Texto: Lupercio González / Foto: L.G.
TESTIGOS
INDISCRETOS
Iban
a supervisar varios trabajos de cooperación y se vieron envueltos en un
asedio militar. Hasta el último momento no supieron la razón de este
secuestro. Al final se les terminó acusando de instigar a los campesinos
a la revuelta, y como consecuencia fueron deportados. Una vez más queda
en evidencia que el régimen de Uribe en Colombia no quiere observadores
internacionales, no quiere testigos que puedan denunciar la cruel
realidad que se vive en este país latinoamericano, donde el ejército
está masacrando al pueblo y el respeto de los derechos humanos, por
parte de las autoridades colombianas, brilla por su ausencia.
-¿Cómo comenzaron los acontecimientos?
-(Ana) Nosotros llegamos a Colombia el 26 de agosto con el
objetivo de supervisar varios proyectos de cooperación y visitar
organizaciones amigas con las que llevamos trabajando allí varios años.
Nada más llegar a Bogotá lo que se observa es una fuerte militarización,
tanto de día como por la noche, sobre todo al oscurecer hay mucho
control militar. La gente de organizaciones sociales nos contó que
estaban trabajando en márgenes cada vez más estrechos; los teléfonos
estaban todos pinchados y cualquiera era sospechoso de todo. Aunque
habíamos recibido noticias que desde que llegó Uribe las cosas se
pusieron mucho más feas, nos fuimos moviendo por el país, acompañados
siempre por gente de organizaciones amigas, y en principio no hubo
problemas.
-(Daniel) Aparte de visitar los proyectos que tenemos en
Colombia, otro objetivo de nuestro viaje era hacer un acompañamiento a
la movilización campesina del día 16 de septiembre. Formábamos parte de
una comisión internacional de observadores que iba a acompañar a la
Federación Agraria, en la que había gente de sindicatos de Bélgica,
Suiza, Brasil, Chile, Ecuador, Perú, etc, para que no hubiera problemas
y la gente pudiera manifestarse libremente y reivindicar los puntos que
ellos tenían recogidos.
-El problema os surge al ir a una de esas zonas para las
cuales, según un nuevo Decreto de ley, necesitabais un pase especial.
-(Ana) Sí, pero ese Decreto de ley entró en vigor un domingo y
ese domingo nosotros ya estábamos en esa zona, por lo que en teoría
legalmente no debería de afectarnos. Porque, ¿cómo haces para conseguir
un permiso especial si previamente no sabes qué zonas son las que van a
ser conflictivas para ellos?
-(Daniel) Ese domingo ya estábamos en la zona, a la que fuimos
acompañados de campesinos. El pueblo, de unos 6.000 habitantes, se llama
El Chalán y ahí empieza a surgir el problema. Nos dimos cuenta de la
verdadera represión que está sufriendo el pueblo colombiano. En ese
pueblo no se podía circular libremente, estaba totalmente cortado y
acordonado con alambradas. Allí ni se salía ni se entraba. Cuando
nosotros llegamos pensamos que ya se había ido todo el mundo, porque no
había ni perros en la calle. La gente estaba recluida en las casas. De
ahí que se comprueba que el objetivo del Gobierno colombiano era que no
hubiera esa manifestación. También en las diferentes zonas rurales del
país estaba sucediendo prácticamente lo mismo.
-Vosotros, que sólo ibais de ruta, ¿por qué os
quedasteis en ese pueblo.
-(Ana) Fue la única opción que teníamos porque ya estaba
anocheciendo y dar la vuelta por aquellos caminos es jugarse la vida,
sobre todo por la presencia de los paramilitares en, que primero
disparan y luego preguntan. Aquella noche nos quedamos con la gente de
la comunidad. Nos ofrecieron la casa del cura para dormir, aunque no
dormimos en realidad porque mientras haya militares, el pueblo se queda
despierto. La gente te dice: "No podemos dormir porque sabemos que en
cualquier momento el militar se convierte en paramilitar, entra en las
casas, y se marchan con la gente y se acabó".
"Desde el
primer momento hasta el último la presión psicológica fue
constante durante todo el día, tratando de ponernos nerviosos"
(Daniel) |
-¿Al siguiente día fue cuando os detuvieron ya?
-(Ana) Sí, estuvimos de vigilia hasta las cuatro de la mañana, y
a las cinco, cuando ya amanece, nos levantamos y decidimos ir a decirle
al jefe del puesto militar que nos íbamos andando, porque andando sí se
podía ir, no había ninguna ley que lo prohibiera. El nos dice que no,
que nos tenemos que quedar allí, que están comprobando unos datos de
nuestros pasaportes y que no nos podemos mover, pero ya no del pueblo
sino mover del sitio en el que estábamos, es decir, en ese momento
delante de una casa y debajo de un árbol. Y ahí nos quedamos.
-¿Insististeis en saber el porqué de esa situación?
-(Daniel) La razón por la cual se nos retenía, de qué se nos
acusaba, qué habíamos hecho para estar en esa situación, no lo supimos
hasta una hora antes de coger el avión de vuelta para España.
-(Ana) Nos quedamos allí todo el día, no nos daban agua y si la
queríamos teníamos que pagarla. Y la comida, a última hora quisieron
traernos un rancho, pero ya cuando nos iban a subir a un helicóptero.
Pero muy mal, con muy malos modos, y con muchas ganas de bronca,
incitando, queriendo ponernos nerviosos. A mí como mujer no me dejaban
hablar. Decían que las mujeres no podíamos hablar, que nos calláramos, a
Daniel sí le dejaban hablar o hacer preguntas. Cuando yo hacía una
pregunta, me insultaban y me decían que me callara, que yo no tenía
ningún derecho.
-¿Y ahí empieza la retención?
-(Ana) La retención oficial empezó el día antes con toda la
comunidad, pero fue al día siguiente cuando nos aislaron y nos dejaron
solos. Afortunadamente en Bogotá unos amigos nos habían dejado un
teléfono móvil, y nos llamaron para saber por dónde andábamos y cómo
estábamos. Ahí yo simulé una llamada a la embajada. Imagínate la
sorpresa. Les comenté nuestra situación: "Ellos dicen que estamos
retenidos pero para nosotros es un secuestro, porque no nos dicen
quiénes son, ni sus nombres, ni por qué nos detienen, no sabemos nada".
Nuestros amigos se pusieron en contacto con la embajada, y la embajada
con estos de aquí, etc., y empieza la noticia a extenderse. Tiempo
después delante de nosotros ellos recibieron varias llamadas y se
suavizaron un poco, como diciendo: "Ya el mundo lo sabe, tranquilos, no
les peguéis por lo menos", o una cosa así. Y esta fue en síntesis la
historia, pero luego hay miles de detalles, como decirte que no puedes
hacer una llamada de teléfono; gracias que teníamos el móvil y cuando se
dieron cuenta yo ya estaba hablando por él.
-¿Os infringieron algún tipo de maltrato?
-(Ana) Físico no, ninguno, bueno, a no ser dejarnos pasar
hambre, pero nada más. Sin embargo a nivel psicológico sí,
constantemente.
-(Daniel) Desde el primer momento hasta el último la presión psicológica
fue constante durante todo el día, tratando de ponernos nerviosos. Nos
apuntaban con sus armas muchas veces, no siempre, pero sí cuando nos
levantábamos para caminar un simple metro. Quiero resaltar que nunca se
nos proporcionó asistencia de nada, ni aún pidiéndola. "Queremos un
abogado, necesitamos asistencia social", exigíamos, pero ellos nos
decían que no hacía falta, que todo era un puro trámite. ¿Quieren
ustedes que se compliquen más las cosas?", argumentaban.
"La razón por la cual se nos retenía, de qué se nos acusaba,
qué habíamos hecho para estar en esa situación, no lo supimos
hasta una hora antes de coger el avión de vuelta para España"
(Daniel) |
-El Gobierno de Uribe parece que no quiere observadores
internacionales.
-(Daniel) Sobre todo no quiere testigos incómodos. Por eso
decimos que se trata de un secuestro en toda regla, porque se pedía un
rescate. Ese rescate era el silencio internacional, que no hubiera
testigos incómodos, gente extranjera que pudiera contar a la vuelta qué
está pasando en Colombia, con un gobierno aparentemente democrático.
-(Ana) Se le ha dado el poder absoluto a la parte militar. Ya
tienen más poder los militares que cualquier institución civil. Los
militares me dieron a leer el decreto último, como para tenerme
informada, y había un punto que decía: "Cualquier fuerza militar tiene
el deber y el derecho de detener a cualquiera que haya cometido un
delito o lo vaya a cometer". Eso significa que todo el mundo es
sospechoso. El miedo y el pánico de la población y de la sociedad civil
es increíble. Nadie dice, por ejemplo, quién es el presidente de una
simple asociación cultural o de vecinos, porque saben que lo van a
eliminar en dos meses.
-¿En qué momento temisteis por vuestras vidas?
-(Ana) Cuando nos dijeron que venía un helicóptero militar a
buscarnos y a sacarnos de allí. Claro, el helicóptero no puede bajar en
medio del pueblo y había que salirse por lo menos quinientos metros al
prado. Yo ahí lo temí, pensé que, o nos tiraban del helicóptero o nos
pegaban un tiro en la vereda y ahí quedábamos.
-(Daniel) Fue un momento muy crítico, aunque teníamos la
"ventaja" de que en el exterior la noticia ya se sabía, se conocía en
España y en el resto de Colombia. Por eso pienso que de hacernos algo,
podría haber sido al principio.
-Os subieron al helicóptero ¿y a dónde os llevaron?
-(Ana) Nos llevaron a una base militar de la armada, a unos
veinte minutos del pueblo. Salimos del helicóptero con nueve o diez
soldados apuntándonos; íbamos solos los dos. A continuación nos metieron
en una especie de despacho para hacernos un reconocimiento médico; más
tarde nos enteramos que eso lo había pedido la Embajada española. De
allí nos llevaron ya a las oficinas de la policía secreta, el DAS
(Departamento Administrativo de Seguridad). Ahí, y después de llevar dos
días sin dormir, nos hicieron un duro interrogatorio de unas seis horas,
preguntándonos lo mismo muchas veces. Después ya llamó la Embajada
española para comunicarnos que al día siguiente nos iban a buscar. Y así
fue, de allí volamos a Bogotá y de Bogotá a Madrid.
-Con lo sucedido ¿cómo va a quedar vuestra cooperación
allí?
-(Ana) Igual o mejor. Tenemos muchas más ganas de seguir
cooperando con ellos y con ellas. Si no podemos viajar nosotros ya
viajarán otros, pero en SOLDEPAZ lo que sobra son gente dispuesta a
viajar para visitar los proyectos. Desde luego, la cooperación va a
seguir con más ganas, con más fuerza y con más apoyo.
-(Daniel) Ahora más que nunca hay que cooperar con Colombia.
Y dejar claro que esa movilización era de los campesinos de Colombia,
con la cual nosotros nada tenemos que ver, simplemente éramos
observadores. A pesar de todo el viaje fue positivo, porque una vez más
se internacionalizó el conflicto que vive Colombia. ∆ |