La carretera, que arranca desde la autopista Oviedo-León, después de pasar Mieres se va arrimando poco a poco al río de mismo nombre que el concejo, y ya en Moreda se hermana con él. Sigue valle arriba por un entorno de gran hermosura, pasa por las cercanías de la torre medieval de Soto, de la iglesia románica del siglo XII de San Vicente de Serrapio y del monolito de casi dos metros de altura en que están grabados diferentes símbolos llamado el Moyón de la Corralá, que se encuentra en Pola del Pino. Así llegamos a Collanzo, -capital del concejo hasta la segunda mitad del siglo XIX- en donde nos desviamos por la derecha en dirección a Casomera. A dos kilómetros, en Llamas, se encuentra la iglesia románica de San Juan. Más adelante llegamos a Casomera, de su nombre dicen que viene de casa-homera, porque antiguamente no había aquí más que una casa ocupada por hombres.
Pronto nos encontramos en La Paraya. Abandonamos la calzada que nos llevaría a Ruayer por un estrecho puente que encontramos a la derecha y nos encaminamos por una carretera enjuta, que transcurre por encima del Camín Vieyu y finaliza en el pequeño poblado de Llananzanes. A la entrada del pueblo hay un pequeño aparcamiento al lado de la antigua escuela, hoy abandonada.

Comenzamos la ruta a pie atravesando este característico pueblo de montaña, de bellas construcciones tradicionales y comenzamos la subida por la parte izquierda del valle del río Llananzanes, que se descuelga impetuoso desde las alturas de Piedrafita.
Si tenemos la suerte de realizar esta excursión en las postrimerías del mes de julio, además de gozar de la sombra de avellanos, castaños, robles y hayas, podemos deleitarnos con el fruto de los numerosos cerezos silvestres que se encuentran a la vera del camino, que en su primera parte es cómodo de caminar. Atravesamos por un pequeño puente Reguera Caoma y pronto llegamos a la Fontica Roxecu, agua deliciosa que mana por un trozo de raíl, que nos sorprende al arrimar la boca para beber con una corriente de aire frío que acompaña al agua en su salida, algo más adelante vemos la traída de agua al pueblo de La Paraya realizada en 1918.
El camino, -a veces empedrado- se hace más empinado, y en Corrayusu se divide en dos; debemos de tomar el de la derecha, que se inicia en llano y más tarde en ligero descenso, para atravesar el Reguero las Bestias y un poco más adelante el de Fuxu, en donde comienza a elevarse pasando por la vera de varias cuadras, alguna de ellas derruida. En el lugar que ahora nos encontramos, el camino se ve flanqueado de nisales, castaños, fresnos, robles... además del cierre de piedras que tan pronto lo cierra por la derecha como por la izquierda.

Abrimos la vista por el valle de Llananzanes y ascendemos entre vueltas y revueltas por el Posaoriu. En una de ellas nos topamos con una enorme roca que se encuentra inmóvil desafiando las leyes de la gravedad. Así llegamos a las cabañas de Campanal, en donde hay una fuente con abrevadero y unas cabañas adosadas a la peña, dignas de atención.
Proseguimos monte arriba atravesando el falleu de Cochau Rocín, -"cuidado, alguna Xana puede salir a acompañarnos"-, tan grande es su encanto. Un poco por encima, los chozos derruidos de Braña Rocín, y entre las praderías, por la derecha del camino, la cabaña San Pedro que nos ofrece buena agua. Y ya a la vista el Puertu Piedrafita, al que llegamos después de dar vueltas el camino por dura pendiente, pasar a la vera de una fuente con abrevadero, -escasa de agua en los meses de estío- aunque unos metros más arriba nos consuela la sed otra que nace a ras de tierra entre unas piedras.
Y ya en el puerto, nos sentamos y a contemplar. La panorámica es de las que no se olvidan. El acordeón de cumbres es notorio, la Llomba l'Bolero, el Estorbín, Rañaoriu, Cuitu la Boya, el Altu l'Puertu... Si poco más o menos tres horas es lo que tardamos en acercarnos hasta este hermoso lugar, otro tanto por lo menos, es lo que debemos de dedicar a contemplar estos parajes embriagadores.