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FEBRERO 2008
Carlos Berzosa
Rector de la Universidad Complutense
de Madrid |
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Foto: Nan |
Acaba de comenzar el segundo mandato de Carlos Berzosa como rector de
la UCM, una reelección por mayoría que avala los logros conseguidos
anteriormente. Paralelamente no pierde de vista su labor como
Catedrático de Economía, una ciencia que él ve profundamente humana y
social. Cifras y personas se funden en busca de un mundo más justo.
Texto: Marta Iglesias.
Cifras humanas
¿Q ué valoración hace de su labor
como rector de la UCM?
-En líneas generales siento satisfacción por lo realizado hasta la
fecha, porque nos hemos encontrado con muchas dificultades. La
Complutense es una universidad muy grande, con pocos recursos económicos
para el tamaño que tiene. Al llegar con mi equipo encontramos algún
déficit y tuvimos problemas económicos y referentes a la gestión de
obras, pero todo lo hemos ido resolviendo. Después hemos hecho un
esfuerzo importante para llevar a cabo unos planes docentes
satisfactorios, implicando a la gente en la convergencia europea, en
nuevas metodologías educativas, en el debate, en la discusión, en
investigación. En ese sentido, la Complutense está recibiendo un
impulso. Creo que hemos conseguido una gestión transparente, estar cerca
de la gente, de sus problemas, de sus circunstancias. Otra cosa que me
gusta es el impulso cultural; actos como el de Serrat, nombrado doctor
honoris causa, todavía sigo disfrutándolos.
-Uno de
sus objetivos como rector es "romper la pasividad de un alumnado que,
aunque receptivo, es poco activo". ¿Ha logrado cambios sustanciales?
-La verdad es que poco. Es una tarea muy complicada en una
universidad tan grande, y además es algo que tienen que desempeñar los
profesores y los departamentos, no se puede dejar en manos de un
rectorado. Actualmente el colectivo de estudiantes, además de ser muy
numeroso, es muy pasivo para todo: en las recepciones de las clases, la
obsesión de la nota, la calificación. Se les ha metido la idea de que
tienen que tener un buen expediente para poder luego acceder a un buen
puesto de trabajo. Entonces cogen el apunte que les dan y, sin pensar,
van a por el aprobado, el notable o el sobresaliente; el estudiante se
hace demasiado estudioso, que no está mal que estudie, pero debe también
hacer más cosas. Este es uno de los logros menos conseguidos, salvo en
una minoría de la que sí que hemos tenido una buena respuesta. Nos
encontramos muy a gusto con estos estudiantes que, por otra parte, son
muy críticos, muy reivindicativos. Pero da gusto que el estudiante sea
reivindicativo, aunque a veces te ponga en aprietos, frente al alumno
pasivo que no se preocupa de nada o solamente cuando le surge un
problema particular.
"En este país no se
atiende suficientemente al mundo científico y cultural. Por eso afirmo
que la universidad ha perdido protagonismo social"
-¿Considera que los docentes están motivados en su Universidad?
-A unos les gusta mucho la docencia, a otros la investigación, y hay
quien se siente motivado por las actividades culturales y seminarios que
organizamos. En la universidad hay personas que trabajan bastante y
trabajan bien, y yo creo que hay un sector amplio de motivación en el
mundo universitario. Luego tenemos, como en todas partes, garbanzos
negros que faltan a clase, que no tienen tutoría, que dan las clases de
una forma muy rutinaria, que no se preocupan. Pero hay que destacar el
buen hacer de mucha gente que, incluso sin retribución de ningún tipo,
organizan seminarios, conferencias y jornadas de debate a las que
asisten los estudiantes. Algo enriquecedor y beneficioso para todos.
"Trato de que la UCM
sea un espacio de libertad y que desde ella se generen
ideas" |
-Históricamente la universidad ha sido un espacio de libertad y motor de
nuevas ideas. ¿En qué cree que se ha convertido actualmente?
-Yo trato también de que sea un espacio de libertad y que desde él
se generen ideas, porque es lo que fundamentalmente ha de ser la
universidad. Lo que pasa es que estos centros han perdido protagonismo
social. Por ejemplo, durante la dictadura la universidad no salía en los
medios de comunicación sobre todo porque había muchos conflictos y
estaba prohibido que se publicaran. Pero los universitarios y la
sociedad eran conscientes de que la universidad estaba jugando un papel
social importante. Aunque ahora tampoco aparecemos mucho en los medios,
yo me doy cuenta de que, aunque hay personas individuales que pueden
tener importancia, como institución hemos perdido influencia.
-¿A qué
cree que es debido?
-A que se han sucedido muchos cambios. Por ejemplo, en la sociedad
española tienen demasiado protagonismo los políticos. Se nota en los
cursos de verano de El Escorial: en cuanto llega un político, del signo
que sea, atrae a todos los medios de comunicación. Y en esta sociedad
que valora mucho la imagen, también tienen mucho peso los famosos, los
que salen en televisión. Frente a esto, hay muchísimos intelectuales y
excelentes científicos en esos cursos a los que los medios de
comunicación no les hacen ni caso. Observo que no se atiende
suficientemente al mundo científico y cultural en este país, por eso
afirmo que la universidad ha perdido peso. También por la propia
evolución de la sociedad, que valora mucho la riqueza, el dinero fácil,
abundante y barato, y eso hace que se preste menos atención a lo que es
el mundo del pensamiento en términos generales. Los héroes de los
jóvenes no son los investigadores y los profesores, sino los futbolistas
o los cantantes.
"Da gusto que el
estudiante sea reivindicativo, frente al alumno pasivo
que no se preocupa por nada"
-¿Cómo
influye eso en la universidad?
-El profesorado también está metido en esa carrera en la que nos han
introducido, compitiendo por publicar, y se olvida de la labor docente
en muchos casos. Se sienten satisfechos porque les han publicado un
artículo en tal revista, sin plantearse si eso tiene utilidad social o
no. El sistema está incentivando la competencia entre nosotros mismos,
el individualismo, el dar premios a unos que luego se ven mejores que
los demás. Es una sociedad que trata de establecer mecanismos e
incentivos a veces muy competitivos, porque no es un incentivo moral
sino siempre material.
El
economista social
-Usted es
economista y participa en foros de economía alternativos, que tienen en
cuenta a las personas. ¿Por qué los medios no se hacen eco de esta
economía social?
-Porque también hay una economía muy dominante, liderada por los que
siempre salen a hablar en los medios de comunicación y repiten la misma
cantinela: que si hay que flexibilizar el mercado de trabajo, que si hay
que modelar los salarios, que si hay que ganar competitividad, que si el
sistema de pensiones público no aguanta y hay que privatizarlo... El
discurso del economista es convencional, y además es un discurso muy
pobre en su análisis. Hay otros discursos, pero no salen en los medios
de comunicación porque no interesa publicar análisis heterodoxos que
cuestionan el saber convencional. Y hay una diferencia abismal entre lo
que dicen unos economistas y otros.
-Para
usted, las políticas de empleo son la base para comenzar a hacer
economía social...
-Siempre se pueden conseguir logros. En España hace unos años había
mucho más paro, ahora hay más salidas profesionales en el mercado de
trabajo. Lo que hay ahora es empleo precario, algo que se puede resolver
con políticas sociales, como hacemos a favor de la educación, la salud o
la igualdad de género. Lo considero positivo, y es lo que hacen los
países nórdicos, de quienes podemos copiar. Pero nunca nada será
suficiente si no cambiamos los principios del lucro que rigen nuestra
sociedad, donde lo importante es ganar dinero y adorar al becerro de
oro. Y le sucede a cada uno en su escala, hay una necesidad de estar
siempre comprando algo, de estar consumiendo algo y eso hace que sea muy
difícil crear una sociedad en la que podamos vivir todos con más
tranquilidad y menos crisis individuales y presión en el trabajo.
Paralelamente, se plantea una contradicción entre las necesidades que
nos están creando, el medio ambiente y nuestra propia salud mental. En
una sociedad que se rige tanto por el lucro, el beneficio, la
competitividad, por el conseguir ser más que el otro a partir del
dinero, pues es complicado resolver muchos de los problemas que tenemos.
Además esta sociedad conduce a menudo a la pérdida ética de valores
donde parece que todo vale con tal de lograrlo. Lo estamos viendo en el
ciclismo con el dopaje, en los escándalos urbanísticos y hasta en la
prensa, donde con tal de vender periódicos inventas bulos, compras a la
gente, hay un señor que insulta desde la radio y parece que eso es
positivo. Se puede criticar pero sin insultar, porque eso es un rechazo
a los derechos humanos y a la propia persona.
"Hay que ir contra esa mentalidad consumista que nos están generando,
en la que se pierden los valores"
-¿Le parece
posible cambiar eso?
-Me parece muy difícil, porque esta agresividad está metida en la
sociedad. Hay que cambiar la mentalidad de la gente, de la cultura, de
la familia y de la educación desde abajo. Es muy difícil, aunque no
imposible, porque la sociedad ha conseguido muchos logros a lo largo de
la historia. Hay que ir en contra de esta mentalidad que nos están
generando donde se pierden los principios y valores.
"Se plantea una
contradicción entre las necesidades que nos están generando,
el medio ambiente y nuestra salud mental" |
-¿Cómo
podría ser el paso del neoliberalismo a esta conciencia más global?
-Habría que hacer unas políticas sociales a nivel internacional,
ayudar más a los de abajo, realizar más redistribución internacional,
buscar políticas de cohesión. Que no sea la competitividad la que dirija
nuestras vidas, porque es importante también vivir en una sociedad
cohesionada donde no haya tanta exclusión, tanta tensión, tanta
violencia, tanta delincuencia; en la que todo el mundo tenga sus
oportunidades y aceptemos a la gente como personas y no como
instrumentos de trabajo. Pero eso pasa por un cambio de paradigma y de
hacer las políticas de otra forma y de otra manera. Ahora estamos
obsesionados, si no crecemos las cosas van mal. Hay que crecer como sea,
hay que generar empleo, hay que competir, hay que hacer inversiones
extranjeras. Entonces todas estas reglas del juego generan un viaje a
ninguna parte. Aunque parezca que nuestro bienestar ha mejorado, que
efectivamente España ha crecido mucho, al final estás muy insatisfecho
porque siempre te quedas con la carga de lo que no puedes lograr.
-¿En qué
debería medirse la calidad de vida de un ciudadano? ¿Cada persona
debería hacerse esta pregunta para saber qué considera calidad de vida y
comprobar si el sistema se la está dando?
-Efectivamente, creo que deberíamos plantearnos esta cuestión, lo
que sucede es que el sistema no deja pensar. Estamos creciendo, pero más
lentamente que el PIB. Ciertamente ahora es más común que entren dos
sueldos en casa, en lugar de uno. Y además las familias tienen menos
miembros, con lo cual hay más dinero para repartir entre menos personas.
Pero si nos paramos a reflexionar, por una parte da la impresión de que
mejoramos mientras que por otra estamos perdiendo horas de nuestra vida
yendo al trabajo -con las tensiones sociales que eso nos provoca-, y
vivimos en una ciudad degradada medioambientalmente. La calidad de vida
depende de los gustos de cada persona. Para algunos consiste en tener
tiempo para poder leer, ir al cine o al teatro; para otros es irse a la
segunda casa, aunque sea soportando atascos todos los días. Así, la
calidad de vida tiene que ver con cómo nos planteamos nuestra
existencia, qué es lo que pedimos a nuestra existencia vital. § |
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