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SUPLEMENTO ASTURIAS 

   JUAN COFIÑO GONZALEZ 
DIPUTADO SOCIALISTA EN LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO

Texto y foto:  Lupercio González

SIN DOBLECES


JUAN COFIÑO GONZALEZ

No tiene reparos en llamar a las cosas por su nombre, no le gustan las medias tintas, no le importa el precio, sólo quiere ser coherente y consecuente con lo que piensa, aunque ello implique un coste elevado. Sólo la verdad da la libertad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Estamos necesitados en estos momentos de hacer un análisis en profundidad de dónde está Asturias situada en el contexto internacional"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Añoro los tiempos cuando yo comencé en la política en los que ésta tenía muchos más elementos de utopía"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"El Partido Socialista en el que milito tiene que ser alternativa de gobierno desde un programa político diferenciado"

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"El Partido Socialista Español, al menos el que yo conozco, también el asturiano, ha vuelto la espalda a la solidaridad en el terreno internacional"

Desde muy temprana edad Juan Cofiño sintió su vocación política, en especial a finales de los setenta, cuando nuestro país estaba en un proceso de cambio y transformación espectacular. En un principio compaginaba su actividad profesional con la política, pero al final, esta última le ganó la partida, y a día de hoy lleva 18 años como diputado regional. Ha sido el impulsor de la franquicia Crivencar, ha gestionado una explotación ganadera; como sindicalista, fue el primer secretario general de la Unión de Campesinos Asturianos (UCA), ha ocupado cargos como consejero de Obras Públicas o secretario de la Presidencia del Gobierno. Sus opiniones recientemente han generado ríos de tinta en los medios de comunicación. "En los últimos meses -comenta Juan Cofiño- se ha escrito bastante con ocasión de algunos asuntos concretos en los que he tomado parte relevante, como el de la ley de Cajas, que ha provocado cierto grado de tensión en nuestra comunidad autónoma".

-¿Satisfecho al final de todo?
-
Me siento especialmente satisfecho porque creo que se ha rendido uno de los mejores servicios que se podía hacer a la región, y ha sido reponer -y lo digo con todas las consecuencias- la honestidad y la honradez en esa institución fundamental y de referencia para todos los asturianos que se llama Cajastur.

-Para ti ¿qué implica ser socialista?
-Desde el punto de vista del compromiso político, la honradez, la honestidad y la transparencia en la gestión de la cosa pública, que debe ser predicable en todo el mundo que se dedique a la política. Más allá de esto, es tener establecido un compromiso de trabajo en la vida en general y en el ejercicio de la acción política cuando corresponda, y unos principios que yo considero inmutables, que identifican al socialismo desde siempre. Ser socialista sigue siendo lo que era hace ciento y pico años, es sencillamente hacer una militancia a favor de la solidaridad, de la libertad, de la fraternidad, de la igualdad, aunque creamos que son conceptos que nunca estarán logrados al cien por cien. Probablemente algunos de estos conceptos estén más lejos hoy de su plenitud que hace cuarenta o cincuenta años.

-Honestidad, honradez... ¿es difícil ser consecuente con esos principios?
-Tiene costes. La honestidad, la honradez son conceptos que no se pueden relativizar; o se ejercen en términos absolutos, o no valen la pena. No es difícil, si uno ha llegado a la política inmerso en esos principios. No es difícil en el plano interno, pero sí lo es al ejercerlos todos los días frente al exterior, porque tiene costes de todo tipo. En la sociedad que vivimos, plagada de intereses económicos y materiales, es evidente que este radicalismo en materia de honestidad y de honradez choca con esos intereses. Y eso tiene costes, algunos de los cuales estoy sufriendo, y los asumo. Hay algún medio de comunicación en concreto, aliado con intereses determinados, que se ha visto afectado por las últimas actuaciones mías, y me han estado pasando factura, incluso de una forma excesiva. Han utilizado métodos y medios, que no son predicables en un correcto entendimiento de la profesión periodística, pero en fin, eso es la responsabilidad de cada cual.

-¿Crees que los medios de comunicación son responsables de que la vida política esté tan enrarecida?
-La relación entre los políticos y los medios de comunicación, es siempre compleja y problemática. Los medios de comunicación tienen intereses y también responden a ellos; en muchos casos son legítimos, en otros no tanto, pero son intereses al fin y al cabo. El principio de la libertad de información es básico y fundamental, y hoy la prensa es un poder más, no el menos relevante precisamente. Yo creo que los poderes tienen que disciplinarse también, y en este país, probablemente, no ha empezado esa tarea. Yo no soy ningún censor, todo lo contrario, pero creo que un buen entendimiento de libertad de prensa pasa por regularla. Todos los poderes del Estado están reglados y el de los medios de comunicación necesita someterse también a reglas. Este país ha vivido una época demasiado larga de opresión y de falta de ejercicio de libertad de información y de prensa. Es probable que estemos viviendo la ley del péndulo y nos hayamos pasado al extremo opuesto.

-¿Qué pasa con la clase política que cada día está más devaluada?
-Creo que no hay una respuesta unívoca, porque no es un solo elemento el que juega aquí a favor de esta valoración tan penosa. A mí no me gusta la expresión "clase política". Venimos de una etapa en la que la actividad política acaparaba todos los planos de la actualidad y era además ilusionante. Luego, cuando la política se instaura y se ejerce en el campo de la normalidad, momento en el que estamos, pues surge un elemento de desmotivación. Pero eso no explica el problema: la tan baja estima que tiene el ciudadano español por la política y por la clase política. Creo que tenemos que hacer una lectura crítica de nosotros mismos y de lo que hemos hecho.
Si a eso añades que los partidos, prácticamente todos, vamos corriendo todos hacia el centro político, tal vez sea más difícil explicárselo al ciudadano, porque tampoco hay grandes diferencias, ni programáticas ni de política en general entre uno y otro partido. Yo por eso reclamo siempre que el Partido Socialista tiene que ser alternativa de gobierno desde un programa político diferenciado. Por tanto, hay que regenerar el partido desde el punto de vista de la ética, de los comportamientos.

-¿Crees que la izquierda tiene que redefinir sus parámetros?
-Bueno, todos sabemos que la política, ni siquiera desde la izquierda en Asturias, ha servido realmente para salvar o para remontar una situación de crisis generalizada. De hecho estamos en estos momentos -hay que reconocerlo- sin un modelo de crecimiento económico y probablemente sin un modelo de región perfectamente dibujado y por el que dar la batalla. Hay un problema de la izquierda en general. El Partido Socialista, por hablar del partido mayoritario de la izquierda, está viviendo una fase de desorientación ideológica sin paliativos. Se escuchan voces que cuestionan incluso la vigencia de determinados principios a los que me he referido antes, y a los que no renuncio. Creo que la izquierda, tanto en España como en Europa, ha tenido necesariamente que dar pasos para asumir el sistema capitalista. Somos presos de esa situación, porque vamos de la mano de ese compromiso hacia nuevas formulaciones del capitalismo. No tenemos, desde el socialismo en general, armas o estrategias para combatir o para tomar posición en relación con asuntos fundamentales, como los grandes movimientos de masas, de capitales, como los asuntos medioambientales a escala universal, hacia las nuevas formas de los mercados de trabajo.., en definitiva, como opción de izquierda no tenemos estrategia frente a los nuevos fenómenos del capitalismo. Se está reclamando permanentemente por parte de todo el mundo, que se redefinan, que se perfilen, que adquieran nitidez, los postulados de la izquierda hoy.

-A día de hoy ¿qué balance harías del gobierno Areces?
-Yo formo parte de un grupo parlamentario que apoya a este gobierno. Dicho esto, yo tengo matices que hacer. Respecto a la gestión, no tanto del gobierno como del propio presidente, todo el mundo sabe que yo no comparto, desde el punto de vista de la forma y del fondo, la manera en la que se está desarrollando la tarea de gobierno. Me estoy refiriendo al excesivo presidencialismo. Yo creo que el programa electoral socialista se puede gestionar de muchas maneras, pero no como se está haciendo en estos momentos.
De todas formas yo no quiero ser catastrofista ni tampoco especialmente optimista. Los datos objetivos de la economía están ahí, aunque no es un tema que afecte sólo a este gobierno en concreto. Lo que está claro es que entre todos no somos capaces de que se produzca un punto de inflexión en la economía regional. Todos los indicadores que tenemos a día de hoy encima de la mesa, son indicadores tremendamente negativos. El PIB regional, del paro, del crecimiento, etc, son indicadores que desde luego no invitan al optimismo. Esto no es una opinión, sino la constatación de datos, y repito que no son exclusivamente achacables a este gobierno. En definitiva, necesitamos en estos momentos hacer un análisis en profundidad para situar Asturias en el contexto internacional.

-¿Crees que la utopía es una forma de ilusión errónea?
-No si uno es consciente de dicha utopía. Si no tienes una determinada dosis de utopía, no eres válido para estar en política. En política no se puede estar únicamente por un mero ejercicio de pragmatismo, ya que entonces estaríamos hablando de mera gestión administrativa de la cosa pública. La política implica una cierta dosis de ilusión, de utopía y de convencimiento en la necesidad de transformar la vida y las cosas.

-La solidaridad ¿vale la pena?
-Sí, desde luego, por muy gastada que esté o aunque demasiadas veces se haga un uso perverso del término, sigue siendo un concepto absolutamente vigente. El término solidaridad puede conjugarse desde muchos puntos de vista, uno de ellos es el plano internacional. El Partido Socialista Español, al menos el que yo conozco, también el asturiano, ha vuelto la espalda a la solidaridad en el terreno internacional. Yo denuncio sobre todo nuestra incapacidad para corregir lo que ha sido una constante histórica en el Partido Socialista, que siempre ha tenido una variable interna aplicada a la solidaridad, o por lo menos la teorizaba en sus manuales, en sus ponencias y cuando pudo la practicó, sin embargo hoy el Partido Socialista apenas piensa en este término, justamente cuando el mundo está más necesitado de conjugar de verdad el concepto de solidaridad.

-¿Qué te gustaría que se hiciese realidad cara al futuro?
-Que los malos síntomas que se perciben en relación con el desenvolvimiento de la política en Asturias no se consoliden. Añoro los tiempos cuando yo comencé en la política, junto con otros muchos compañeros, tiempos en los que la política tenía muchos más elementos de utopía. Antes en política se entraba por vocación, con ilusión y con bastante dosis de utopía; hoy la política, por desgracia, es algo más prosaico. Hay demasiados intereses, demasiados malos comportamientos, demasiadas mezquindades. Por eso mi mayor deseo es retrotraer ese espíritu de la política de finales de los años setenta.
En cuanto a Asturias, que sea una sociedad mucho más pujante, con unos elementos y con unos indicadores de desarrollo diametralmente opuestos a los que sufrimos y padecemos. Que los problemas del paro, la falta de crecimiento económico, de la escasa natalidad industrial, la capitalidad industrial, sean problemas que vayan desapareciendo de nuestra tierra. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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