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El Ventano

Dicen por ahí que se dedicaba a abrazar a Giscard d'Estaing, el mayor opositor a la adhesión española a la CE, sólo para desquiciarle. Un tipo con semejante estrategia no puede ser mal tipo.

MARZO 2008

EL VENTANO
UNO DE LOS BUENOS
POR ELENA F. VISPO

Se va Manuel Marín, el Presidente del Congreso. Uno de los buenos, y se va. Que conste que lo entiendo: es un tío muy raro para los tiempos que corren. Un político que usa conceptos de los que casi nadie habla: respeto, independencia, sentido del deber. "Yo estoy aquí para que me quieran, no voy a disputar ningún puesto ni a competir con nadie". Total, que como no le quieren, se va. En cuanto termine la legislatura, dice que va a dedicarse a estudiar los efectos del cambio climático. Que no es mal plan.
Marín llegó al Congreso con la promesa de una reforma que nunca llegó. Dice que gracias a eso ha aprendido las teorías de "el momento oportuno" y "las circunstancias han cambiado". Asombra ver que un político de semejante talla aún guarda en el bolsillo ingenuidad suficiente para sorprenderse ante según qué entresijos. Me parece hasta tierno, qué quieren que les diga. Y eso que el hombre está curtido: antes de ser Vicepresidente de la Comisión Europea durante trece años fue, hagamos memoria, quien negoció la entrada de España en la entonces Comunidad Europea. Dicen por ahí que se dedicaba a abrazar a Giscard d'Estaing, el mayor opositor a la adhesión española, sólo para desquiciarle. Un tipo con semejante estrategia no puede ser mal tipo.
El ambiente en el Congreso en esta legislatura ha estado caldeado. Rubalcaba y Zaplana, especialmente, se lo hicieron pasar mal: "Si yo no me hago respetar, dos políticos tan expansivos y potentes como ellos me hubieran comido con patatas fritas". Pero vaya si se ha hecho respetar: ha sido el único Presidente del Congreso de esta democracia nuestra con redaños suficientes para echar a alguien de la sala: Pujalte, menuda pieza. Y eso que Marín dice que no fue para tanto, cosas peores ha visto y prefiere no contarlas. También es el Presidente que ha tenido que lidiar con un Congreso crispado, de mala leche, maleducado y, en general, de lo más asilvestrado. Un Congreso donde es posible ver a Solbes explicando los presupuestos ante un auditorio vacío, pero nadie se pierde la sesión de control al Gobierno, porque se montan unas grescas que ni la Tomatina. Un Congreso donde interesa el folclore, la algaraza y el titular, con un Presidente que intenta, a duras penas, mantener el nivel.
Ahora que se va, Marín tiene la lengua suelta. Ya no se corta, tampoco es que lo hiciera mucho antes y suelta verdaderas lecciones magistrales sobre política y buenas maneras. Uno de los momentos estelares es el discurso del pasado día de la Constitución, que casi fue capaz de ponerme en pie a vitorear a la patria, cosa que en mí sería raro, raro.
Marín no habla de una Constitución intocable, pero sí de un éxito colectivo que todo el mundo reconoce, excepto muchas veces nosotros, porque "todos sabemos que este país tiene una tentación permanente de ser iconoclasta". Pero ahí está porque "los españoles somos capaces de hacer las cosas bien, incluso muy bien, y ésta es una de ellas".
Según explica, la Constitución de 1978 trabajó con un método muy preciso: consenso y sentido del límite. Consenso es "voluntad permanente para llegar a acuerdos que faciliten la vida de los demás, la vida propia y sobre todo la vida de los españoles" y sentido del límite quiere decir que "en política es legítimo apretar al adversario, pero cuando se aprieta la mano hay que saber si llegara el caso tenderla, estrecharla y llegar al acuerdo". Se niega Marín a que estos conceptos sean palabras viejas: "no se puede repetir una legislatura tan dura y tan ruda como la que hemos tenido".
Y termina, versión resumida: "Creo sinceramente que la presión de la opinión pública nos tiene que llevar, a pesar de las diferencias en estos momentos, a intentar el entendimiento otra vez. Creo que se puede hacer si nos dejamos de acumular reproches, lo primero que tendríamos que hacer es volver a la Política con mayúsculas. Sinceramente creo que hay que volver a volar alto, que ha llegado el momento de abrir la puerta a la grandeza. Y estoy convencido de que esto va a pasar, simplemente porque los ciudadanos nos lo van a imponer".
Vamos, si a cualquiera que oiga esto no se le sube el patriotismo aunque sea un poquito, es que tiene la sangre de horchata.
Desde entonces, me acuerdo mucho de Manuel Marín y de ese discurso. Y pienso que aunque se vaya este Pepito Grillo de la política, no debería olvidarse ese momento. Gane quien gane las elecciones, no sería un mal programa político abrir la puerta a la grandeza. Después de todo, y aunque a veces nos olvidemos, estamos en un país extraordinario. §

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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