-¿Por qué cree que tiene tanto éxito en nuestro país
el cotilleo?
-Porque estamos en una sociedad de pensamiento light, débil,
deteriorada en valores y ese tipo de cosas son fáciles de digerir. No
obligan a pensar y estimulan las bajas pasiones. Es algo que está en la
sociedad, tiene claves muy preocupantes y no sucede porque sí. Pienso
que es un síntoma de un proceso de degradación y estamos en el punto más
crítico y más preocupante.
-El director de "Le Monde Diplomatique", Ignacio
Ramonet propone ante esta crisis de medios de comunicación, la creación
de un quinto poder, que sería el ciudadano creando redes y participando
en ellas. ¿Apoya esta tesis?
-Con todos los respetos creo que Ramonet lo dice -por
supuesto- en un sentido políticamente correcto, con el que puedo estar
de acuerdo o no. Lo que a mí me preocupa es que se malinterprete ese
concepto de participación de los ciudadanos. Una de las perversiones de
la democracia es el populismo. No creo en esa representación directa, ni
que los ciudadanos -por el hecho de serlo- vayan a sanear la democracia
con una participación que no esté organizada de forma responsable. Creo
firmemente en la clase política y la que tenemos, pienso que es el pilar
del actual sistema democrático. A pesar de la mucha demagogia y basura
injusta que se ha volcado sobre ella. En general creo que es gente
honesta que trabaja.
-Dígame, ¿por qué ama tanto la política?
-Tengo una edad y una experiencia profesional que me ha permitido
conocer a fondo a muchos políticos. Incluso he tenido la oportunidad de
trascender, ir más allá del cliché del político que dice cosas para
defenderse y llegar a descubrir al ser humano que hay detrás. Con sus
convicciones, su ideología y sus ideales. He tenido ese privilegio del
que hago un balance muy bueno y positivo. En la clase política como en
todos los sitios, hay de todo, pero la mayoría es gente decente y creo
que es el sector de la sociedad más desconocido y maltratado.
-En un "cuerpo a cuerpo" ambas partes luchan por
ganar. Mientras el político defiende su máscara, usted busca a la
persona. ¿Cuál ha sido el resultado?
-Este último libro ha sido un trabajo realizado a lo largo de muchos
años y que me ha supuesto una gran satisfacción personal y humana.
Profesional en el sentido en que he tenido el privilegio de acceder a
todos los dirigentes políticos de la democracia y me han correspondido
con una confianza muy grande. Y humana porque la gran mayoría de ellos,
o por lo menos los más importantes, han tenido la paciencia de
escucharme y me han permitido conocer sus preocupaciones, su forma de
pensar, e ir más allá del discurso político.
-¿Y cómo consiguió todo eso?
-Trabajé con una ventaja, no me gustaría ponerme más medallas que
las que me corresponden. No creo que haya ningún político que se resista
a la llamada del periódico El País. Es el gancho y para todos es
seductor e interesante verse a doble página. En segundo lugar porque me
conocían, confiaban en mí, y sabían que no iba a jugarles una mala
pasada. También saben que el 90% de una buena entrevista depende de
ellos. De su sinceridad, credibilidad, ausencia de máscaras y sobre
todo, que consigan hablar como personas no como políticos a la búsqueda
de votos.
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"En la clase política hay de todo. Pero la mayoría es
gente decente y creo que es el sector de la sociedad más desconocido y
maltratado" |
-¿Qué le supuso como profesional?
-Fueron conversaciones muy largas. En ellas lo primero que intento
es que el que está al otro lado se olvide de que hay un micrófono por
medio, incluso que existe un periodista. Sólo existe una persona
dispuesta a escuchar y comprender. Creo que ésta es la actitud más
correcta.
En el fondo el político necesita alguien que le escuche, alguien con
quien compartir dentro de una conversación inteligente. A lo largo de
esas cien entrevistas se pueden ver personas que piensan, dudan y son
más humanas de lo que pueda parecer a simple vista.
-De esos cien políticos entrevistados, ¿quién le
impresionó más?
-Hay dos que me parecen muy antagónicos y al mismo tiempo muy
interesantes como seres humanos. Son Fraga y Arzalluz. Personalmente me
impresionó más Arzalluz por su cercanía y amistad. Es un personaje muy
demonizado, poco conocido y muy maltratado por el conjunto de la
sociedad, no digamos ya "en Madrid". He tenido la ocasión de conocerle a
fondo y es una persona seria, que ama sus ideas, defiende con pasión
aquello en lo que cree. No se maquilla y no se blinda frente a un
periodista. Dice lo que tiene que decir y no le importa si con ello
pierde o no la imagen. Está en política por ideas y eso es algo difícil
de encontrar. Destacaría otra cosa en él que me parece muy importante y
es que cree en la democracia de los partidos, en las ideas y lo ha
defendido de una forma valerosa durante la transición dentro del PNV. De
Fraga es un patriota autoritario, un hombre de Estado capaz de frenar su
autoritario carácter y sus ideas por conseguir una política de consenso.
De él destaco su sinceridad.
-¿Recuerda haberse callado una pregunta alguna vez?
-Nunca.
-¿Qué tienen de especial sus entrevistas que no
tengan las demás?
-Son distintas porque honradamente no creo que haga entrevistas.
Entro en debate con el personaje, rebato sus argumentos, le pregunto...
Nunca voy a una entrevista con un cuestionario, puedo llevar un esquema
más o menos. Estoy atenta a todo lo que expresan para mantener una
interlocución. Si estoy de acuerdo, sigo para adelante, si no me peleo y
surge un debate que me parece sugerente. Esta fórmula no es frecuente.
Por lo general el periodista suele hacer pregunta y respuesta y cuando
tiene bastante para llenar el espacio asignado, da el tema por zanjado.
Yo no. Primero, porque me apasiona la política, me interesan los
personajes y sus ideas. Y segundo porque nunca voy a una entrevista para
cubrir un expediente sino para pasarlo bien y para aprender porque todos
tenemos nuestros prejuicios, retratos más o menos hechos de un
personaje. Y en una entrevista larga todo esto te pone a prueba.
-¿A qué llama una buena entrevista?
-A la que uno tiene ganas de leer. El género periodístico de la
entrevista está muy desprestigiado. Me atrevería a decir que incluso
está en desuso. No es frecuente encontrar páginas de entrevistas en los
periódicos. Pero porque los propios directores saben que no se leen a no
ser que haya un reclamo, un titular muy escandaloso. Yo pretendo que mis
entrevistas se lean hasta el final.
-Una curiosidad. ¿Por qué María Antonia Iglesias
levanta tantas pasiones y no deja a nadie indiferente?
-Soy una persona muy vehemente, mantengo una idea muy clara de lo
que pienso porque he vivido mucho también. Represento una forma de
pensar, unas ideas que no todo el mundo comparte, evidentemente. Hay
mucha gente que me admira y también muchos que si pueden me matarían
-ríe-. Vamos, que no me tienen precisamente cariño. Y lo comprendo
porque digo cosas muy duras. Lo que no me gusta ni puedo respetar son
las agresiones y los insultos.
-¿Qué le enfada?
-El cinismo es algo que no puedo soportar, pero ya no en la política
sino en todos los órdenes de la vida. Es más, no es sólo que no me
guste, es que me desarma. Soy una persona bastante dura, tengo una
cierta capacidad dialéctica y es difícil encontrar un agujero para
vencerme, aunque sea una soberbia decirlo. Pero el cinismo me desmorona,
no lo soporto, es algo que va contra la dignidad humana.
-¿Qué es lo que más le sorprende que piensen de
usted?
-Pues por ejemplo, que soy una persona dura, todo lo contrario a la
realidad. Tengo fama de ello quizás porque soy vehemente. Defiendo ideas
desde posiciones difíciles y con mucha pasión. Pero quien me conoce sabe
que en el fondo soy vulnerable y tierna, aunque está mal que yo lo diga.