Por fin,
llega el fin de semana. Hordas de jóvenes se lanzan a la calle con la
intención de pasar un buen rato con los colegas, tomar unas copas,
escuchar música. Para muchos, la primera parada de la ruta del fin de
semana es una cita con "el botellón". Previa visita al
supermercado para aprovisionarse de bebidas, se les ve apostados en
algunos rincones de la ciudad, con sus mega botellas de combinados
preparados con prisa. Se bebe rápido y mal. El objetivo es coger pronto
el puntín para comenzar la noche y que los efectos del alcohol hayan
remitido cuando llegue la hora de volver a casa. Todo está calculado.
¿No?
A
diferencia de otras épocas, en las que el alcohol se utilizaba como
trampolín para la relación con el entorno, ahora es en muchas ocasiones no
sólo un medio, sino un fin en sí mismo. Salir para emborracharse no es un
planteamiento poco habitual. Además el alcohol se convierte en protagonista
de juegos adolescentes: es el premio o el castigo de apuestas y concursos, y
es además el centro de muchas fiestas. Los fines de semana es habitual
recibir en los servicios de urgencias un cierto número de jóvenes con coma
etílico o incluso algún caso de muerte súbita debido a la ingesta de
alcohol. No falla. En el balance de todas las fiestas siempre hay que contar
alguna "batallita" de un bebedor al que se le fue la mano.
Durante toda la semana, hacen el tipo de vida que corresponde a su edad:
estudian, trabajan, hacen deporte. Los tiempos de ocio están perfectamente
diferenciados del resto, y saben cuáles son los días para beber. Son
compartimentos distintos en sus vidas y se cuidan bastante bien de no mezclar
unas cosas con otras. En general lo tienen claro: al César lo que es del
César. Y al fin de semana... lo que le corresponde. Es su tiempo y en él
parece que concentran una forma de "rebeldía" particular, con unas
rutinas en las que los adultos quedan completamente excluidos. Tienen sus
grupos, sus bares, sus hábitos. Muchos no conciben un fin de semana sin
alcohol. No conciben el tiempo de ocio sin alcohol. No conciben una noche sin
alcohol. ¿Beben más que sus padres? Parece ser que no especialmente. La
diferencia radica en el cambio de costumbres. Actualmente el consumo es más
compulsivo y se concentra en unos días y a unas horas muy concretas, mientras
que las generaciones anteriores se repartían más: lo que antes se bebía en
siete días ahora se bebe en dos.
Los hábitos de consumo se han ido modificando paralelamente a otros muchos
cambios que han afectado a la sociedad española en todos los terrenos.
"Ha habido un cambio sociológico importante en España -apunta José
Ramón Quirós, director general de Salud Pública-. Los drogodependientes de
hace treinta años eran personas que estaban en contra de la sociedad, que la
rechazaban. Por el contrario, hoy se está transmitiendo un mensaje que dice
que hay que vivir la vida a tope. La gente quiere ser competitiva, tener un
buen coche, un buen trabajo, ganar dinero y aprovechar el fin de semana desde
la primera hora hasta la última. Para hacer eso puedes utilizar todo lo que
esté a tu alcance, llámese speed, cocaína, anfetaminas o alcohol".
Ayuda el hecho de que seamos un país acostumbrado a salir por la noche
hasta horas muy avanzadas, un país donde es habitual beber en la calle, un
país donde el alcohol forma parte del bagaje cultural. Según Valentín
García Santos, responsable del Plan Municipal de Drogodependencias del
Ayuntamiento de Gijón, "este fenómeno está muy ligado a los cambios
culturales que se producen a partir de los años 80; los 90 son un fiel
reflejo de todo ello. El fenómeno de la rebeldía y de la imitación de roles
de los adultos ha sido aplicado por los jóvenes en esa vertiente: el consumo
de alcohol es una forma de identificar a los jóvenes que salen en grupo.
Aquél que no tiene un consumo abusivo se queda un poco fuera de esa
órbita".
A los padres les cuesta ver el alcohol siquiera como un problema potencial,
a pesar de que sus hijos adolescentes se gastan la mitad de su asignación
semanal en bebidas. "No hay que olvidar que la mayor parte de los
jóvenes han probado el alcohol incitados por la propia familia. Es una droga
social que se utiliza desde tiempos inmemoriales. La gente no considera que
sea problemático", comenta José Ramón Quirós.
"Estos no saben beber, pónense malos -dice el padre de Carlos, el
protagonista del último cómic de Los Potaje-. ¡Mira que tenemos bebido
nosotros de mozos...! ¡Pero sabiamos mexalo!". "Los jóvenes se
encuentran en muchos casos con la permisibilidad de los mayores, que no ven
que el alcohol es una sustancia que puede llevar a un problema grave cuando el
consumo es compulsivo o exagerado -apunta Valentín-. Parece que a los padres
hay otras drogas que les preocupan más que el alcohol".
Pero también se observan otras tendencias. Señala José Ramón Quirós
que al lado de los bebedores está apareciendo también un amplio grupo de
abstemios: "El consumo se está polarizando. Hay cada vez más gente que
defiende otro tipo de postura: la vida supersana, el gimnasio a todas horas,
la alimentación medidísima y obsesiva. Un comportamiento que puede caer en lo
que llamamos vigorexia. Creo que podemos tener en poco tiempo otro tipo de
tribu de estas características".
Otro dato que llama la atención es la edad a la que los jóvenes se
inician en el consumo de bebidas alcohólicas. Cada vez son más precoces. En
Gijón, por ejemplo la edad media se sitúa en los 13,6 años (*según la
encuesta sobre drogas a la población escolar de 1998, publicada por el Plan
Nacional sobre Drogas). En Asturias, según datos de la Dirección General de
Salud Pública, el 32% de los jóvenes ya ha tomado bebidas alcohólicas antes
de cumplir los 14 años. Más de la mitad de los escolares asturianos se ha
emborrachado al menos una vez en su vida, y el 34% ha pasado por una
borrachera en el último mes. Sin embargo, sólo un 15% considera que bebe
"bastante o mucho". Lo que más: combinados, sidra y cerveza.
Jamás piensan en las consecuencias a largo plazo. Quedan fuera de su
horizonte. Sin embargo, los expertos dan la voz de alarma. Los primeros
efectos surgen en el cerebro, al ser el órgano más sensible a los efectos
del alcohol. Aparecen trastornos en la memoria y el aprendizaje y son
frecuentes los cambios de personalidad. Se potencia la agresividad y los
comportamientos violentos, de hecho la mayoría de los actos vandálicos y los
altercados callejeros protagonizados por jóvenes, son cometidos bajo la
influencia del alcohol. Otras secuelas son la hepatitis, la pancreatitis y los
trastornos sexuales. Un poco más allá, el consumo abusivo de alcohol es
responsable de muertes por intoxicación etílica, cirrosis hepática y
pancreatitis; es la causa además de la mitad de los cánceres de laringe,
faringe, cavidad oral y labio. Y, por supuesto, el alcohol es responsable de
muchas muertes por accidente laboral y de casi la mitad de los fallecimientos
en accidente de tráfico. En Asturias, el 6% de los escolares declara haber
conducido bajo los efectos del alcohol, y el 5% ha tenido debido al alcohol al
menos un accidente que requirió atención médica.
Sin embargo pese a lo que pudiera parecer, no se espera un aumento
destacado de los índices de alcoholismo en las generaciones que hoy son
adolescentes. "Los problemas que los jóvenes están teniendo con el
alcohol son de intoxicación aguda; acuden a los servicios de urgencias de los
hospitales y en pocas horas se van para su casa. Hemos observado que esto
ocurre durante un tiempo relativamente limitado. Cuando se alcanza la veintena
los jóvenes dejan de beber, se hacen más responsables, cambian de vida. Es
una forma de consumo que no se mantiene durante muchos años y que no termina
en una dependencia alcohólica. De hecho no hay más alcoholismo en Asturias,
las cifras totales bajan", comenta el director general de Salud Pública.
Las conductas de los jóvenes son de tipo mimético. sus comportamientos, más
que por decisiones individuales, están fuertemente influenciados por el ritmo
que marca el conjunto, y por alguna razón se observa que a partir de una
determinada edad, que se podría situar entre los veintidós y los
veinticuatro años, el consumo tiende a estabilizarse y a convertirse en el
patrón de consumo adulto, más moderado, aunque no siempre exento de
problemas. "Hay muchos alcohólicos en Asturias y es un problema grave.
La persona que tiene realmente problemas con el alcohol suele ser un varón,
entre 40 y 45 años, que tiene problemas en el trabajo, en la familia y que
necesita atención. Ese es un tema no resuelto que se quiere trabajar desde el
nuevo Plan de Drogas".
Pese a todos los problemas que ocasiona esta "droga legal", y
pese a que existe una ley que limita la venta a menores, la realidad es que no
hay ningún problema para conseguir bebidas de alta graduación tanto en bares
y pubs como en supermercados o grandes superficies. Nadie controla realmente
la venta. "Es cierto que el alcohol es muy accesible -reconoce Ramón
Quirós-. Ocurre a veces que desde el contenido de una ley hasta su
aplicación hay un trecho, aunque puedo decir que se han reforzado las
inspecciones para detectar la venta de alcohol y tabaco a menores".
Responsables del Plan Municipal sobre Drogodependencias del Ayuntamiento de
Gijón reconocen que "es un tema muy complicado. Poner normas es
necesario, pero su eficacia resulta a veces escasa. La verdad es que prosperan
muy poco las denuncias administrativas sobre la venta de alcohol a menores.
Las leyes tienen que ir acompañadas del desarrollo de la sociedad, si no,
chocan".
Desde la Dirección General de Salud Pública prefieren tomar otro camino:
"Yo no creo que la solución esté en la prohibición, sino en darles a
los chavales en primer lugar información sobre los riesgos. En segundo lugar,
más recursos para el ocio, porque realmente no saben qué hacer con el tiempo
libre. En tercer lugar, hay que enseñarles a resistir ante la presión,
enseñarles a decir no. Esta es nuestra apuesta". ∆
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