
"Y,¿para qué guardarla?",
"No para qué, sino para quién".
"Pues", continuó pequeña gota "¿Para quién?".
"Para el hombre. Para cuando el hombre del planeta comprenda que no es el
rey de la creación, sino sólo una parte de ella" |
|
JUNIO 2008

APRENDIENDO A VIVIR
POR ELENA G. GOMEZ
Hace unos
días una joven se acercó a mí y me preguntó…
"Maestra, ¿qué debo hacer para llegar a ser sabia como tú?".
"¿Y quién te ha dicho que soy sabia?", le respondí.
La joven bajó la mirada a la vez que contestó: "Todos, Maestra".
"No es mi intención sonrojarte -le dije, a la vez que le dirigía una
cálida sonrisa-, pero yo que tú no me creería todo lo que te comenten.
Ahora bien, si sabe más el diablo por viejo, que por diablo, yo soy muy
sabia porque soy muy vieja", reí.
La joven no se dio por vencida y se quedó allí a mi lado, diciéndome con
su silencio que no estaba dispuesta a aceptar esa respuesta, así que no
me quedó más remedio que contarle una historia…
"Hace mucho tiempo del interior de la montaña nació una gota de agua.
Era una gota pequeñita, rechoncha, blanquita, alegre y cantarina. Creció
rodeada del cariño de sus padres y hermanas. Era, por decirlo de alguna
manera, la pequeña, la gotita mimada.
Sucedió que un día se quedó jugando en una orilla, entretenida se alejó
de la corriente y cuando quiso regresar no pudo. Asustada, contempló
horrorizada cómo sus padres y hermanas continuaban el camino y no podían
detenerse para salvarla. Gotita se quedó sola.
"¡No me importa!", se dijo, ya que se sentía muy segura de sí misma, y
cuando otras gotas que pasaban cerca de ella se ofrecieron a ayudarla,
ella orgullosa les decía que no, que no necesitaba nada, que ya saldría
a la corriente cuando así lo deseara.
Pero lo cierto es que cada vez se sentía más débil y la fuerza de la
corriente parecía cada vez más lejana y si no fuera porque una gota se
compadeció de ella y la arrastró a la fuerza, habría muerto allí.
Nuestra pequeña gota aprendió la lección y prometió a su salvadora que
nunca más sería orgullosa y tan estúpida de despreciar la ayuda de otras
hermanas.
Gota salvadora era una gota anciana que estaba a punto de culminar su
ciclo y tenía esa serenidad y paciencia que sólo poseen los que ya
llevan muchas vueltas en su ciclo de la vida, quizás por ello sintió
ternura hacia nuestra pequeña amiga y decidió quedarse a su lado y
acompañarla mientras tuviera fuerzas.
Gota le enseñó que lo primero que tenía que hacer era conocerse a sí
misma, y que la única forma que tenía para conseguirlo era, en primer
lugar, comprender que en realidad no sabía nada y si quería aprender
debería callarse, escuchar y observar todo lo que la rodeaba, porque en
todo estaba la sabiduría que podía adquirir.
"No desprecies nunca a nadie -le dijo-. Cualquier gota, la más pequeña y
diminuta te puede dar una lección".
Un día Gota la llevó a un lugar muy extraño, un lugar donde no había
gotas, sólo un manto blanco y frío que cubría todo cuanto alcanzaba a
ver. Gota le dijo: "Algún día tú podrías ser así". Al oírla la pequeña
gota le contestó asustada: "Yo nunca podré ser así, esto no es agua y yo
soy agua".
A lo que Gota le respondió: "Yo no diría tan segura que esto no es agua,
claro que lo es, es agua, y mucho más pura que tú y que yo, es agua del
origen de los tiempos y es como un gran archivo donde se guardan todas
las cosas que pasaron en este planeta.
Aquí es el final de mi viaje. Yo me uniré a la gran madre y guardaré,
junto a ella, la información".
"Y, ¿para qué guardarla?",
"No para qué, sino para quién".
"Pues -continuó Pequeña Gota-, ¿para quién?".
"Para el hombre. Para cuando el hombre del planeta comprenda que no es
el rey de la creación, sino sólo una parte de ella.
Cuando llegue ese día el hombre necesitará conocer y buscará en todo lo
que le rodea y cuando así lo haga, nosotras, las insignificantes y
diminutas gotas de agua, le daremos la información que necesita. Y si es
inteligente no sólo buscará conocer en nosotras los fenómenos físicos
que sucedieron en el planeta sino que buscará en nuestro interior la
vida".
La pequeña gota me miraba con sus grandes ojos, ella había pensado que
sólo había gotas de agua en el planeta.
Cuando terminé mi relato miré a mi joven compañera y le dije…,
"No te puedo enseñar la sabiduría porque no es posible, yo creo en la
experiencia que te da la vida si te atreves a experimentar en ella.
Sólo puedo desearte que seas agua, que te sientas gota o nube o nieve,
pero sobre todo que seas consciente de que no eres el centro de la
creación, ni distinta, ni diferente, ni superior ni inferior. Que
comprendas que sólo unida a tus hermanas, unida a todas las demás gotas,
tienes la fuerza y el poder que necesitas para la vida.
Que aprendas a viajar por el gran río de la vida, y lo hagas con
humildad, sencillez, y muchas ganas de vencer cualquier obstáculo que se
ponga delante, que se interponga entre tú y tus sueños, porque la vida
es un sueño que cada uno tiene que hacer realidad." § |