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SUPLEMENTO ASTURIAS 

 "Cuando yo hacía una pregunta, me insultaban y me decían que me callara, que yo no tenía ningún derecho por ser mujer" (Ana)


Ana Andrés Ablanedo
y Daniel Busto
  Cooperantes de SOLDEPAZ Pachakuti 

El pasado septiembre los cooperantes asturianos Ana Andrés Ablanedo y Daniel Busto fueron deportados de Colombia, tras haber sido detenidos y secuestrados militarmente en el pueblo de El Chalán, en el departamento de Sucre.

Texto: Lupercio González /  Foto: L.G.

TESTIGOS INDISCRETOS

Iban a supervisar varios trabajos de cooperación y se vieron envueltos en un asedio militar. Hasta el último momento no supieron la razón de este secuestro. Al final se les terminó acusando de instigar a los campesinos a la revuelta, y como consecuencia fueron deportados. Una vez más queda en evidencia que el régimen de Uribe en Colombia no quiere observadores internacionales, no quiere testigos que puedan denunciar la cruel realidad que se vive en este país latinoamericano, donde el ejército está masacrando al pueblo y el respeto de los derechos humanos, por parte de las autoridades colombianas, brilla por su ausencia.
-¿Cómo comenzaron los acontecimientos?
-(Ana)
Nosotros llegamos a Colombia el 26 de agosto con el objetivo de supervisar varios proyectos de cooperación y visitar organizaciones amigas con las que llevamos trabajando allí varios años. Nada más llegar a Bogotá lo que se observa es una fuerte militarización, tanto de día como por la noche, sobre todo al oscurecer hay mucho control militar. La gente de organizaciones sociales nos contó que estaban trabajando en márgenes cada vez más estrechos; los teléfonos estaban todos pinchados y cualquiera era sospechoso de todo. Aunque habíamos recibido noticias que desde que llegó Uribe las cosas se pusieron mucho más feas, nos fuimos moviendo por el país, acompañados siempre por gente de organizaciones amigas, y en principio no hubo problemas.
-(Daniel) Aparte de visitar los proyectos que tenemos en Colombia, otro objetivo de nuestro viaje era hacer un acompañamiento a la movilización campesina del día 16 de septiembre. Formábamos parte de una comisión internacional de observadores que iba a acompañar a la Federación Agraria, en la que había gente de sindicatos de Bélgica, Suiza, Brasil, Chile, Ecuador, Perú, etc, para que no hubiera problemas y la gente pudiera manifestarse libremente y reivindicar los puntos que ellos tenían recogidos.

-El problema os surge al ir a una de esas zonas para las cuales, según un nuevo Decreto de ley, necesitabais un pase especial.
-(Ana)
Sí, pero ese Decreto de ley entró en vigor un domingo y ese domingo nosotros ya estábamos en esa zona, por lo que en teoría legalmente no debería de afectarnos. Porque, ¿cómo haces para conseguir un permiso especial si previamente no sabes qué zonas son las que van a ser conflictivas para ellos?
-(Daniel) Ese domingo ya estábamos en la zona, a la que fuimos acompañados de campesinos. El pueblo, de unos 6.000 habitantes, se llama El Chalán y ahí empieza a surgir el problema. Nos dimos cuenta de la verdadera represión que está sufriendo el pueblo colombiano. En ese pueblo no se podía circular libremente, estaba totalmente cortado y acordonado con alambradas. Allí ni se salía ni se entraba. Cuando nosotros llegamos pensamos que ya se había ido todo el mundo, porque no había ni perros en la calle. La gente estaba recluida en las casas. De ahí que se comprueba que el objetivo del Gobierno colombiano era que no hubiera esa manifestación. También en las diferentes zonas rurales del país estaba sucediendo prácticamente lo mismo.

-Vosotros, que sólo ibais de ruta, ¿por qué os quedasteis en ese pueblo.
-(Ana)
Fue la única opción que teníamos porque ya estaba anocheciendo y dar la vuelta por aquellos caminos es jugarse la vida, sobre todo por la presencia de los paramilitares en, que primero disparan y luego preguntan. Aquella noche nos quedamos con la gente de la comunidad. Nos ofrecieron la casa del cura para dormir, aunque no dormimos en realidad porque mientras haya militares, el pueblo se queda despierto. La gente te dice: "No podemos dormir porque sabemos que en cualquier momento el militar se convierte en paramilitar, entra en las casas, y se marchan con la gente y se acabó".

"Desde el primer momento hasta el último la presión psicológica fue constante durante todo el día, tratando de ponernos nerviosos" (Daniel)

-¿Al siguiente día fue cuando os detuvieron ya?
-(Ana)
Sí, estuvimos de vigilia hasta las cuatro de la mañana, y a las cinco, cuando ya amanece, nos levantamos y decidimos ir a decirle al jefe del puesto militar que nos íbamos andando, porque andando sí se podía ir, no había ninguna ley que lo prohibiera. El nos dice que no, que nos tenemos que quedar allí, que están comprobando unos datos de nuestros pasaportes y que no nos podemos mover, pero ya no del pueblo sino mover del sitio en el que estábamos, es decir, en ese momento delante de una casa y debajo de un árbol. Y ahí nos quedamos.

-¿Insististeis en saber el porqué de esa situación?
-(Daniel)
La razón por la cual se nos retenía, de qué se nos acusaba, qué habíamos hecho para estar en esa situación, no lo supimos hasta una hora antes de coger el avión de vuelta para España.
-(Ana) Nos quedamos allí todo el día, no nos daban agua y si la queríamos teníamos que pagarla. Y la comida, a última hora quisieron traernos un rancho, pero ya cuando nos iban a subir a un helicóptero. Pero muy mal, con muy malos modos, y con muchas ganas de bronca, incitando, queriendo ponernos nerviosos. A mí como mujer no me dejaban hablar. Decían que las mujeres no podíamos hablar, que nos calláramos, a Daniel sí le dejaban hablar o hacer preguntas. Cuando yo hacía una pregunta, me insultaban y me decían que me callara, que yo no tenía ningún derecho.

-¿Y ahí empieza la retención?
-(Ana)
La retención oficial empezó el día antes con toda la comunidad, pero fue al día siguiente cuando nos aislaron y nos dejaron solos. Afortunadamente en Bogotá unos amigos nos habían dejado un teléfono móvil, y nos llamaron para saber por dónde andábamos y cómo estábamos. Ahí yo simulé una llamada a la embajada. Imagínate la sorpresa. Les comenté nuestra situación: "Ellos dicen que estamos retenidos pero para nosotros es un secuestro, porque no nos dicen quiénes son, ni sus nombres, ni por qué nos detienen, no sabemos nada". Nuestros amigos se pusieron en contacto con la embajada, y la embajada con estos de aquí, etc., y empieza la noticia a extenderse. Tiempo después delante de nosotros ellos recibieron varias llamadas y se suavizaron un poco, como diciendo: "Ya el mundo lo sabe, tranquilos, no les peguéis por lo menos", o una cosa así. Y esta fue en síntesis la historia, pero luego hay miles de detalles, como decirte que no puedes hacer una llamada de teléfono; gracias que teníamos el móvil y cuando se dieron cuenta yo ya estaba hablando por él.

-¿Os infringieron algún tipo de maltrato?
-(Ana)
Físico no, ninguno, bueno, a no ser dejarnos pasar hambre, pero nada más. Sin embargo a nivel psicológico sí, constantemente.
-(Daniel) Desde el primer momento hasta el último la presión psicológica fue constante durante todo el día, tratando de ponernos nerviosos. Nos apuntaban con sus armas muchas veces, no siempre, pero sí cuando nos levantábamos para caminar un simple metro. Quiero resaltar que nunca se nos proporcionó asistencia de nada, ni aún pidiéndola. "Queremos un abogado, necesitamos asistencia social", exigíamos, pero ellos nos decían que no hacía falta, que todo era un puro trámite. ¿Quieren ustedes que se compliquen más las cosas?", argumentaban.

"La razón por la cual se nos retenía, de qué se nos acusaba, qué habíamos hecho para estar en esa situación, no lo supimos hasta una hora antes de coger el avión de vuelta para España" (Daniel)

-El Gobierno de Uribe parece que no quiere observadores internacionales.
-(Daniel)
Sobre todo no quiere testigos incómodos. Por eso decimos que se trata de un secuestro en toda regla, porque se pedía un rescate. Ese rescate era el silencio internacional, que no hubiera testigos incómodos, gente extranjera que pudiera contar a la vuelta qué está pasando en Colombia, con un gobierno aparentemente democrático.
-(Ana) Se le ha dado el poder absoluto a la parte militar. Ya tienen más poder los militares que cualquier institución civil. Los militares me dieron a leer el decreto último, como para tenerme informada, y había un punto que decía: "Cualquier fuerza militar tiene el deber y el derecho de detener a cualquiera que haya cometido un delito o lo vaya a cometer". Eso significa que todo el mundo es sospechoso. El miedo y el pánico de la población y de la sociedad civil es increíble. Nadie dice, por ejemplo, quién es el presidente de una simple asociación cultural o de vecinos, porque saben que lo van a eliminar en dos meses.

-¿En qué momento temisteis por vuestras vidas?
-(Ana)
Cuando nos dijeron que venía un helicóptero militar a buscarnos y a sacarnos de allí. Claro, el helicóptero no puede bajar en medio del pueblo y había que salirse por lo menos quinientos metros al prado. Yo ahí lo temí, pensé que, o nos tiraban del helicóptero o nos pegaban un tiro en la vereda y ahí quedábamos.
-(Daniel) Fue un momento muy crítico, aunque teníamos la "ventaja" de que en el exterior la noticia ya se sabía, se conocía en España y en el resto de Colombia. Por eso pienso que de hacernos algo, podría haber sido al principio.

-Os subieron al helicóptero ¿y a dónde os llevaron?
-(Ana)
Nos llevaron a una base militar de la armada, a unos veinte minutos del pueblo. Salimos del helicóptero con nueve o diez soldados apuntándonos; íbamos solos los dos. A continuación nos metieron en una especie de despacho para hacernos un reconocimiento médico; más tarde nos enteramos que eso lo había pedido la Embajada española. De allí nos llevaron ya a las oficinas de la policía secreta, el DAS (Departamento Administrativo de Seguridad). Ahí, y después de llevar dos días sin dormir, nos hicieron un duro interrogatorio de unas seis horas, preguntándonos lo mismo muchas veces. Después ya llamó la Embajada española para comunicarnos que al día siguiente nos iban a buscar. Y así fue, de allí volamos a Bogotá y de Bogotá a Madrid.

-Con lo sucedido ¿cómo va a quedar vuestra cooperación allí?
-(Ana)
Igual o mejor. Tenemos muchas más ganas de seguir cooperando con ellos y con ellas. Si no podemos viajar nosotros ya viajarán otros, pero en SOLDEPAZ lo que sobra son gente dispuesta a viajar para visitar los proyectos. Desde luego, la cooperación va a seguir con más ganas, con más fuerza y con más apoyo.
-(Daniel) Ahora más que nunca hay que cooperar con Colombia.
Y dejar claro que esa movilización era de los campesinos de Colombia, con la cual nosotros nada tenemos que ver, simplemente éramos observadores. A pesar de todo el viaje fue positivo, porque una vez más se internacionalizó el conflicto que vive Colombia. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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