ENERO 2008
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Capitalismo y
Desastres Naturales
Parece osado pensar que la tragedia que supone un desastre
natural, puede convertirse en motivo de enriquecimiento para
unos cuantos. Sin embargo existen ejemplos en el planeta que
sugieren que el sistema capitalista aprovecha para imponerse el
momento en el que los habitantes están en estado de shock.
Texto: Marta Iglesias |
Foto:
© ACNUR |
Hace ya
tiempo que las voces críticas ponen de manifiesto las mentiras y
contradicciones del sistema neoliberal, pero su funcionamiento podría
haber dado un paso más allá. Las catástrofes naturales recientes han
sacado a flote las peores miserias de este sistema económico. Pensemos
por ejemplo en el bien documentado caso de Nueva Orleans, con un número
de muertos tan alto que ha sido ocultado por la Administración Bush. Lo
que sí se sabe es que el ciclón Katrina de categoría cinco multiplicó
sus estragos debido al mal estado de las infraestructuras a orillas del
río Mississippi. Los 14.000 millones de dólares que inicialmente se iban
a destinar a la construcción de diques, se rebajaron a 1.200, y
finalmente a 71 millones de dólares. Todos en Norteamérica saben que el
dinero se ha desviado a la Guerra de Iraq y a la seguridad interna. Si a
ello sumamos que gran parte de la Guardia Nacional de la zona y de los
agentes de policía de Luisiana estaban en Iraq, completaremos un cuadro
que refleja claramente cómo las zonas más pobres son ignoradas por el
capitalismo. De hecho, en Nueva Orleans vivían medio millón de personas,
la mayoría negras y pobres. El Katrina no podía haberse evitado, por
supuesto, pero sus consecuencias sí podrían haberse aminorado.
En México el huracán Dean puso de manifiesto que el gobierno estaba más
dispuesto a proteger negocios extranjeros, turistas e incluso los pozos
petroleros de Pemex en Campeche, que a sus propios ciudadanos.
Vayamos ahora al tsunami de finales de 2004. Aunque se ha asimilado la
tragedia como natural, quizá se nos atraganten nuestros pensamientos al
saber que las bases militares de la zona tenían conocimiento del hecho
que se avecinaba y pusieron a salvo a todo su personal, mientras la
población civil era engullida por las aguas. Sobre la conciencia pesan
más de doscientos mil muertos, cientos de desaparecidos y miles de
damnificados.
Después de la catástrofe
En mayor o menor medida conocemos los efectos que el
sistema económico imperante en la mayoría del planeta produce por
omisión. Pero ahora sale a la luz que lo que sucede tras un desastre
natural es todavía más terrorífico. Es lo que la activista antisistema
Naomi Klein ha definido como ‘La doctrina del shock’, documentada
ampliamente en un libro del mismo título. Según su teoría, el sistema
neoliberal aprovecha los momentos en los que las poblaciones están bajo
estado de shock para imponer sus preceptos. Es decir, utiliza la
vulnerabilidad para introducir medidas que de otro modo no se
aprobarían, porque en ese estado la ciudadanía es incapaz de reaccionar.
Los momentos elegidos son de muy diversa índole, desde guerras como la
de Iraq a desastres naturales o ataques terroristas como el 11-S y 11-M.

Tras el tsunami de 2004 Estados Unidos aprovechó para
incrementar su presencia militar en el Índico. Paralelamente, el
gobierno de Sri Lanka aprobó una ley para privatizar el agua y la
electricidad |
En el caso concreto de los desastres naturales podemos apreciar cómo
tras el tsunami se abrió el paso a personas y mercancías hacia el Océano
Índico para facilitar la rápida llegada de ayuda internacional. El hecho
fue aprovechado por Estados Unidos para incrementar su presencia militar
en la zona. Desde Tailandia a Filipinas, terminando en los Estrechos de
Malacca, por los que pasa el 90% del petróleo que emplea Japón. Según
los expertos, el objetivo que persigue la superpotencia es posicionarse
para controlar de cerca el crecimiento económico y militar de China.
Incluso la marina llegó a Sri Lanka, pese a las protestas iniciales del
país, escudada bajo tareas de relevo del tsunami. Condoleezza Rice lo
tiene tan claro que no dudó en afirmar que el tsunami supuso una
"maravillosa oportunidad" que "ha pagado grandes dividendos para
nosotros". Y, por macabro que resulte, la realidad es que tenía razón
porque tras el paso de las olas gigantes la zona costera quedó limpia, y
las comunidades que previamente habían paralizado en ella los planes
turísticos, los casinos y las granjas de gambas dejaron de lado sus
reclamaciones. Sólo les interesaba salir adelante al precio que fuera.
Pero los habitantes de Sri Lanka notaron los efectos devastadores del
libre mercado de una manera mucho más cercana: cuatro días después del
desastre, su propio gobierno aprobó una ley para privatizar el agua y la
electricidad. Algo que hubiera provocado importantes protestas en la
calle, tuvo lugar silenciosamente, hipotecando el futuro de los
ciudadanos en favor de las empresas.
Y es que precisamente éstas son las grandes favorecidas tras los
desastres naturales. Nadie ignora en Estados Unidos que la catástrofe
del Katrina supuso una oportunidad única para la empresa Halliburton,
dirigida hasta hace pocos años por el vicepresidente Dick Cheney. Ella
es la principal beneficiaria de los contratos de reconstrucción de Nueva
Orleans. Esto subió el precio de sus acciones, y consecuentemente
incrementó el índice Dow Jones de la bolsa neoyorquina. Conclusión: la
muerte de miles de personas produce ganancias millonarias en la bolsa.
Todos estos hechos nos traen a la memoria una cita del economista Milton
Friedman, uno de los grandes defensores del libre mercado y el
capitalismo. Él decía que sólo una crisis -real o percibida- produce un
cambio, y cuando llega esa crisis, el cambio que desencadena depende de
las ideas que haya en el entorno. Visto lo visto, parece que
multinacionales y gobiernos se han puesto manos a la obra, y el negocio
está siendo muy provechoso.
Lo más alarmante es que ya existen think tanks, empresas de pensamiento,
que están buscando ideas que introducir en países concretos para cuando
vivan un estado de shock.
Las empresas de pensamiento ya tienen ideas para
introducir
en países que vivan un estado de shock. |
Hay quien dice que esta estrategia comenzó cuando el huracán Mitch asoló
América Central en 1998. Murieron casi nueve mil personas, y la zona
estaban tan desesperada por conseguir fondos para comenzar la
reconstrucción que privatizaron a precio de saldo sus compañías
estatales. Guatemala vendió su sistema de teléfono, Nicaragua además de
eso hizo lo mismo con su compañía eléctrica y su sector de petróleo.
Honduras fue más allá: privatizaron la compañía telefónica estatal, la
compañía eléctrica nacional, parte del agua, aeropuertos, carreteras y
puertos marítimos. Un país en rebajas para paliar el desastre. Pero
estas ideas no nacieron de esos gobiernos. Los expertos afirman que
fueron inducidas por el BM y FMI, que prometieron ayudas y condonación
de la deuda a cambio de dejar los países en manos de multinacionales
extranjeras.
¿Solución?: La información
Ya sabemos que este sistema está agazapado, esperando
su oportunidad de crisis para inocularnos sus métodos cuando estemos en
estado de shock. Según los más críticos, la protección más efectiva
consiste en permanecer informados y mantener la memoria. Aunque no hay
ejemplos de que los ciudadanos se hayan dado cuenta de estas
estratagemas ante desastres naturales, sí los tenemos para otras
situaciones de parálisis. Por ejemplo los ciudadanos argentinos ante la
crisis económica que su país sufrió en 2001. Ellos se defendieron
expulsando a cuatro presidentes en diez días, ocupando fábricas para que
fuesen gestionadas por sus trabajadores. Y nuestro país también es
referencia. Federico Allodi, fundador del Centro Canadiense para las
víctimas de la Tortura dice que "en España la gente ha metabolizado su
historia". La propia Naomi Klein le apostilla: "Cuando España sufrió el
ataque terrorista el 11-M, Aznar salió inmediatamente en televisión
acusando a los vascos, recurriendo a tácticas de miedo. Y así es como
perdió las elecciones. La gente decía que les recordaba a algo. Les
recordaba a cómo Franco solía tenerles asustados". Para la autora, en
España el shock produjo desconfianza y un deseo de concentración de
estar juntos a través de las manifestaciones, porque la unión genera
fuerza. En Estados Unidos, Bush animó a todo el mundo a salir de
compras, una de las actividades que más aislan a las personas. De esta
estrategia se deduce que otra de las soluciones es agruparse, conversar,
analizar, recordar en conjunto. Sólo así la memoria toma forma, el shock
no paraliza y los ciudadanos recuperan el control. Recordar es vencer. §
SOBRE EL TERRENO
Para
conocer de primera mano cómo funciona el sistema capitalista
tras un desastre, nos ponemos en comunicación con Anamaría
Ashwell, Investigadora de Ciencias Sociales y Humanidades de la
Universidad Autónoma de Puebla (México). A nivel particular, comenzó a
organizar ayuda para los más desfavorecidos cuando el paso del huracán
Paulina arrasó parte de su país en 1997. "Lo hice motivada precisamente
porque mi experiencia de antropóloga me indicaba que la ayuda no iba a
llegar nunca a las zonas más marginadas y pobres de las regiones
afectadas". Efectivamente, a Costa Chica no llegó casi ayuda oficial y
las dificultades que tuvo se repitieron en 1999, cuando volvió a ayudar
a comunidades inundadas entre Chiapas y Tabasco. "Esto era un escenario
de caos total -explica-, especialmente por parte de las autoridades.
Proliferaba el "agandalle", como llamamos los mexicanos a la corrupción,
en todo su esplendor. Y mientras, los políticos sacándose fotos, dando
entrevistas a televisiones. En momentos de crisis lo que sucede es que
crece la dependencia de estas comunidades hacia el Estado. En casos
extremos también vi como se descompone la solidaridad interna de la
comunidad con la llegada de la ayuda. Es el sálvese quien pueda. El más
fuerte sobre el más débil". Anamaría observó que mientras en las zonas
urbanas y céntricas todo volvía a la normalidad rápidamente, las
comunidades pobres eran abandonadas. En las playas turísticas hasta se
repone la arena que se lleva el huracán, pero en zonas aisladas que
dependen de su cosecha y sus animales para alimentarse, hay que
sobrevivir como se pueda. De su experiencia, la investigadora afirma que
"el capitalismo de amigos da prioridad, no al que ofrece el mejor
precio, sino al que comparte las ganancias. Entonces empieza la
especulación, el acaparamiento y el alza de los precios, especialmente
en los materiales de construcción. Uno de ellos -en Arriaga, Chiapas, en
el año 2000- me decía que bastaba una inundación y él ganaba más que en
varios años de comerciar con los mismos productos pero en tiempos
normales. Esto se encadena a las grandes corporaciones que producen y
distribuyen esos materiales y bienes, que inmediatamente entran en el
negocio de los damnificados. Estas empresas donan unos millones
públicamente en la televisión porque son muchos millones más lo que
venderán para asistir -todo subsidiado- a los damnificados". Otra de las
dificultades inevitables son los intermediarios, donde se pierde más de
la mitad de la ayuda que se desea enviar. La doctora Ashwell afirma que
no se pueden evitar. Ella lo intentó al llevar un tráiler con cien
toneladas de ayuda a Chiapas. "Hay que descargar, almacenar, distribuir,
viajar con ellos, pagar la gasolina y los peajes... Se va pagando en
escalera para que cada botella de agua que se entrega llegue al
sediento. Y esa botella de agua termina costando miles. El despilfarro
que se produce es enorme. Se termina tirando la comida, la ropa... y si
uno lo entrega al gobierno está el peligro de que lo almacenen para
cuando lleguen las campañas políticas, como sucedió en Veracruz y
Puebla. El mejor camino son las organizaciones ciudadanas
independientes. Universidades o gente que se organiza al margen del
Estado, partidos y empresas, yendo a lugares específicos a llevar la
ayuda". Como conclusión Anamaría Ashwell comenta que "los desastres
naturales son desastres que políticos corruptos y ciudadanos pasivos
provocan. Todos estos desastres podrían evitarse o inhibir su impacto si
fuéramos más racionales y más transparentes en el uso de recursos
públicos, en la manera en la que habitamos nuestros suelos..." §
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