-¿Qué está pasando en la izquierda?
-La izquierda en estos momentos sufre una profunda crisis de
identidad en relación con un mundo que cambia, un mundo en que cada vez es
más determinante el interés económico de las grandes multinacionales, un
mundo en el que cada vez tienen menos valor las demandas de la humanidad.
Cuando la humanidad y sus necesidades quedan en un segundo plano, no es
extraño que la izquierda pierda fuerza y atraviese una profunda crisis de
identidad. A la izquierda se le plantea el riesgo de las viejas seguridades,
el riesgo de quedarse -en términos ideológicos- en el pasado, y de ser
incapaz de influir en el presente. Hay otro problema añadido y es que en
este contexto de globalización, tanto económica como comunicacional, hay
una parte de la izquierda que se suma a ese discurso general, y únicamente
lo matiza, considerando que lo máximo que se puede hacer es gestionar la
globalización e intentar que no sea demasiado gravosa.
-¿Cuáles son los nuevos retos de la izquierda?
-El reto es mantener la identidad sin sumarse al carro neoliberal y
hacer de la necesidad virtud, como está haciendo una parte de la izquierda;
incorporar valores que han aparecido en las últimas décadas, que tienen
que ver con la sostenibilidad del desarrollo, con el medio ambiente, con los
valores pacifistas. En estos momentos es fundamental que se mantengan y se
refuercen los valores e ideas de igualdad social y de liberación en un
sentido amplio. Y a la vez que sea capaz de enfrentar los retos de un mundo
globalizado y cada vez más interconectado, en el que es necesario dar
respuestas globales. Ese es el reto fundamental de la política y de la
democracia, porque la globalización está haciendo retroceder las
conquistas sociales del movimiento obrero, de la política y de la
democracia. Cada vez más las instituciones democráticas están siendo
sustituidas. En estos momentos, las grandes decisiones no pasan por los
parlamentos nacionales, y desgraciadamente, tampoco por las Naciones Unidas,
sino que se realizan en las rondas, como la Ronda Uruguay, se realizan en el
Banco Interamericano de Desarrollo, o en el Fondo Monetario Internacional, o
en el Banco Mundial. Ahí es donde se están tomando las grandes decisiones,
en las que ni la izquierda ni la democracia tienen ningún papel.
-¿Qué perfil necesita ahora mismo a nivel nacional Izquierda Unida?
-Yo creo que necesitamos un cambio en la organización y en la política
de IU. Una vez que ya está claro que no tenemos un problema de identidad ni
un problema de proyecto, que la gran mayoría de IU coincide en los valores
de la izquierda, que coincide además en el proyecto Izquierda Unida, que no
es el de un partido político clásico, sino que intenta tener una relación
fluida con las organizaciones sociales y que intenta establecer formas de
militancia alternativas, una vez clarificado eso, que yo creo que es
compartido por toda Izquierda Unida, nuestro problema hoy es
fundamentalmente realizar los cambios que necesitamos en la organización,
la dirección y la iniciativa política.
-¿En qué línea deben ir esos cambios?
-Ahora mismo está teniendo lugar un debate, no solamente de línea
política, ni de cambios organizativos, sino de qué modelo de dirección
queremos para el futuro, y dentro de eso, qué liderazgo. Yo creo que en IU
debe haber un liderazgo compartido, colectivo, no personal. Lo importante es
que el cambio de la dirección signifique también nuevos métodos, nuevas
actitudes, nuevos talantes. Debemos construir una organización más plural
y más federal. Hemos tenido escisiones en el pasado que nos han provocado
una merma de pluralidad y también han trasladado a la organización una
dinámica de falta de cohesión. También hay cierta desconfianza como
producto de todas estas crisis. Yo creo que eso tiene que cambiar. Izquierda
Unida tiene que ser una organización capaz de acoger toda esa pluralidad e
intervenir de forma, no homogénea, sino coherente.
-¿Qué fue lo que te impulsó a tomar la decisión de presentar tu
candidatura?
-No es flor de un día, ni es una idea que se concreta de forma
súbita. Yo formo parte de la dirección de Izquierda Unida hace ya casi una
década. En los últimos tiempos varios compañeros compartimos la necesidad
de un cambio en la organización, un cambio consensuado. La razón para
hacer pública la candidatura es que yo pienso que ese cambio, para que sea
creíble, además de tener una clara voluntad integradora, tiene que ser una
propuesta de carácter independiente. La candidatura pretende además
cambiar los métodos tradicionales de renovación de liderazgo en la
izquierda. Hay que conciliar necesariamente, el pacto interno con una mayor
participación de la organización. Es decir, el pacto interno debe
garantizar que no se produzca una fractura, debe garantizar la ilusión de
la organización, el compromiso con una nueva etapa. Además de esto, es una
candidatura que cuenta también con apoyos importantes en la organización,
con apoyos de federaciones, y con apoyo de la pluralidad de Izquierda Unida
-No aparece ninguna mujer en la lista de los candidatos...
-Aparecerá. Yo estoy convencido. Hay un grupo en Izquierda Unida,
vinculado a la plataforma de Madrid, y que tiene una dirigente que es Nines
(Angeles Maestro). Yo creo que es una persona que hay que tener en cuenta en
todo este proceso. Seguramente saldrá como candidata.
-También ha habido un movimiento de renovación en el partido
socialista. ¿Cree que es factible nuevo acercamiento entre las dos
formaciones?
-No ha habido un acercamiento por parte del Partido Socialista al
espectro de la izquierda. El debate político ha sido lo de menos en el
congreso del Partido Socialista, quizás porque no era un problema para el
ochenta o el noventa por ciento de la organización. Están bien encuadrados
en lo que podemos llamar un social liberalismo, un centro izquierda. No
tienen problemas en estos momentos de reubicación, por eso no ha habido
ninguna orientación hacia la izquierda. Pero yo creo que eso tampoco es
malo. Desde el punto de vista de Izquierda Unida, no se acercan al espacio
que nosotros representamos. Lo que se demuestra con este congreso del PSOE
es que hay un importante espacio de izquierdas que tenemos que intentar
representar. Esto es un estímulo para IU desde el punto de vista político.
Y aunque parezca contradictorio ahí puede haber una relación distinta, una
nueva etapa en las relaciones en la izquierda, porque es indudable que en el
pasado las relaciones estaban condicionadas por una visión, por parte del
Partido Socialista, de monopolio de la izquierda.
-¿Qué crees que cambiará después del congreso socialista?
-El PSOE ha hecho gala de una retórica muy izquierdista y una
práctica conservadora. Yo creo que después de este congreso va a ser
distinto. Quizás la retórica y la práctica se acerquen más, y ese social
liberalismo, o ese centro izquierda va a ser más coherente. Y en ese
sentido, yo creo que pueden mejorar las relaciones con Izquierda Unida,
podemos quizá abrir una nueva etapa de reconocimiento mutuo, cada uno en su
espacio político, pero al mismo tiempo reconociéndonos mutuamente como
parte de la pluralidad de izquierda. Podemos ir generando espacios comunes,
espacios puntuales de coincidencia frente a la política conservadora del
Partido Popular, frente a los ataques a los derechos sociales. Podemos ir
reconstruyendo una alternativa plural de la izquierda al gobierno de la
derecha. Y ahí tenemos un reto muy importante que quizás en mi opinión no
estemos abordando de forma satisfactoria.
-La derecha transmite una imagen de unidad que quizá debería copiar
la izquierda.
-La derecha en España representa fundamentalmente intereses. En mucha
menor medida representa ideas y valores, y por lo tanto tiene mucho más
fácil ser una derecha unitaria, ya que si además disfruta del poder, le
resulta mucho más fácil conciliar esos intereses. La izquierda tiene un
problema añadido y es que se basa en valores que son diversos, son ideas
que se han ido configurando históricamente y que son complejas, distintas y
plurales. Por otra parte es una izquierda que está a extramuros del poder,
está en la oposición. Si a todo esto le sumamos que estamos en unas
condiciones donde tanto la economía como el pensamiento, es la economía y
el pensamiento de la derecha, pues no es de extrañar que la izquierda se
encuentre en una situación difícil para ese proceso unitario, atomizada,
desorientada, y tenga más dificultades que la derecha para presentar una
alternativa unitaria. De todas formas, yo creo que es posible una
alternativa unitaria de la izquierda, siempre y cuando se base en una
comunidad de valores, que tenemos que reconstruir en un acercamiento
programático y en un respeto a la pluralidad.
-¿Qué camino hay hacia esa unidad de la izquierda?
-Yo no creo que sea automático, ni fácil. Deberíamos aprender de
algunos intentos que se han frustrado, como por ejemplo el intento de que
una sola formación monopolizase la izquierda, buscando la alternancia
mayoritaria con el partido de la derecha. Yo creo que se ha demostrado que
ese no es el camino de la alternativa política, y tampoco es el camino de
la alternancia porque no ha conseguido superar a la derecha. Yo creo que ese
camino está frustrado. Pero hay otro camino que no necesariamente está
frustrado, aunque ha mostrado sus insuficiencias, y es el de la suma
electoral, la suma de dos fuerzas previa a una campaña electoral. Nos
sirvió para parar el golpe en las últimas elecciones, un golpe que hubiera
sido mayor, estoy convencido si no hubiéramos llegado a algún tipo de
entendimiento. Pero desde luego no es el camino unitario que necesitamos: El
camino unitario es mucho más profundo y por tanto tiene que ser labrado
desde la oposición y desde los gobiernos municipales de forma sosegada, con
coincidencias en la sociedad, en el programa, en las actitudes y en los
modelos de gestión. Yo creo que eso es lo que puede ir generando una
alternativa. Creo que en los acuerdos de estas elecciones generales había
insuficiencias muy importantes, en el programa, en la imagen de la campaña
electoral, pero sobre todo en el proceso anterior, ya que no era un proceso
con una fuerte base social, política y programática. Por lo tanto parecía
únicamente una solución electoral a nuestros problemas, no una
alternativa.
-¿Qué balance haces del Gobierno asturiano, hasta el momento actual?
-Yo creo que la percepción de todos los asturianos es que el Gobierno
ha perdido una buena parte del caudal de confianza que se le dio en estas
elecciones. No lo ha sabido administrar porque ha entendido,
equivocadamente, que la confianza se le atribuía al Gobierno o al Partido
Socialista en exclusiva, cuando yo creo que la confianza de los asturianos
en estas elecciones se atribuía fundamentalmente a una opción de cambio
para regenerar la vida política y para abrir una nueva etapa de izquierdas.
El Gobierno no ha conseguido ni lo uno ni lo otro. Desgraciadamente a poco
tiempo de iniciarse la gestión de este nuevo Gobierno, han abierto una
nueva crisis, entre el Partido Socialista y el Gobierno, reproduciendo la
crisis anterior de la derecha. No ha aprovechado la oportunidad para marcar
políticas alternativas, por ejemplo: en materia industrial y de empleo. No
se ha hecho un esfuerzo en la política social que marque nítidamente la
diferencia entre un Gobierno de la izquierda y un Gobierno conservador.
Tampoco se ha hecho desde el Gobierno de Asturias un esfuerzo en relación a
la identidad cultural, en relación al autogobierno de Asturias, que sigue
siendo gestionado de forma administrativa, con muy poco peso político.
Pienso que todos estos factores hacen que veamos cómo al cabo de un año de
gestión del Gobierno en mayoría absoluta del Partido Socialista ha perdido
la confianza. Si no hay un viraje radical por parte del Partido Socialista y
por parte del gobierno nos veremos probablemente ante una legislatura
frustrada y convulsa, y eso es una mala legislatura para Asturias. ∆