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CONTRAPUNTO

 Condoleezza tiene que encargarse de que el jefe no se trabe, que no meta la pata, que no se atragante con galletitas, que no mastique chicle en recepciones oficiales, que no se equivoque de avión, ni de país, ni de presidente.

FEBRERO 2008

CONTRAPUNTO
EL JEFE
POR CAROLINA FERNANDEZ

No no creo que Condoleezza Rice sea un marimacho, como dicen por ahí. Y también me resisto a creer que ese semblante permanentemente rígido pueda ser condición natural en una mujer, salvo que esté invadida de estrecheces y se haya convertido en amargada crónica, que las hay. Yo creo que la explicación hay que buscarla en el ámbito laboral. Pónganse en situación: mujer, inteligente, competente, ambiciosa, ocupando el puesto de su vida. Parece perfecto, ¿no? Pues no es tanto, porque mientras con una mano hace su trabajo, con la otra realiza labores de guardería: tiene que cuidar de su jefe. Estas son las cosas que tiene ser hembra y a la vez trabajadora, que a una le tocan trabajos que nadie más haría. Entiéndase: déjate la piel en la empresa y llega a tiempo para hacer la cena y bañar a los niños. En este caso no hay niños, sino jefe. Y qué jefe. Condoleezza tiene que encargarse de que no se trabe, que no meta la pata, que no se atragante con galletitas, que no mastique chicle en recepciones oficiales, que no se equivoque de avión, ni de país, ni de presidente. Tiene que asegurarse de que ofrezca una imagen sólida de mandatario mundial, lo que no resulta nada sencillo, puesto que se trata de un tipo que se monta en una Harley aullando como un cowboy, que indulta pavos el día de Acción de Gracias pero fríe personas sin pestañear, que confunde los nombres de los cargos que lo visitan, que bailotea en las recepciones oficiales, y que básicamente no sabe cuándo tiene que poner una de las dos expresiones faciales que posee: la sonrisilla bobalicona para momentos entrañables, fotos familiares, recepciones con niños vestidos con traje regional, etc., o bien cara seria, entre concentrado y preocupado, ceño semifruncido, ojos fijos, y semblante de estar diciendo "wow, qué interesante y qué profundo es esto que estoy escuchando". Fuera de esos dos registros, el presidente es un desastre. Por eso le han asignado una sombra, Condi, y por eso Condi está amargada. No busquen otros motivos. Desde el episodio aquel en el que el presidente le pedía permiso para ir al lavabo, hemos podido comprobar cómo se le ha ido agriando más y más el gesto. La hemos visto realizar su labor con discreción, sus paseos por los jardines de la residencia oficial, aleccionando, orientando, encarrilando… Y total ¿para qué? Vean la última: durante el último viaje a Israel, entre bocado y bocado de una cena oficial, el presidente soltó la lengua con esta brillantez: "La política israelí es como el kárate. Cuando crees que te has librado del primer golpe, zas, llega otro que no esperabas". Ya imagino yo a la pobre Condi con la frente perlada de sudores, esperando a ver si traen los postres de una vez. Pero el jefe está lanzado: "No quiero entrometerme en vuestros asuntos internos, pero…" Ya está, ya se ha tirado a la piscina. A la mierda toda la preparación, las conversaciones y las pautas. ¿Cómo se puede trabajar con alguien así? El estrés laboral de Condi por fuerza tiene que ser insoportable. Los entremeses se le atragantan. Seguro que le están dando acidez. Dado que se trata de una cena con una potencia nuclear y no una sesión de tapitas y cañas con los colegas del curro, la pobre mujer se decide por una solución de urgencia. Garabatea un papel y se lo pasa con discreción. Una discreción que el jefe revienta cuando desdobla el papelillo en presencia de los comensales y lee para sí: "Cierra la boca". Breve y contundente. Condi, furibunda, lo debe estar taladrando con la mirada. Al presidente, que tiene el día simpático, le hace gracia la misiva. De hecho le hace tanta gracia, que decide compartirla con los compañeros de mesa: "Hey, mirad, me ha dicho que me calle, que cierre la boca". Shut up, Mr. President. Suponemos que se produciría un pasmo general, pero como la diplomacia es la diplomacia, todo acabó en una sonora carcajada. Condi, una vez más, se debió sentir avergonzada. El presidente se lo pasó como los indios, desde luego, lo que no sabemos es cómo debió ser la bronca a puerta cerrada y sin testigos que lo puedan contar.
Así, con ese peso sobre los hombros ¿cómo no va a estar rígida? Tantas horas al día de tensión acumulada acaban pasando factura. Me preocupa porque he leído que el estrés laboral es terrorífico. Vean: absentismo, depresiones, problemas gástricos, dermatológicos, cardiopatías, apatía, insomnio, cara de Condoleezza… El problema es que no están calificadas como enfermedades profesionales y por eso no entran en los programas de prevención de riesgos laborales. Pobre Condi, el seguro médico no le va a pagar el antiácido. Yo creo que está emocionalmente agotada y por eso se pone todas las mañanas la careta de tipa dura. Si alguna vez se desmorona un poquito, la mujer más correosa del planeta se recompone en cuanto se vuelve a maquillar.
Hay una lista de prototipos de jefes insufribles que viven con la intención de amargar la vida a sus semejantes. Hay jefes psicópatas, autoritarios, narcisistas, paranoicos. Pero en ninguno de esos perfiles encaja el jefe de Condi. Quizá porque nunca ha sido en realidad el jefe de Condi, sino sólo su pupilo.
Quizá Condi cuando se quede sin trabajo monte una guardería. Experiencia no le falta. §

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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