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SUPLEMENTO ASTURIAS 

MUJER ASTUR

MONTSE GARNACHO

 

MONTSE GARNACHO

  Escritora 

Habla y recita, sonríe y gesticula al mismo tiempo, para esta escritora mierense la palabra es un valioso instrumento y su vida transcurre en torno a su uso y disfrute.

Erase una vez...

Texto: Isabel Muñiz

Con 50 años Montse Garnacho sigue haciendo lo que le gusta. Escribe, cuenta cuentos y da clases a niños y jóvenes. Les enseña los secretos de la lengua y la literatura, y aprenden que el teatro es también apasionante y está al alcance de sus posibilidades. Y cuando tiene tiempo regresa a su mundo preferido, el de las caleyas.
Montse Garnacho ha publicado varios libros. El último, presentado el pasado mes de noviembre, "Y nun ye picardía", es una recopilación de las adivinanzas, de 'las cosadielles´ que se escuchaban en las caleyas.
No le sobra el tiempo porque siempre encuentra qué hacer, qué decir o qué contar. Se entrega completamente a cada cosa que hace por eso se le ilumina la cara al nombrar la última empresa en la que se ha embarcado. "Estoy escribiendo una obra de teatro para mis neños que va a ser guapísima, se titula la Cuélebre Malaceja. Es una obra en verso clásico, como el de Lope de Vega, con sonetos y décimas."

-Montse, en el año 75 terminaste la carrera de Filología Hispánica y Filología Románica en Oviedo y como tú misma dices te separaste de lo que se esperaba de ti.
-La sociedad te inventa y te acorrala hacia un sitio. Naces, creces, estudias y vas para profesora o catedrática, para esposa, madre y para persona mayor. Y yo por muchas razones nunca fui ni para catedrática que nunca me presenté a oposiciones, ni para esposa y madre, ni para persona mayor, porque no creo que lo sea. Nunca renuncié absolutamente a nada de lo que tengo, ni de lo que conquisté.

-Tu entrada en la literatura fue de la mano de muchas vivencias, incluida la experiencia del paro.
-Estuve trabajando en Trubia en el colegio Santa Bárbara, durante 11 años. Estaba muy a gusto con los críos y nunca me presenté a oposiciones porque yo quería a aquella gente y no quería marchar. Después el colegio cerró y me quedé en paro. Me ofrecieron la oportunidad de ser funcionaria y ¡cómo iba yo a los 38 años a hacerlo! Eso sería como morirse, así que me tiré al vacío y poco después empecé a escribir. Ya había escrito algo cuando estaba en Trubia, un libro que se llama Hombres de carbón, con fotos de Antonio Corral, pero después en el año 92-93 empecé a escribir en La Nueva España. Allí tuve la suerte de encontrarme a José Luis Cuervo y me ayudó a traspasar el umbral, me llevó a sitios a los que merecía la pena ir, y me devolvió un poco al mundo de las caleyas, de los juegos, de la infancia y a un ambiente con otro tipo de personas.

"La sociedad te inventa y te acorrala hacia a un sitio. Naces, creces, estudias y vas para profesora o catedrática, para esposa, madre y para persona mayor".

-¿Qué conservas de tus recuerdos?
-Sigo teniendo fresquísimos los olores de les caleyes y de la infancia, sigo teniendo fresquísima la gente de cuando era pequeña, como si fueran los míos, sigo teniendo los juegos, las adivinanzas, sigo teniendo los dolores en carne viva, y nunca se me cerró ninguno.

-¿Tu trabajo se alimenta de tu infancia?
-No sé, yo creo que cualquier árbol está en la semilla que se planta, pero también va alimentándose del agua de todos los días, del aire de todos los días y de la luz de todos los días.
Había quien decía que la única patria del hombre y de la mujer era la infancia y yo creo que no, que es la que yo elijo. Mi patria es donde esté a gusto, ahora mismo aquí.

-Sin embargo hablas de Asturias y yo te veo vibrar.
-Pero ye como si llames aldeanu a Cervantes o a Don Quijote. Personaje más de caleya que Don Quijote no lo hay en el mundo, pero hay dos formas de ser de caleya, una con los ojos mirando por la ventana de tu casa hacia afuera, o hacia dentro. Yo creo que Asturias es un sitio maravilloso para sentarse a mirar y desde ahí ves todo lo demás. Yo soy asturiana porque ye desde donde miro, no a donde miro.

-En un momento determinado diste un giro total a tu vida. ¿Qué te supuso?
-Pues supuso el cuestionarme todo lo que me habían dicho que era lo correcto, lo que la gente te decía que estaba bien o lo que estaba mal según las monjas, el Catecismo, y los políticos, cuando todavía no había muerto Franco. Cuestionar en cada momento cosa por cosa y palabra por palabra,

-¿Crees que todavía hay capacidad de discernimiento ahora mismo en la sociedad?
-No, qué va. Los que estábamos hace treinta años cambiándonos a nosotros para que el mundo cambiara, se rindieron todos: o son todos orondos políticos o están a tratamiento psiquiátrico. Sin embargo yo no me rendí todavía. Yo sigo gozando con lo que hago y pensando que hay que cambiar las cosas, porque me interesa que el entorno, que el mundo en el que quiero vivir esté guapo, y nadie me lo va a regalar. Y a mí el mundo me lo agradece siendo agradable. No te puedes rendir, porque si no yes muy desgraciado.

"Dios era las lentillas detrás de las cuales miraba. Ahora forma parte de mi mitología y no me da ningún problema"

-Se habla de libertad de expresión pero sigue existiendo la censura.
-Pero si Almodóvar dice que hoy no se atrevería a hacer las primeras películas que hizo, y espera a que venga Bush a decirnos lo que hay que hacer. Programas como La Clave hoy son impensables.

-En tu último libro "Y nun ye picardía", aparecen adivinanzas picantes y divertidas. ¿Existe todavía mucha hipocresía en torno al sexo y sus mitos?
-La gente tiene mucho pudor. El franquismo no fue un sistema político, fue un antrax mental que nos destruyó completamente los esquemas afectivos y de funcionamiento. Lo ves en la película La lengua de las mariposas, el antes y el después. Unos críos bañándose en el río y llamándole castañina a la castañina, y de repente aparecen unos cuentos de hadas en los que los paisanos llevaban leotardos y los leotardos no marcaban el paquete. Fue una castración de todo. Yo leí el Quijote en la Universidad y estaba censurado; el episodio en el que Rocinante huele a las yeguas en celo en el prado de los yegüeros no está, hay un asterisco.
Afortunadamente los nombres, las `cosadielles', sobrevivieron en un montón de personas que no habían ido a la escuela y no tenían otro registro, o sea no podían dejar de decir "la castañina" porque era la única palabra que sabían, porque no tenían otra posibilidad de ser de otra manera. Y estas personas guardaron este erotismo tan fresco para nosotros. Pero como es en la vieja película francesa, "Bajo los adoquines la playa", estas cosinas son como la hierba asomando por el asfalto.

-¿Afectó de forma especial a algún sector?
-Nos afectó a todos, a los paisanos los dejó hechos polvo porque siguen erotizándose con la palabra violación y con el acto de violación. Y afectó a las mujeres, a los niños, a la literatura también, que la cortó y recortó.
Para los chavales de colegio, la moralidad oficial de ahora es horrorosa; la televisión y la publicidad también son horrorosas. Cuesta mucho luchar contra esto, es mucho trabajo estar un día y otro cuestionando cosiquines porque es más fácil dejarse llevar. Yo creo que pesa demasiado el pensamiento oficial, la alienación necesaria para la venta de revista, el periodismo amarillo, rosa, negro, para que se vea bien el morbo, en las relaciones y en todo.

"El franquismo no fue un sistema político, fue un ántrax mental que nos destruyó completamente los esquemas afectivos y de funcionamiento"

-Los alumnos estarán encantados contigo.
-Lo pasamos bien a pesar de que tenemos que cumplir con el programa oficial, que muchas veces es un poco áspero. A mí me gusta mucho dar clase. Tengo la grandísima suerte de seguir necesitando a los críos y puedo hacer el trabajo cotidiano como me gusta a mí, pero estamos muy aplastados por el sistema educativo y por las programaciones.

-Una parte de tu educación la recibiste en un colegio de monjas en Mieres, tu concejo natal.
-Sí recuerdo las pequeñas humillaciones, cuando te decían: nena, qué tontita eres, esas cosas que sólo las recuerdo en el colegio de monjas. Posiblemente cuando era más pequeña, en otros colegios, me darían algún tortazo, pero me afectaron menos, eran más limpios y menos psicológicos.

-Te declaras atea con rotundidad ¿qué te llevó a ello?
-No tuve ninguna crisis, tuve una adolescencia en un colegio de monjas con rosario por decreto y misa por decreto, y niñas que eran tan buenas que se duchaban en camisón, y tuve dos dioses, el del Antiguo Testamento que era ojo por ojo y diente por diente, y el del Nuevo testamento que era un dios de la otra mejilla, pero no tuve crisis religiosa. Exactamente igual que de pequeña crees en los Reyes magos, en Blancanieves o en los personajes de las películas... y dios también era algo real, pero luego se va desgastando y pasa a formar parte de tu mitología, se desplazó de lugar. Dios era las lentillas detrás de las cuales miraba. Ahora forma parte de mi mitología y no me da ningún problema.

-¿En qué crees tú?
-Yo soy muy creyente, porque no me canso nunca de creer que todos llevamos dentro, aparte de un nazi que puede despertarse en cualquier momento, otra parte muy distinta, y por lo tanto el mundo no se divide en buenos y malos. Yo creo en el cuidado de todos los días, en la palabra, en el gesto, en el tacto, en la importancia de las cosas pequeñas y cotidianas. Creo que ahora mismo estoy hablando contigo como si fueras la persona más importante de mi vida. Para mí eso es importante y es de mucha creencia. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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