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Foto: Víctor Bello |
Tuvo cáncer durante toda su adolescencia. En total, diez años de
batalla pero también de buen humor y muchos descubrimientos. De aquella
experiencia y sus enseñanzas ha nacido el libro "El mundo amarillo"
(Editorial Grijalbo), que refleja el universo que habita en el interior
de Albert Espinosa. Un modo de ver la vida cuando ya no temes a la
muerte.
Texto: Marta Iglesias.
Lección sobre la vida
y la muerte
Hace
tiempo que deseaba entrevistar a Albert Espinosa. Había leído una
entrevista suya y me pareció una persona con un sentido del humor
excepcional ante las dificultades que le ha reservado la vida. No un
humor que desata la risa floja sino más bien ese que utiliza la ironía
para hacer asomar una sonrisa a la boca. Imprevisible, irreverente,
desconcertante. Sólo temía confundir a Albert Espinosa con el Doctor
Utrera, su personaje en la serie Diario de una abuela de verano.
-Hablas de
un mundo "amarillo" que descubriste tras diez años de lucha contra el
cáncer. ¿Qué características ha de poner en funcionamiento una persona
para abrir los ojos a ese mundo?
-El mundo amarillo está al alcance de todos. En el libro he
intentado explicar los descubrimientos que yo hice cuando tuve diez años
de cáncer y perdí una pierna, un pulmón y medio hígado; pero fui feliz,
como conté en la película Planta Cuarta.
-En ese
mundo te encuentras con los "amarillos", personas que pueden cambiar tu
vida. ¿Somos muy esquemáticos en las relaciones que tenemos?
-Los "amarillos" están entre los amigos y los amantes, son esas
personas que puedes encontrar un día en un aeropuerto o en una ciudad y
que notas que te comprenden, con los que puedes hablar de cualquier
cosa. No se parece a la amistad tradicional porque no se cultiva con
llamadas; cuando ves a esas personas surge gran confianza y si no les
ves tampoco les echas de menos. Y efectivamente, creo que somos
esquemáticos en las relaciones, sobre todo en lo que respecta a las
caricias y los abrazos. Normalmente la pareja se lleva el 90 ó 95% del
contacto físico, pero eso cambia con los "amarillos", que en ese sentido
se apoderan de parte de una parcela que siempre ha sido de la pareja. Ha
cambiado el concepto de la familia, el sexo, pero la amistad es lo único
que se mantiene igual desde hace siglos. Los "amarillos" crean una nueva
categoría que refleja relaciones que mucha gente tiene y no sabe cómo
definirlas.
-Estas
personas cambian tu vida y a menudo no vuelves a verlas. ¿Aprovechamos
más lo efímero?
-Un desconocido tiene algo bueno: que no te juzga y además te
escucha más que alguien que ya lo ha hecho muchas veces. Lo bonito
también de los desconocidos, de los "amarillos", es que notas que te
comprenden y les hablas de cosas que quizás no te habrías atrevido a
confesar a otras personas. Los "amarillos" son lo que antes eran los
mejores amigos: quedabas sólo de vez en cuando con ellos y notabas que
te seguían comprendiendo, que hay algo que hace que la amistad jamás
deje de fluir.
-Los
"amarillos" no traen paz espiritual a tu vida, ni armonía, sino "fuerza
de lucha". ¿Crees que se escucha a estas personas que nos animan a
seguir adelante, cuando tanto se valoran la compasión y el victimismo?
-Creo que sobre todo se escuchan por los consejos que te pueden
llegar a dar, por cómo hacen aumentar tu confianza y cómo te conducen.
Los "amarillos" te ayudan en épocas determinadas para que tú crezcas.
Luego necesitas otro tipo de amarillo.
Palabras
y sueños
-En tu
libro hablas de lo sencillo que es creer en los sueños para que éstos se
creen, se construyan. ¿Nuestra mente tiene el poder de dar vida sólo a
lo que creemos?
-Considero que el creer y el crear están a una letra de distancia, y
que relacionar ambos conceptos es muy sencillo: si tú crees en un sueño,
él se crea. Realmente el pensar que es posible lograr algo hace que esta
cosa adquiera una realidad. El primero que ha de creer que eso es
posible es uno mismo. Por eso la frase que más me define es: "Cree en
los sueños y ellos se crearán".
-¿En qué
cosas concretas lo has descubierto?
-Por ejemplo me pasó con la película Planta Cuarta, que dirigió
Antonio Mercero. Yo confiaba, creía que él tenía que ser el director de
la película basada en mi guión. Yo tenía un amigo que tenía un amigo y
éste otro, y el quinto amigo conocía a Mercero. Creí en la "casualidad"
de que si yo pasaba el guión al primero llegaría al quinto y de ahí a
Mercero, él me llamaría y me diría que quería hacer la peli. Y pasó así.
Además justamente a los veinte días, tal como pensaba que sería, me
llamó y me dijo que quería hacer la película. Para mí, que nunca había
hecho nada en cine, poder contar con Mercero y luego que la peli fuera
la segunda más taquillera de aquel año fue realmente ver cumplido un
sueño. Y creo que esto tiene mucho que ver con confiar en que algo
pasará; entonces de golpe, no sé por qué casualidades de la vida, se
crea.
-¿Por qué
las noches son mejores para crear sueños?
-Las noches son algo impresionante, son momentos en los que cada uno
tiene más energía y parece que todo es posible. Por las noches todo es
más apacible y nos da la sensación de que podemos lograr lo que nos
propongamos, lo difícil es luego que esa decisión supere el amanecer.
"El creer y el crear están a una letra de distancia, y relacionar ambos
conceptos
es muy sencillo: si tú crees en un sueño, él se crea"
-Hablemos
ahora de las palabras. Mientras otras personas intentan ocultarlo, tú
siempre has hablado del cáncer claramente. ¿Poner algo en voz alta le
quita dramatismo, te abre las puertas a otros mundos?
-Creo que sobre todo acerca más a la realidad. En Planta Cuarta
intento explicar que la realidad no es lo que aparece en las películas;
no es el cáncer y el dolor, el cáncer y el niño sin pelo, siempre las
mismas imágenes. La realidad es otra. La quimioterapia es quizás lo más
duro, pero existen los tiempos muertos que es lo más complicado en el
hospital, y existe también mucha felicidad. El cáncer es un concepto que
la gente ve de una manera, y cuando realmente lo descubres, ves en ello
muchas cosas positivas. Yo voy a ver a muchos niños al hospital. Al
principio voy con los padres, pero cuando vuelvo sin ellos, siempre me
dicen: "Ahora te voy a explicar lo que me preocupa, porque mis padres no
lo llevan bien". Y tienen una fuerza, unas ganas de luchar y sobre todo
una felicidad en el rostro que no aparecen nunca en las películas.
-Crees que
una conversación puede cambiar la vida de una persona, que las
respuestas a preguntas curan, que hablar de la muerte te enfrenta a
ella... ¿Hay que devolver a la palabra su poder perdido?
-Sí, porque cuanto más hables, cuanto más preguntes, menos miedo
tienes. Cuando voy con pantalones cortos por la calle, la gente hace
como que no me ve la pierna hidráulica. Dos segundos después se gira a
mirármela, pero yo siempre me doy la vuelta y los pillo a todos. Se vive
con una sensación de miedo, de no preguntar. Y sin embargo sólo el
conversar, el hablar, consigue realmente que la gente supere las
dificultades que se encuentran. La información cura mucho.
Cambio de conceptos
-"Las
pérdidas son positivas(...). Debes saber que tarde o temprano todo lo
que ganas lo perderás". ¿Cuál es la clave para transformar una pérdida
en ganancia?
-Consiste en pasar una época de duelo, entristecerse. Ahora el duelo
ya no se lleva, pero es importante que lo haya, pasar por él para
realmente comprender lo que pierdes. Yo hice una fiesta de despedida a
mi pierna, invité a gente que tuviera que ver con ella y realmente fue
muy bonito. Invité a un portero de fútbol, a una chica con la que hice
piececillos en el colegio, y finalmente bailé "Espérame en el cielo", mi
último baile a dos piernas. Recuerdo que al día siguiente, cuando me
cortaron la pierna, no tuve ni fantasmas -esa sensación de notar la
pierna cuando no la tienes-, porque creo que hasta el fantasma se fue.
Con el tiempo entendí que no había perdido una pierna sino ganado un
muñón.
"La
enseñanza más importante de mi lucha contra el cáncer fue
vencer el miedo a la muerte" |
-"No existe
la palabra dolor (...) El dolor proviene de pensar que existe". ¿Qué es
entonces lo que conocemos bajo esta palabra?
-Creo que el concepto dolor proviene del cine, de la televisión, del
miedo. El dolor lo imaginamos porque es la palabra que todo el mundo
pronuncia. El dentista te dice 'levante la mano si tiene dolor', por
ejemplo. Y eso realmente es lo que crea más miedo. Cuando la gente
piensa que morirá lo que más le cuesta asumir es el dolor que le pueda
provocar la muerte.
-Recomiendas cerrar los ojos para pensar, una especie de hibernación de
veinte minutos. ¿Nos confunden los sentidos?
-Sobre todo tienen una primacía. Lo que te entra por los ojos vale
mucho más que lo que te puedan estar diciendo por dentro tus ideas o lo
que puedas sentir. Así que está bien de vez en cuando desconectar los
sentidos para escucharse uno a sí mismo. En el hospital nos hacían estar
quietos durante un TAC y ése era un momento muy tuyo. A veces no puedes
parar quieto durante el día, llegas a casa, estás reventado y te
duermes. Y dormir no es lo mismo que hibernar, algo que consiste en
estar tranquilo, tirado con los ojos cerrados, intentando reflexionar
sobre algo que tengas que pensar en ese momento.
Diez
años de cáncer
-¿Qué
enseñanzas sacaste de tu lucha contra el cáncer?
-Muchas. La más importante fue perder el miedo a la muerte. Hacíamos
una cosa muy bonita, que era transformar muerte en vida: la gente que
vivía tenía que continuar con la vida de la gente que moría. Y en
aquellos diez años me tocó vivir 3,7 vidas. Esa fue la lección más
importante que aprendí.
-"Siempre
creímos que los que morían habían debilitado un poco más al cáncer y
hacían que a los que sobrevivíamos nos fuera más fácil ganar". ¿Vencer
esta enfermedad es la suma de la lucha de los enfermos y la
investigación científica?
-Eso seguro. Los supervivientes estamos muy valorados: es tan
importante el que murió con el cáncer como el que vivió. Vivir o morir
no existe para mí, ni el perder o vencer la lucha con el cáncer. Hay
mucha gente que sabe que no sobrevivirá a la enfermedad y le sabe muy
mal la palabra perder, porque no tienen esa sensación. Han luchado igual
que el que ha vencido. Lo que importa es lo que luchas. Y no hay duda
que los avances científicos y la gente que se ha quedado por el camino
son la base para derrotarlo. De niños teníamos la sensación de que el
compañero que moría había distraído al cáncer para que otros dos
pasaran, y tiene mucho que ver con lo que se refleja en realidad.
A solas
con la muerte
-¿La
muerte puede enseñar a vivir?
-Sin duda. Yo creo que la muerte da vida. Tengo muchos amigos que
han perdido a sus padres a los trece años y son casi como de una raza
especial, tienen una fuerza increíble. Ahí ves cómo la muerte da vida y
cómo les ha marcado de una manera.
"Cuanto más hables,
cuanto más preguntes, menos miedo tienes. La información cura mucho"
-¿No se
comienza a vivir hasta que se pierde el miedo a la muerte?
-Tanto no sé. La gente sigue adelante con su vida y tiene mucho
miedo a la muerte, pero vive de otra manera. Cada uno toma su opción
personal, y no digo que la mía sea la correcta. Simplemente he hecho
unos descubrimientos que pongo en el libro a disposición de todos. Cada
uno tiene su mundo creado. El mío es amarillo, el de otros azul, el de
aquellos anaranjado. Hay quien no quiere ni pensar en la muerte,
prefieren que les llegue de sorpresa, por lo cual creo que todo es
válido.
-Si no
tienes una enfermedad grave, ¿cómo te enfrentas a la muerte?
-Viendo la muerte de cerca, como cuando se te muere un padre, una
madre, un amigo. A partir de una de esas muertes que te conmociona,
empiezas a entender lo que significa la muerte y quizás cambias el
sentido que antes le dabas a ese hecho inevitable.
-¿Cómo se
dignifica la muerte?
-A partir de sacar cosas positivas de lo que la muerte te ha dado en
vida. Eso es lo que dejas, tu herencia.
-¿Dónde
viven los que han muerto?
-Sin duda, en nosotros. § |