Texto:
Isabel G. Muñiz / Foto: I.G.
"Espero
todavía dar mucha guerra"
Nos
abre las puertas de su estudio en el casco antiguo de Oviedo con una
sonrisa. Es el lugar donde Carmen da rienda suelta a la imaginación y
conecta con las musas.
A sus 59 años Carmen Ruiz-Tilve es catedrática de Didáctica de la
Lengua y Literatura, como bien dice ella "un título muy largo que
se refiere a una cosa muy bonita". Para sus alumnos es Carmen, la
profesora, y para los asiduos a la prensa diaria es la creadora de
Pliegos de cordel, una columna fija que aparece dos veces por semana en
el periódico La Nueva España.
La inquietud y la curiosidad son constantes en su vida y le han llevado
a desarrollar una actividad literaria muy variada: Publicaciones
didácticas, artículos, y estudios orientados al lenguaje infantil y la
literatura popular y femenina. El amor por lo asturiano lo heredó de su
padre, y lo refleja también en numerosas obras referidas a Asturias y a
Oviedo, en especial. Por eso es fácil encontrarla sumergida en las
bibliotecas investigando los pequeños y grandes sucesos de tiempos
pasados.
Pero sin lugar a dudas sus hijas favoritas son las novelas "la
creación es muy atractiva, en la novela te sientes más libre que en
otro campo cualquiera, porque eres dueño de lo que ocurra". Tiene
en la recámara su quinta novela, "Cuentos encadenados" y
espera encontrar tiempo en su apretada agenda para terminarla.
"Mis novelas son duras, pueden sorprender y a veces sorprenden a un
lector no avisado. Son novelas realistas o incluso hiperrealistas en las
que espero que el lector encuentre un motivo de reflexión, de
reflexión incluso desde la ironía".
Su historia es un tanto original, porque no fue a la escuela como las
demás niñas de su edad. Aprendió todo lo necesario de los prefectores
que acudían a su domicilio familiar: una casa situada a las afueras de
Oviedo en San Pedro de Los Arcos. Allí aprendió a jugar sin cansarse y
comprobó que el mundo urbano convivía de forma estrecha con el mundo
rural.
Fue al instituto en un momento en que "ir al instituto era cosa muy
rompedora porque había que ir a colegios de monjas y educarse de otra
forma". Quería hacer Historia del Arte pero al final estudió
Filología. Se casó, y tuvo cuatro hijos. Durante unos años dejó su
trabajo y acompañó a su marido, destinado en Valencia. Deseosa de
reiniciar su actividad, a su vuelta a Oviedo aprobó las oposiciones
para la biblioteca universitaria y se planteó leer una tesis doctoral
antes de los 50 años.
-Volver a la enseñanza y sacar la cátedra supuso
para ti un reencuentro contigo misma. ¿Toda mujer debe encontrar en un
momento de su vida su propio yo?
-Yo estoy convencida de que sí. Tengo amigas de mi edad que
ahora mismo están más bien deprimidas y tristonas porque no ven
sentido a las cosas, porque esa etapa de criar hijos se acabó. Yo creo
que mientras vivamos estamos a tiempo de hacer cosas. Yo hice la
carrera, después estuve tiempo sin trabajar y más tarde me propuse ser
doctora antes de los cincuenta años. En aquel momento esto no aportaba
nada distinto de mi propia satisfacción personal y por supuesto que lo
conseguí. Si Dios no me da vida, bueno, no pasa nada. Pero si me la da
espero todavía dar mucha guerra.
"Se
lee menos, evidentísimamente, y como se lee menos, se reflexiona
menos"
-Por lo que veo eres mujer de firmes decisiones,
quieres algo y vas a por ello.
-Creo que tozuda no soy, pero soy una persona voluntariosa y
activa, eso sí. Sin ningún tipo de espíritu competitivo, no lo tengo.
Yo soy libre como un pájaro y ese es mi mayor capital. Procuro cumplir
en mi trabajo lo mejor que puedo, y en la escritura no estoy adscrita a
ninguna camarilla, ni adscrita ni proscrita, espero. Esto lo hago en
libertad y si soy, tiro para adelante, como decimos aquí.
-¿El hecho de ser mujer en algún momento te ha
traído alguna dificultad?
-Profesionalmente creo que no tuve ninguna cortapisa distinta de
una que yo decidí, que fue pasar un tiempo fuera de la profesión.
Quizá ese tiempo que estuve voluntariamente dedicada a ser ama de casa,
a ser maruja, que es una cosa que ahora es tan peyorativa, y no sé por
que tiene que serlo con respecto a otras cosas.
Las mujeres estamos ganando etapas, pero ahí está el techo de cristal,
es decir, crees que no hay nada pero hay una cosa que te impide crecer.
A veces creemos que lo hemos conseguido todo, y eso es peligrosísimo,
porque te duermes en los laureles. Nos falta por conseguir muchísimas
cosas y también he de decir, que a veces las mujeres somos nuestras
peores enemigas.
"La
sociedad lo que quiere es que la Universidad forme funcionarios y
tecnócratas" |
-¿En qué sentido?
-Te voy a contar un ejemplo que me viene ahora. Estoy trabajando
desde hace cinco años en unos artículos de La Nueva España. Para ello
tengo que buscar muchos datos, pues ya van dos casos seguidos de mujeres
de mi edad que dicen: "¿Cómo tienes tiempo, cómo es posible que
reúnas tantos datos? Pero ya me lo explicó mi marido: Es que te lo
dejó hecho tu padre". La cuestión no admite paliativos, mi padre
me dejó cosas mucho más importante que un archivo. En vez de pensar
¿por qué no va a hacerlo ella por sí misma? se quedaron muy campantes
con la explicación. Ahí está el techo de cristal otra vez.
-¿Cómo es Carmen Ruiz?
-Soy una persona espontánea e impaciente. Creo que mis
cualidades son a la vez mis defectos. Soy una persona impaciente, porque
soy muy activa, entonces las cosas las quiero ya. Nunca pido a los
demás algo que yo no les dé, eso me pasa con los alumnos. Es decir, yo
les pido respeto porque les doy respeto. No practico el muchachismo,
pero sí tengo cordialidad y pido a cambio, que si se me viene a clase,
pues la gente se calle y si no que se marche. No pasa nada por no venir
a mi clase. Y con los amigos igual, soy una persona muy leal, y me
fastidian mucho las traiciones. Me horrorizan una serie de cualidades
que andan por ahí circulando como es el aparentar, el trepar
socialmente, esa falsedad tan grande que ves en tanta gente. Eso me da
risa. Y veo por ahí mucha gente, digamos, socialmente ridícula.
"A
veces las mujeres somos nuestras peores enemigas"
-¿Qué es lo que más valoras de tu vida?
-Hombre, tengo unas lagunas muy grandes. Me falta mucha gente
querida, mi marido, mis padres, me falta mucha gente alrededor, pero
tengo unos hijos estupendos y me tengo a mí. Y valoro esa tranquilidad,
ese hacer lo que quiero, lo que me gusta. Aprecio muchísimo la
libertad, creo que en cierto modo la tengo, y eso lo aprecio mucho. Es
esa libertad que no choca con la de otros. Estar aquí contigo charlando
ahora, este ratín aquí, sosegado, vale muchísimo. Yo me agarro a lo
que tengo, me agarro a algunas personas, por supuesto a los míos
cercanos, a la literatura, a esta libertad pequeña.
-¿Tienes algún objetivo a conseguir en tu faceta
literaria?
-Mi objetivo sería tener un año sabático para escribir, pero
no es fácil. Antes pedía un año sabático, después acabé pidiendo
una semana, pero no tengo ni una semana sosegada. Quizás, como soy
hiperactiva no la acabaría encontrando nunca. Estoy acabando una
novela, pero tendré que esperar al verano, porque cuando doy clase se
me llena la cabeza. Me entrego a lo que estoy explicando, preparando,
pensando y entonces la novela no cabe, porque la novela es muy
ambiciosa, te quiere toda. Irán surgiendo otras cosas pero no tengo
metas remotas, las tengo cercanas.
"Llevo
muchos años trabajando con gente que tiene una media de edad de veinte
años, y encuentro que tienen muchísimas virtudes, lo que ocurre es que
hay prisa por hacerse adultos" |
-¿Estás de acuerdo con que la juventud actual vive
una gran falta de valores?
-Llevo veintitantos años trabajando con gente que tiene una
media de edad de veinte años, y encuentro que tienen muchísimas
virtudes, lo que ocurre es que hay prisa por hacerse adultos, prisa que
está condicionada por los adultos. Es decir, enseguida a los niños se
les quita de jugar, y esto hace que hayamos perdido curiosidad por las
cosas. También se lee menos, evidentísimamente, y como se lee menos,
se reflexiona menos, se tienen menos fuentes para crear la personalidad
de cada cual a través de muchísimas lecturas. No pienso en absoluto
que la juventud no tenga valores, lo que creo es que hay poco sosiego
para apreciar esos valores individuales. Yo de los alumnos recibo mucho,
creo que el contacto con otra generación te ayuda a estar en contacto
con esa realidad que te mantiene joven.
-¿Qué te aporta a ti el contacto diario con la
juventud?
-Bueno, a mí me parece muy bueno. Yo si me quedé con la
enseñanza es porque a mí los ojos de los alumnos cuando escuchan, esa
atención, eso para mí es un pago absoluto. Efectivamente tengo que
decir que la Universidad está cada vez peor. Pensé durante un tiempo
que era un sitio maravilloso en el que íbamos allí a una especie de
templo del saber, del aprender y del enseñar, y ahora estoy viendo que
es un lugar en el que los trepas tienen mucha cancha y que hay una serie
de cosas que quedan impunes. Lo siento porque es mí patrón la
Universidad, pero lo veo así. Creo que a veces los alumnos merecen
más, y los profesores también, aunque hay algunos que nos empañan el
expediente al total.
"Soy
libre como un pájaro. Ese es mi mayor capital"
-¿Por qué la Universidad ha dejado de ser un
semillero de ideas renovadoras y revolucionarias?
-Quizás porque hay demasiados alumnos, por la prisa, esa
dichosa prisa. Ese tener demasiadas asignaturas y muchas horas de clase,
que no te permiten -hablo desde el punto de vista de un alumno- poder
pensar por tu cuenta, contrastar con los libros. Se lee cada vez menos.
La "apuntitis", es una enfermedad gravísima, y en este
sentido las fotocopias hicieron un montón de daño, porque te vas
llenando de papeles que no puedes asimilar y que no te permiten
reflexionar.
Además la sociedad lo que quiere es que la Universidad forme
funcionarios y forme tecnócratas. Yo soy más bien, y mis alumnos lo
saben, suscitadora de problemas que de soluciones. Dos y dos no son
cuatro afortunadamente, al menos humanísticamente hay matices. Yo
quisiera que los alumnos aprendieran a matizar y no a dogmatizar, y cada
vez se tiende más a eso, a que la Universidad sea un sitio doctrinario.
Y tiene que ser un semillero de inquietudes y de revoluciones, como
decías tú.
-Veo que tienes un espíritu rebelde.
-Lo tendré siempre. ∆
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