaje.
Hay que frenarlas" |
-Ante la globalización, los intelectuales ¿no tendrían
que jugar un papel más comprometido con la sociedad?
-Yo no hablo por mis colegas, yo hablo por mí mismo. Creo que
uno tiene una doble vertiente, la de creador y la de ciudadano. Asume
las dos y no las separa. Y esto significa que, en sociedades como la
nuestra, hay que jugar un papel cada vez más activo, más crítico,
dedicar más parte de los propios tiempos al contacto y a la construcción
de un espacio social colectivo.
-¿Para ti escribir es como una droga?
-Para mí escribir es un placer, me divierte. Hoy, antes de venir
a la oficina tenía media hora y la usé para trabajar en una novela.
Ahora mismo estoy en mil cosas. Tengo cinco novelas empezadas. Y no es
que me guste tener varios frentes, es que me sale. Paso de una a otra
hasta que una de ellas madura, y entonces ahí me concentro. Soy muy
respetuoso con mis demonios, demonios que tengo dentro de la cabeza;
dejo que cuenten. Trato de que el mundo irracional de la creación
literaria no se vuelva racional, porque eso me aburre. Yo no escribo
novelas preprogramáticas, no hago esquemas, pienso mucho cuando estoy
dentro de la novela, pero no cuando estoy fuera de ella; desde fuera que
piensen otros.
-¿Qué se necesita para escribir una buena novela?
-Para escribir una buena novela y una mala también, hay que
vivir intensamente. Sólo se vive una vez, eso es bastante claro.
-¿Y qué parte de irrealidad y de imaginación debería
tener?
-Las dos cosas son iguales. La imaginación es tan real como la
realidad. En la literatura ésta es una vieja historia. ¿Qué es más real,
Don Quijote o Cervantes? En el imaginario colectivo es más real el
personaje que el autor. Hoy el Quijote está en más lados, en más
cabezas, ocupa más espacio social anecdótico, que el propio autor. Lo
imaginado se convierte en real al escribirse, en el sentido de ocupar un
espacio en el mundo de las ideas.
-La solidaridad, ¿vale la pena?
-No sólo vale la pena, sin solidaridad no se puede vivir.
Nosotros tenemos sentido en la medida en que somos un reflejo y una
mitad de los otros. Milito en un montón de causas, casi todas ellas
perdidas, o temporalmente perdidas.
-¿Has aprendido más de la vida que de los propios
libros?
-Podría decirse que los libros son parte de la vida, y entonces,
he aprendido de todo. He recibido lecciones que vienen de lugares muy
extraños, por caminos muy extraños. Muchas de ellas han llegado por el
camino de las páginas de un libro.
-¿Qué impresión te ha dejado la invasión de EEUU en
Irak?
-Tengo la clara sensación de que estamos al principio de una
larga, larga lucha, en la cual o las sociedades civiles se reorganizan
para controlar el Imperio o el Imperio nos come. Y esta larga, larga
lucha va a durar mucho tiempo. Empezó en Afganistán, siguió en Irak y
proseguirá dentro de unos meses en alguna nueva guerra que inventen los
norteamericanos para consolidar el proyecto imperial.
"Los que
cultivan la idea de la literatura como un problema de salón, de
prestigios, de premios, me producen el más profundo y absoluto
desprecio" |
-Pero parece que la gente está empezando a organizarse y
a moverse. Tenemos el caso de Argentina, por ejemplo.
-Y moviéndose cada vez más, dentro y fuera de Estados Unidos. En
la Argentina todo es más complicado de lo que parece. Recientemente
estuve allí y fue una experiencia dura. La calle había tirado a un
presidente pero la calle era incapaz de poner a otro. O sea, no había
una especie de articulación entre la capacidad social de la calle para
castigar a un gobierno que había producido el corralito, la crisis, la
represión, y la capacidad de construir un modelo alterno. Esa es la gran
tragedia. La calle tiene la fuerza para parar en ciertos casos, pero no
tiene la fuerza para construir poder.
-Has escrito sobre el Che Guevara. ¿Has querido
desmitificar su figura y que llegase más natural a la gente?
-Creo que hay que mantener la historia viva y esto es muy
importante. Venimos de algún lado y vamos a otro, pero si perdemos
también la referencia de dónde venimos, entonces no hay manera de saber
a dónde vamos. Por eso la batalla por el mantenimiento, la recuperación
y el debate permanente sobre el pasado es una batalla importante. Mi
aproximación al Che tenía esa lógica, la lógica de decir: hay una
generación de jóvenes que lo adoptan como bandera, pero no saben quién
es. Entonces, vamos a contárselo, y luego, que lo reinterpreten cada uno
de ellos como quiera, pueda y sepa, que cada uno lo adopte como santo
laico o como figura atractiva, o como personaje del que puedes aprender
o dejar de aprender, o como información básica o como simplemente
referente; pero por lo menos, vamos a contárselo. El libro no propone
una relación con el Che; yo tengo la mía y cada uno que tenga la suya.
El libro lo que propone es contar al Che y eso es lo que me preocupaba,
dejemos ya de interpretarlo, vamos a contarlo.
-A muchos escritores les gustaría conseguir poder vivir
de lo que escriben. ¿Cuál es tu caso?
-Llevo ya muchos años viviendo de mis libros. El año pasado se
hizo en México una exposición de las obras que yo había publicado y se
expusieron cuatrocientas ediciones en libros míos en veintiocho países.
Sin que esto signifique nada, porque editar en Noruega es que de repente
te llegue un cheque de ciento cincuenta euros anuales, pero bueno vas
sumando por aquí por allá y vas construyendo una especie de trinchera
económica que te permite todos los años decir que quiero escribir sin
contrato, sin negociados de obligaciones. Cuando terminé de escribir la
biografía del Che, una editorial española en combinación con una alemana
me ponía un talón de banco en blanco para que escribiera la biografía de
otro personaje, y yo le contesté: "yo sólo escribo las biografías de los
que me gustan"; y lo rechacé. No escribo por dinero. Escribo por placer,
y si además, lo que escribo me da dinero para comer pues entonces me
pongo muy contento, y hasta ahora mis libros me dan de comer.
"No
escribo por dinero, escribo por placer. Si además, me da dinero
para comer, pues entonces me pongo muy contento". |
-Tenemos un planeta bastante conflictivo, ¿crees, como
decía Lennon, que hay que dar una oportunidad a la paz?
-Yo no lo veo así. Yo veo que hay unas máquinas constructoras de
conflictos, guerras, imperios y poderes a las que hay que meterles
piedras en el engranaje, hay que frenarlas, hay que llenarles de arena
los depósitos de gasolina. La gran batalla siempre es la misma, es la
batalla por la conciencia, la conciencia crítica de sociedades que
impiden que se hagan cosas en su nombre. Es una eterna y larguísima
batalla.
-Desde posturas conservadoras estas declaraciones
podrían ser tachadas de radicales y rebeldes, incluso inductoras al
terrorismo...
-Ellos intentan crear una polarización, la polarización
entre los terroristas fundamentalistas de origen islámico y las fuerzas
de la civilización del poder. Esta es una polarización que ellos quieren
fabricar pero a la hora de la verdad no se ve eso. Lo que se ve es una
maquinaria bélica económica operando, que utiliza el terrorismo
fundamentalista islámico como pretexto para operar como constructora de
un modelo unipolar de dominio mundial. En ese sentido, no se puede caer
en la trampa de lo que te ponen enfrente. No puedes aceptar conceptos,
como la bomba inteligente. La bomba inteligente es un concepto
inexistente, falsificado e incluso gansteril.
-¿Sigues apostando por la esperanza en el pueblo?
-Desde que tengo uso de razón el mundo ha cambiado. Tengo
cincuenta y cuatro años, he visto caer a Franco, a Salazar, y he visto
morir a centenas de dictadores africanos. He visto también, revoluciones
que triunfaron y fracasaron en el largo proceso, pero que hicieron
avanzar a la sociedad. El mundo es mejor que cuando yo nací, en 1949. ∆ |