
Pregunto por curiosidad qué opinan las mujeres.
Ellas me comentan que se inclinan por algo más compacto, menos aparatoso que
esas barbaridades que se empeñan en lucir ellos. Las prefieren pequeñas pero
llenas de prestaciones. |
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MARZO 2008

EL TAMAÑO IMPORTA
POR CAROLINA FERNANDEZ
En
la vida social cotidiana hay debates interesantes que reflejan ciertos
aspectos sociológicos de no poca trascendencia, aunque en un principio
pudiera parecer que son cosillas baladíes. Por ejemplo: el tamaño. ¿El
tamaño de qué? Pues de lo que sea, de cualquier cosa, que no hay que
entrar ahora en detalles. Hay quien se decanta claramente por la
filosofía aquella que se resume en "burra grande, ande o no ande", y
también hay quien no se deja impresionar por las grandes
infraestructuras. Hay que saber elegir.
Las protagonistas sobre las que trata una conversación a la que asisto
en calidad de observadora neutral, cuelgan con despreocupación,
balanceándose relajadamente con los movimientos del cuerpo de sus
portadores. Es evidente que se encuentran en posición de descanso. Sin
embargo bajo esa apariencia yo juraría que permanecen alerta, preparadas
para la batalla en el momento en que sean requeridas. De hecho, se
presume en alto de su precisión y de la velocidad con que, en segundos,
están listas para lo que haga falta y cuantas veces haga falta. Con
cierto guiño de profesionalidad me comentan que lo mejor es el modo
manual, como siempre, como se hizo toda la vida. Ahí uno puede medir las
distancias, calcular la luz, elegir el escenario y el momento. Donde
esté la mano del artista y el instinto del cazador, que se quite todo lo
demás.
Hay que decir que mientras sus dueños debaten, ellas, el objeto de la
conversación, aguardan como animales dormidos. Sus orgullosos portadores
las manosean con mimo, mostrándoselas unos a otros, desplegándolas en su
totalidad sin disimular el orgullo. Para ser justos, hay que decir que
ciertamente impresionan. Son grandes, algunas enormes. A pesar del tono
distendido de la charla, es fácil intuir cierta tensión soterrada: ¿cuál
de ellas es mejor, más completa, más rápida, y, por qué no nombrarlo,
más grande también? Posiblemente esta competición no declarada tenga una
explicación biológica: personalmente la achaco a la acumulación de
testosterona que se respiraba en ese momento en la habitación.
Pregunto por curiosidad qué opinan las mujeres. En otro grupo distinto,
ellas me comentan que se inclinan por algo más compacto, menos aparatoso
que esas barbaridades que se empeñan en lucir ellos. Las prefieren
pequeñas pero llenas de prestaciones. Todo automático, por supuesto. Lo
que quieren es que hagan todo el trabajo solas. Las llevan en el bolso,
codeándose con los kleenex y las gafas de sol. Y las utilizan en
cualquier momento y, algo importante, con total discreción. Lo prefieren
antes que acaparar todas las miradas con semejante monstruosidad entre
las manos. Cabe en la palma, por lo que presumen con cierto airecillo de
superioridad de que la mayoría de las veces nadie se da cuenta de que la
están utilizando. Además, están llenas de pequeños detalles que se
agradecen y facilitan la labor. ¿Qué más se puede pedir?
Mi pequeña investigación me revela que no todo esto es norma, ni mucho
menos. De vez en cuando aparece una mujer que reconoce abiertamente que
prefiere algo más grande, algo que no haya que manejar con dos dedos;
también reclaman dejarse de facilidades y recuperar el modo manual:
¿dónde queda si no el esfuerzo, la imaginación, la recompensa final? Hay
que rechazar el engaño de lo fácil si se quiere hacer un trabajo de
calidad, que se salga de la rutina habitual, argumenta mientras avanza
con decisión y curiosidad. Se acerca a una de las más impresionantes y
bonitas. Ni que le hubieran dado lustre. Su dueño da un paso atrás, un
poco aturdido por tanta confianza, y la protege con ambas manos. Hay que
entenderlo: es su bien más preciado. Pero la mujer lo tranquiliza con un
"deja, hombre, que no le voy a hacer nada". Vencida la reticencia
primera, ella la coge con ambas manos, la mira del derecho y el revés,
la activa, se la acerca a la cara y empieza a disparar. Ellos animan su
determinación. Ellas dicen que ese monstruo es un incordio que no cabe
en ningún sitio.
Por otra parte, también es cierto que me he encontrado hombres que se
decantan por lo pequeño sin que eso signifique ningún rubor.
Lógicamente, tienen ventajas claras sobre sus hermanas mayores que hay
que saber ver y aprovechar. Sólo hay que tener un poco de maña para
sacarle el máximo partido en cada momento, estudiando todas las
prestaciones que ofrece el menor tamaño.
Bien, después de todo esto, reconozco que no sé qué pensar.
Quería comprarme una cámara de fotos, pero soy un mar de dudas. § |