La catástrofe educativa
Víctor Corcoba Herrero
La
enseñanza ha perdido los papeles totalmente, hasta el punto de que una
legión de docentes sueñan con abandonar el barco de las clases, y pasar
a mejor vida con una jubilación adelantada, porque ya no saben cómo
enseñar para hacerse valer en la transmisión de sus valores, ni qué
enseñar para entusiasmar, ni a quién enseñar, dado que el abandono de
los libros en la adolescencia está a la orden del día, por muchos
programas de incentivos que se inventen. El deporte del estudio
atraviesa su peor momento. Enseñar a quien no quiere aprender, cuando no
se ha tomado el esfuerzo como hábito, es como querer forjar un hierro en
frío. Algunos de los enseñantes, más de los que se piensa, con risa
torera y corte de mangas, le plantan cara al enseñado a poco que sean
llamados al orden. Las amenazas a los docentes son un diario permanente
y continuo. Las aulas han dejado de ser esos espacios de silencio, de
mejora de la condición humana y de la vida colectiva.
Los centros y el profesorado deberán esforzarse por
construir entornos de aprendizaje ricos, motivadores y
exigentes. |
Hace tiempo
que la batalla de la enseñanza está perdida y haría falta, con urgencia,
recuperar modos y modales, respetos y disciplinas. No hablemos de una
educación de calidad cuando el fracaso educacional es un hecho que salta
a la vista. Desde diversos sectores se viene pidiendo un pacto
educativo, donde la relevancia no sea la del político de turno, sino la
de las Asociaciones de Padres, Profesorado, junto a otras Instituciones
profesionales y sociales, y realmente pienso que debiera darse este paso
adelante, sobre todo para consensuar en todo el país, y no comunidad por
comunidad autónoma, valores que se deben transmitir y los mínimos
educativos que se deben lograr. Ya es hora de que salgamos del furgón de
cola educativo de Europa. Se pide que las familias colaboren
estrechamente y que se comprometan con el trabajo cotidiano de sus hijos
y con la vida de los centros docentes, en un momento en que muchos
alumnos carecen de familia estable, algunos adolescentes ya ni la
tienen, y otros que sí la tienen, a sus progenitores les falta tiempo,
porque la conciliación de la vida laboral y familiar se ha quedado sólo
en el espíritu de la ley.
También se apunta que los centros y el profesorado deberán esforzarse
por construir entornos de aprendizaje ricos, motivadores y exigentes.
Una docencia que, en estos momentos, no está siendo valorada como se
merece. La elaboración del Estatuto de la Función Pública Docente, con
el máximo consenso, debería ser algo primordial y que no puede esperar
por más tiempo. Urge, como agua de mayo, reivindicar el papel
fundamental de los docentes. Educar no es tarea fácil, no es tanto
llenar de contenidos las mentes de los formandos como de hacerlos
persona. Al fin y al cabo, como alguien dijo, la enseñanza que deja
huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a
corazón. La sociedad, evidentemente, habrá de apoyar, con más poética
que política, un sistema educativo que sea capaz de crear entornos
civilizados y favorables para la formación del individuo. El oleaje de
botellódromos, la crecida de adolescentes enganchados a las drogas, las
salvajadas entre jóvenes, son un claro ejemplo de que algo falla en la
educación. Poner remedio antes de que sea demasiado tarde es
responsabilidad de todos, pero más de las Administraciones educativas
que tendrán que poner más empeño, más recursos, y adquirir mayores
compromisos para que el sistema educativo funcione a pleno rendimiento.
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