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treinta y dos años que practica el periodismo, ha publicado más de siete
mil reportajes y trabajos, y ahora nos presenta su reciente novela corta que
ha sido finalista en el XXI Premio de novela Casino de Mieres, y que está a
punto de publicarse. "Era la primera vez que me presentaba a este
certamen -apunta Celso Peyroux-. Se trata de una novela de unas ciento
veinte páginas. El tiempo se sitúa después de la guerra civil, y el
espacio puede ser cualquier sitio, cualquier valle frondoso en
Asturias".
-¿Qué te ha supuesto ser finalista en este certamen?
-Yo no diría que es un éxito, pero sí un espaldarazo a una serie
de aspiraciones que uno tiene una vez que estás metido en la literatura. Es
una novela muy cortita, yo diría que es una una fábula coral, rústica,
campesina.
-Y se titula: "Hasta que en el cielo toquen las aves".
-Sí, la presenté bajo la plica de "Balada de la nieve" y
resultó finalista. Transcurre durante una nevada en invierno en un pueblo,
un valle más bien, donde ocurre de todo: fantasía, amor, drama... Creo que
logré conjugar o armonizar los personajes con el paisaje y darles mucha
vida. No hay un protagonista, todo el mundo es protagonista, por eso rompe
un poquitín los moldes. Yo diría que nunca he visto una novela así. Son
retajos de la vida que se confunden entre sí y al final salen muy bien
parados. Creo que los personajes están bastante bien sincronizados,
cuarenta, cincuenta o cien personajes en una novela tan cortita, y todos
tienen la paz y la palabra para poder hablar. Como dije, hay amor, hay
erotismo, hay uno o dos sacerdotes que también tienen sus amores. Hay un
homosexual, también hay una señora que llega, supuestamente, de Filipinas,
y viene como la gran señora; después, en un momento dado acude a la ópera
y encuentra a un personaje encantador, y ligan. Y resulta que ese personaje
es el que de alguna forma escribe la novela.
-¿Te sientes identificado con alguno de los personajes?
-Sí, con un personaje de la novela y también me siento
identificado con todos los personajes, hombres y mujeres, que salen en el
relato. Me siento identificado con el personaje, cuyo nombre es don Santiago
Pedregal, que termina un poco trágicamente al tiempo que la nieve se diluye
cuando llega la primavera.
-Bastantes personajes e historias que enlazar
-Es un puzzle donde hay diferentes emociones, diferentes relatos que
van sincronizándose unos con otros. Al principio da el autor unas
pinceladas de lo que ocurre, deja reflexionar al lector y al final, el
propio autor da una posible solución, sin que sea total, para que sea el
lector el que tenga la intuición o la interpretación.
-Las luces o las sombras, ¿qué predomina más en tu novela?
-Pues las luces y las sombras. Yo creo que se armonizan, porque las
luces sería la luz de la nieve, la nieve completamente blanca; aparece de
vez en cuando un rayo de sol, un rayo de luna. Eso serían las luces desde
un punto de vista físico. Y las sombras también, porque están las sombras
de la duda hasta que el lector va descubriendo el meollo de la sombra, de
ese asesinato, de dónde fue a parar una de las protagonistas ... Yo creo
que el propio vocabulario y la idea es en sí misma muy luminosa. Luego,
desde un punto de vista ya de espacio, las luces las da la nieve y las
sombras las da la incertidumbre y la leyenda negra que invade toda la novela
desde el mismo momento que aparece.
-Cuando escribes,¿te gusta andarte por las ramas o vas al grano?
-Yo tengo dos partes. Una, muy realista y otra, muy fantasiosa. Yo
elucubro y hago mucha fantasía con los personajes hasta situar al lector en
un mundo aparte y difícil de comprender, y al mismo tiempo quiero ser
realista. Conjugo las dos cosas aceptablemente. En mi última novela
"La sombra de un Dios ausente", basada en una verdadera tragedia
durante la guerra, hay también mucha fantasía y mucha dureza. Al mismo
tiempo, mucho realismo y mucha ciencia ficción.
-¿La tristeza es bella?
-La tristeza nunca puede ser bella. Yo diría que la tristeza con un
sabor de melancolía puede endulzarse. La melancolía, tiene también luces
y sombras, y tiene, como el lenguaje poético y cualquier lenguaje, música.
Yo pienso que es importante que el hombre de vez en cuando se quede un poco
triste, aunque sea una persona alegre, porque de esa forma puede entrar en
la tristeza de los otros y puede conocer su sabor amargo. Pero refugiarse en
la tristeza no creo que sea bueno, porque convierte al hombre en un
pusilánime. Yo considero, a grandes rasgos, que pudiendo ser la vida tan
hermosa, la vida es triste. Y me planteo tres preguntas metafísicas:
¿dónde estoy?, ¿quién soy? y ¿qué hago yo aquí? Y como no soy capaz
de responder a esas tres preguntas, me invade una pequeña tristeza.
-¿Ser escritor es añadir más soledad a tu vida?
-El hombre de por sí, es un hombre solo; y lo es desde que nace,
con las primeras lágrimas, hasta que se va de este mundo. Y la soledad la
alcanza cuando reflexiona, cuando medita. El escribir a mí me llevó
últimamente a comprender un poco más la soledad. Dicen que la soledad no
es buena consejera; yo pienso que sí. La soledad sonora, de nuestro querido
San Juan de la Cruz, es importante en un momento vital de una persona. Estar
solo, meditar, y sin llegar a esas reflexiones tan profundas y metafísicas
de quién soy, dónde estoy y qué hago yo aquí, el hombre es un ser solo,
y al mismo tiempo necesita relación. Y es importante esta simbiosis. Albert
Camus decía que el hombre es un ser solitario y solidario, que con un sólo
fonema, cambia ser solitario a ser solidario. Le gusta, necesita la soledad
y al mismo tiempo necesita la relación. Ese sería realmente el gran
complemento del hombre.
-¿En qué género te encuentras más cómodo escribiendo?
-Mira, todos son bonitos. Yo empecé con el periodismo. Considero
que es una profesión noblísima y bellísima, siempre que haya un código
deontológico y que seas ético. Para mí el periodismo es una pasión, es
algo hermosísimo.
Por naturaleza soy un poeta, pero un poeta menor. Tal vez porque no he
trabajado demasiado la poesía. Creo que tengo poemas bastante aceptables y
otros menos aceptables. Me encuentro muy a gusto escribiendo poesía. Es
más, pienso que el mundo es poesía y esa configuración la traslado a todo
y a mi vida. Todos mis libros rezuman, en algún momento dado, poesía. El
poeta es un hombre indisciplinado y rebelde.
La novela es un género hermosísimo. Algún día me gustaría escribir una
gran novela.
-¿Tus deseos coinciden con tus necesidades?
-Ideológicamente soy un hombre muy dinámico y muy luchador. No sé
si es una necesidad, pero es un deseo imperativo para sobrevivir en este
pícaro mundo. Por lo tanto mis deseos pueden coincidir con mis necesidades.
Mis deseos de ser solidario, de ver un mundo mejor y más justo... El hombre
tiene que ser un rebelde y rebelarse contra la sociedad impuesta, contra los
cartesianismos existentes, contra tanta injusticia y maldad que hay en el
mundo. Mi deseo, aunque sea utópico, sería que el hombre viviera en paz,
que hubiese justicia y una gran solidaridad. Es una necesidad biológica y
anímica por conseguirlo, y mientras haya ese deseo yo lucho.
-¿En qué estás trabajando últimamente?
-Estoy poniendo al día un poemario, que se puede titular
"Días hipoesía". Pero "hipo-", poesía menor. Como
cronista de Teverga voy a hacer un nuevo libro sobre mi tierra natal en el
que se va a unir la literatura con la fotografía. Voy a rescatar toda la
literatura de parte del siglo pasado, y de todo este siglo que se escribió
sobre Teverga y al mismo tiempo armonizarla con doscientas o trescientas
fotografías que posiblemente abarcan desde 1880 hasta 1970, casi cien
años. Y tengo también en funcionamiento desde hace un par de años una
novela erótica muy bonita. Se me olvidaba decir que mi obra "Piedras y
Sombras" ha sido galardonada con el Premio Nacional de Interés
Turístico.
-¿Cómo te ha ido la entrada en el año 2000?
-Bien, para mí no hubo cambio, me refiero a todas estas cosas
rocambolescas en las que yo no creo. Yo creo que el hombre ni siquiera tiene
un destino. Nace, vive, se reproduce, muere... Quisiera pensar que el siglo
veinte fue el de las sombras y me gustaría que el siglo veintiuno fuese el
de las luces, un siglo diferente. ∆