Texto:
Isabel G. Muñiz / Foto: Fusión
Una vida
entre líneas
Aunque
los hubo, no recuerda que otros premios ha recibido porque ya pertenecen
al pasado, y Conchita es de las personas que tienen la mirada puesta en
el futuro. Le falta tiempo para todo lo que le gustaría hacer, para
todo lo que necesita leer.
Hija de maestra y de un librero liberal, heredó el negocio de su padre,
la librería Cervantes de Oviedo. Ha sido la encargada de mantener viva
la tradición familiar, la saga de libreros. No sólo ha conseguido
mantener e incrementar el prestigio de la librería, sino que se ha
lanzado a conseguir nuevos retos internáuticos. Y su página web
registra un importante volumen de venta de libros a través de la red.
-¿Qué te ha supuesto recibir el premio Xana?
-Quizá no tengo ningún mérito porque estoy haciendo lo que me
gusta, y cuando uno hace lo que le gusta y encima le premian, la verdad
es que te llevas una sorpresa. Yo estoy aquí porque es apasionante, no
te puedes imaginar la diferencia que hay con otro tipo de comercio, el
público que viene es un público con un nivel completamente distinto.
Como librero tienes que asesorar a la gente. Esa es la tarea más
atractiva. Tú vienes y me dices "recomiéndame un libro", y
yo tengo que preguntarte de qué pie calzas, cuál es tu gusto, qué has
leído.
-¿Qué libros han revolucionado tu pensamiento en un
momento determinado de tu vida?
-Yo leo mucho novela. Dicen que cuando llegas a la edad madura
derivas por la historia o biografías, y yo debo ser todavía de una
mente infantil porque me gusta mucho la creación literaria, creo que
tiene mucho mérito. Y las novelas según la época me impactan mucho.
Hace años "Malena es un nombre de tango" fue mi libro de
cabecera. En él se ve a una mujer superando handicaps, tabús, y quizá
cuando yo llegué a la edad madura fui olvidando los complejos, los
handicaps que en cierto modo tenemos. Ahora me impacta no uno, sino
muchos. Podríamos decir que yo soy muy voraz, y rara vez vuelvo a leer
el anterior porque tengo tanto por delante que no puedo mirar para
atrás.
"Rara
vez vuelvo a releer un libro, porque tengo tanto por delante que no
puedo mirar para atrás."
-¿Qué escollos tuviste que superar por el hecho de ser
mujer?
-Yo creo que los mismos que la mayoría de los que vivimos la
posguerra. Yo cumplo ahora 65 años, y mi juventud fue la posguerra. Yo
no fui traumada por todas las represiones que había, pero sí me doy
cuenta de que me han cortado mucha parte de libertad porque no teníamos
ni la mitad de placeres que podemos tener ahora. El placer más
recóndito y más importante era la lectura. Cuando empiezo a salir al
exterior y empiezo a ver que hay otros mundos te das cuenta de que te
han cortado muchísimas alas de aquel momento. Y eso que yo era de una
educación bastante liberal mi madre era maestra y mi padre era un
librero muy abierto a todas las ideologías, por lo tanto yo fui de
escuela pública, de instituto, de Universidad, pero después te
encontrabas con ambientes muy enclaustrados. Lo que pasa es que a mí me
sirvió para hacer una especie de poso literario. Cuando me preguntaban
"¿qué quieres hacer?, yo respondía que lo que quería era leer,
porque leer era placer.
-De la pequeña Librería Cervantes al local que tenéis
hoy día hay un gran paso. ¿Cómo se asumió este cambio?
-Quedaba muy pequeña la librería de arriba, buscamos
ampliación al lado, pero no podía ser, entonces vino la casualidad que
nos ofrecieron este local que tenía 500 metros. Me asustó un poco la
aventura pero tuvimos suerte y ahora en este local ya tenemos 1200
metros, hemos ampliado hacia abajo y hacia arriba, dispone de cinco
plantas. La gente también nos acompañó mucho y nos dio muchos
ánimos.
-¿Supuso un riesgo?
-Sí, era la primera vez que pedía crédito a un banco. Mi
padre era de los que si no tenía el dinero no compraba. Tú sabes que
ahora esto es todo lo contrario, te empufas por menos de nada, y a mí
todavía me cuesta trabajo.
-En un negocio de tanta tradición ¿qué papel juega la
modernidad?
-La nuestra es una librería bastante histórica, porque data
del año 21, sin embargo yo trato de que sea una librería histórica
pero no antigua. Afortunadamente tengo un sobrino conmigo trabajando que
es de la tercera generación de Quirós, y estamos muy metidos en el
tema de las nuevas tecnologías. Tenemos una página web en el espacio y
seguimos funcionando en plan familiar. No es una librería virtual,
nosotros somos una librería real que tiene una ventana en el espacio,
es decir, que si entras en nuestra página haces incluso un paseo por la
librería, ves los espacios de la librería, e insistimos mucho que
somos gente de carne y hueso los que estamos detrás y que si tú tienes
algún problema nosotros te lo vamos a resolver a título personal.
Estamos empezando, pero ya se vende a Corea, a Jerusalén, etc. Se trata
de mirar hacia adelante y perder el miedo. Si tienes un enemigo y no lo
puedes vencer, en vez de enfrentarte únete a él. Hay que aprovechar
las ventajas e ir hacia adelante con ello.
"Creo
que hay que tener mucho respeto a las profesiones. Si lo quieres hacer
bien tienes que estar todo el día aprendiendo."
-¿Cuál fue el momento más duro a lo largo de tu vida
como librera?
-El recuerdo primero más duro es de la época de la
transición, cuando amenazaron a mi padre por teléfono un día de
Navidad, probablemente porque era un hombre que era muy respetuoso con
todas las ideologías y tenía amigos en todos los bandos.
Afortunadamente no nos pasó nada grave, como ocurrió en San Sebastián
con la librería Lagun. A nosotros simplemente nos amenazaron por
teléfono, pero fue suficiente para desazonarnos. Por otro lado siempre
hay contratiempos económicos, comerciales, personales... pero cuando no
puedo resolverlos pues los pongo atrás y sigo empujando para adelante.
Soy positiva para buscar otros caminos.
-¿Qué recuerdo guardas con más cariño de tu
juventud?
-En tiempos de posguerra, el de venir a ayudar a mi padre a
desatar paquetes, a atar libros, a marcarlos, a sentarme en un rincón
mientras nadie me llamaba y ponerme a leer. Ahora que llegan las
navidades recuerdo siempre que el turrón aparecía como un artículo de
lujo. Mi padre no sé cómo conoció a alguien de los almacenes de
turrón y compraba en cajas para unos cuantos amigos. Después, en
vísperas de Reyes se repartían aquí las tabletas a precio más barato
y si sobraba algo se repartía entre los que estábamos trabajando
aquí.
-El hecho de ser mujer en el mundo del libro ¿te supuso
alguna vez algún problema?
-Yo nunca tuve problemas como empresaria, aunque siempre hay el
simpático que me pregunta que cuándo puede hablar con mi marido. Pero
en el mundo de los libros hay muchas mujeres bibliotecarias y libreras.
Hasta ahora yo creo que fue considerado un poco una profesión de
segunda fila, el hombre accede más a puestos técnicos, en cambio el
comercio siempre fue muy dedicado a las mujeres.
Además tengo un equipo sensacional, eso es otro plus. Mi padre me dio
un par de consejos muy buenos: el primero rodearme de gente entusiasta,
tratarlos bien, pagarles bien. Yo tengo gente que lleva treinta y tantos
años trabajando conmigo. Y después también servir al público es
decir, ponerme en el lugar del público. Yo digo que vendo servicios,
más que libros, los libros los tenemos todos los libreros, pero ese
plus que tú añades de eficacia, de atención, de ponerte en tu sitio,
es lo que puede diferenciar un establecimiento de otro.
-¿Echas en falta el disponer de más tiempo?
-Sí, me falta tiempo para todo, para leer y para hacer cosas.
Pienso que no voy a tener ni tiempo de morirme porque me faltan
muchísimas cosas por hacer en la vida. Probablemente soy demasiado
imaginativa. Y para leer igual. Leo mucho en la cama cuando voy a
dormir, en vacaciones, leo los sábados y domingos todos los suplementos
literarios, porque el lunes el cliente nos examina. Tienes que estar al
día y estar muy inmerso en la sociedad. Me faltan horas, ya digo.
"Si
tienes un enemigo y no lo puedes vencer, en vez de enfrentarte únete a
él. Hay que aprovechar las ventajas e ir hacia adelante."
-¿Alguna vez se te pasó por la cabeza que fueras tú
quien escribieras?
-Sí, lo pensé, pero me encuentro incapaz. Soy una persona que
vivo la vida en vez de archivarla. De alguna manera soy consciente de
que soy un poco mayor y que tengo que empezar a ir hacia atrás y
recoger cosas, pero para escribir no me siento capacitada. Quise ser
editora, con unos buenos amigos, Ediciones Trea, pero al primer libro
que editamos me di cuenta que no se pueden ser varias cosas medianamente
bien, con calidad. Creo que hay que tener mucho respeto a las
profesiones y si lo quieres hacer bien tienes que estar todo el día
aprendiendo. La primavera pasada hice un curso de librerías culturales
en Castellón de la Plana porque me interesaba el tema, yo sigo haciendo
cursos y cosas porque quiero aprender todo lo que me falta.
-¿Tienes algún proyecto en mente?
-No, ahora mismo quiero consolidar la parte del final de la
segunda planta. Estamos empezando a diseñar un foro cultural, que trate
de ser una respuesta a todas las inquietudes que haya en la zona, que
incluya no solamente presentaciones de libros, sino exposiciones, firmas
de autores. Necesito patrocinadores, voy a ver si encuentro a alguien
que me ayude, porque claro, cuesta dinero.
-¿Qué son para ti los libros?
-Pues en una palabra, vida. Como dice una canción, todo está
en los libros, absolutamente todo. Con el libro tienes la vida completa.
Yo siempre miro y digo "pues esta persona tiene que ser una persona
interesante porque está hojeando un libro que a mí me podía
interesar". Un libro es el instrumento o el vehículo de
comunicación más importante que hay, y a mí me interesa mucho
comunicarme con la gente, hablar con la gente. El libro te da pautas
para ello. ∆
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