La
sinceridad emana de sus profundos ojos azules. El encuentro con esta
reconocida artista asturiana es, como ella, singular. A su pequeño
estudio en la calle Langreo llego con un retraso de 13 minutos. Por
suerte me encuentro con ella en el portal: "Acostumbro a esperar
quince minutos y si no me marcho". Pepa no se casa con nadie, sólo
con ella misma y para eso de puntillas.
Abundamentemente maquillada y con una túnica en tonos azules elaborada
por ella misma, me invita a pasar a su estudio, uno de sus refugios y en
el que guarda gran parte de su obra.
Sus 77 años pasan desapercibidos, están en su experiencia, en sus
reflexiones pero no desde luego en su ánimo y en su creatividad.
Diseña su propia ropa, escribe, pinta, Pepa domina todo aquello que
puede hacer con sus manos. "No aprendí a coser ni a cortar pero
sí a dibujar, así que puedo dibujar sobre una tela lo que yo quiero y
luego coserlo a maquina. Utilizo la creatividad para mí, porque yo creo
que eso no tiene que ser para una sola cosa, tiene que ser para todo.
Siempre me gustó estudiar, enterarme de todo, ir a conferencias, tener
un conocimiento de las cosas para luego hacer tú la selección de lo
que te va y lo que no te va".
Por eso ha tenido tiempo para dedicarlo a la poesía y a la narrativa,
aunque finalmente se decantó públicamente por la pintura.
Como quien enseña a sus hijos, muestra parte de su último trabajo
"Africa llora", una colección fruto de varios viajes al
continente. Luces, amaneceres, rostros indígenas de diferentes etnias,
todos ellos llenos de fuerza y de color, forman parte de una denuncia,
de una llamada hacia otra realidad, la africana.
Es de las que afirma con un cierto orgullo que nunca subyugó su
necesidad de expresar ante la demanda comercial. "El que no quiere
entrar en la rueda del marketing consigue bastante poco. Yo prefiero
conseguir menos pero que sea realmente lo que yo quiero hacer porque con
ello disfruto. De otra manera estaría enfadada conmigo misma toda la
vida."
Con esa filosofía y determinación ha conseguido llegar a cotas muy
altas. Su adorado Gijón ha aprendido a quererla y reconocerla. Poco a
poco con el paso de los años esta controvertida figura dio paso a Pepa,
sin más explicaciones.
"El
pensar bien es muy fácil, el pensar y hablar es un poquitín
más difícil pero el pensar, hablar y hacer casi nadie lo
hacemos" |
Nació en el seno de una familia acomodada, en Gijón,
un 6 de agosto de 1923. A diferencia de sus dos hermanos, José Manuel y
Milagros, era una niña de aspecto enfermizo que ya en sus primeros
años sufrió de raquitismo. "Esto me hizo ser muy tímida. Mis
hermanos eran mucho de enseñar, lo que se llevaban eran niños rollizos
y yo no lo era, entonces siempre me ponía detrás".
Su madre fue para ella una mujer estupenda pero que mantenía la
mentalidad propia de la época. De su padre, Melchor Osorio, recogió
muchos valores que le han marcado el norte durante toda su vida. Era un
hombre culto que le enseñó a amar los libros en una época en la cual
las mujeres no accedían fácilmente al estudio. También de él
recogió su gran habilidad para los trabajos manuales que requieren
precisión. Melchor Osorio abrió una joyería, en la calle Moros, una
de las primeras en la ciudad, y pronto se convertiría en un negocio
rentable y próspero. Allí en la trastienda de la joyería la niña
pasaba largas horas viendo trabajar a su padre. Cuando murió tenía tan
sólo 13 años, pero los recuerdos permanecen aún muy vivos en su
memoria.
Con el paso del tiempo y una seguridad propia de quien sabe lo que
quiere Pepa va dando pasos. Se inicia en el grabado, asiste a la Escuela
de Artes y Oficios y recibe clases del afamado pintor Eugenio Tamayo, de
quien guarda un excelente recuerdo.
En vez de acatar las normas no escritas para las mujeres de la época
Pepa manifestaba su interés por aprender, por viajar. "Donde más
extrañaba mi forma de ser era en mi familia, pero me aceptaron. Cuando
quise estudiar en el año 32 me pusieron muchas trabas, pero enseguida
se dieron cuenta de que para mí no las había". El carácter
decidido y rebelde lo había heredado -según aseguraba su padre- de su
abuela paterna, una mujer francesa que con sus manos era capaz de hacer
de todo, desde hacer un bordado hasta "ponerle el culo a una
tartera".
"La mujer durante muchos siglos fue un poco de quedarse sentada y
de rascarse la barriga y que le vinieran a traer las cosas a casa. Y yo
pensaba que "el mozu" -como denomina cariñosamente a Dios-
nos había dado más que un físico, nos había dado un psíquico que
había que desarrollar, como desarrollar el poder de decisión, de
selección".
"Yo
nunca digo que la gente se muere sino que nace a otra vida. Amaneces a
otra cosa distinta que no acabas de saber qué es, y ocurre que a todo
lo que desconocemos le tenemos miedo y no hay que tener miedo a
nada"
Con
los años da el salto a Madrid y sin proponérselo su obra adquiere un
reconocimiento nacional. Aquella provocadora rubia platino que levantaba
todo tipo de comentarios por su forma de vestir se hizo hueco en el
panorama artístico con su obra.
Por razones sentimentales Pepa regresó a su tierrina, a su Gijón natal
donde ha creado su propia familia y continuado su evolución pictórica.
Sus deseos de libertad la han llevado a viajar de continuo por
diferentes países con ánimo de seguir conociendo, una afición que no
ha abandonado. "Has podido encontrarme aquí porque estuve un poco
mal de anginas, si no posiblemente estaría viajando".
Su espíritu es viajero. Necesita adentrarse en tierras diferentes, en
nuevas experiencias, encontrar filones de conocimiento que le sirven de
inspiración para pintar desde dentro.
Le ha escrito al amor y a la muerte mirándola de frente sin asustarse.
"Yo nunca digo que la gente se muere, sino que nace a otra vida
porque creo que el nacer a otra vida es un amanecer. Amaneces a otra
cosa distinta que no acabas de saber qué es, porque somos finitos.
Ocurre que a todo lo que desconocemos le tenemos miedo y no hay que
tener miedo a nada".
Pepa cree, cree mucho porque sabe que está de paso por aquí. Con cada
palabra se revela una persona de una profunda espiritualidad que no duda
en confiar en "el mozu". "Cuando haces una introversión
sobre ti misma lo único que quieres es agradecer todo lo que se te dio,
porque por mal que te haya ido en la vida siempre se te ha dado más
bueno que malo. Lo que pasa es que lo que recordamos es siempre lo
malo"
"El
que no quiere entrar en la rueda del marketing consigue bastante poco.
Yo prefiero conseguir menos pero que sea realmente lo que yo quiero
hacer porque con ello disfruto. De otra manera estaría enfadada conmigo
misma toda la vida."
Los momentos duros, cuando en 1951 le diagnosticaron un
tumor cerebral y tuvo que someterse a varias operaciones quirúrgicas,
forman parte de un pasado que ha conseguido dejar atrás. Salió
victoriosa, de cuerpo y mente. "Yo me di cuenta que lo que valía
era tener una cabeza y pensar, y tenía mucho tiempo para hacerlo porque
estuve en la cama muchos años, pero eso es todo pasado. Sufre más el
que lo ve que el que lo tiene".
Ante los momentos difíciles sigue usando su particular fórmula
mágica: reírse de ella misma. "Yo todo lo tomo a broma. A mí la
vida me dio muy duro, no creas que todo fue fácil, y hay que empezar a
reírse de uno".
El futuro es para ella igual de ilusionante. Habla de su pasado con la
misma fluidez que de su presente o su futuro. Sigue esforzándose por
actuar de acuerdo a sus convicciones, aunque mantiene su propia teoría:
"El pensar bien es muy fácil, el pensar y hablar es un poquitín
más difícil pero el pensar, hablar y hacer, casi nadie lo
hacemos".
A sus años sigue sin soportar las etiquetas sobre ella misma o sobre su
trabajo, y las esquiva cada vez que intentan apoderarse de ella. La
verdad es que hacerlo supondría una osadía, limitarla a un espacio
definido equivaldría a equivocarse. Lo que perdura es el talento, la
creatividad, el resto está en constante movimiento. Con su inagotable
sentido del humor la pintora reconocía "que no es fácil ser Pepa
porque tiene sólo cuatro letras". Qué más decir, simplemente
Pepa. ∆
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