Revista Fusión

 Subscripción RSS

FUSION también eres tú,  por eso nos interesan tus opiniones,  tus reflexiones y tu colaboración  para construir un  mundo mejor

Recibe nuestras noticias en tu correo

 


 

 

ENERO 2008

Ricardo Coler

Periodista y médico

Ricardo Coler

 

Vamos a viajar hasta Loshui, provincia de Yunnan (China). Allí, entre las montañas se encuentra la comunidad de los Mosuo, distribuida en un puñado de aldeas dedicadas básicamente a la agricultura. Una sociedad donde las mujeres están al mando. Es el "matriarcado más puro del mundo".
Hasta ese lugar se desplazó el periodista, médico y fotógrafo argentino, Ricardo Coler. Después de varios viajes y dos meses de convivencia nació el libro, "El reino de las mujeres" (Temas de Hoy). Una interesante reflexión para nuestra sociedad occidental.

Texto: Mariló Hidalgo. Fotos: Ricardo Coler.


El último matriarcado


Empezó esta búsqueda hace varios años. Visitó sociedades matriarcales en India, México y Papúa Nueva Guinea, al norte de Australia. Y comprobó in situ que se había escrito mucha literatura fantástica al respecto. Después de una profunda labor de investigación, se dio cuenta de que la comunidad de los Mosuo era la que se había conservado más pura. Así que cogió una mochila, su cámara de fotos, sus cuadernos y acompañado de Lei -su intérprete chino-, puso rumbo a su objetivo. Allí, entre altas montañas, en lo alto de una cima aparece el lago Lugu: un espejo celeste de agua mansa con algunas islas en su interior.Al lado se encuentra el poblado donde va a vivir su experiencia.

-¿Por qué cogiste la mochila y te fuiste en busca del último matriarcado? ¿Qué te atrajo de esa aventura?
-En realidad yo visité varios matriarcados, pero me centré en éste porque comprobé que era el más puro de todos los que conocí. Quería saber cómo funcionaban las cosas cuando las reglas eran diferentes. Así que busqué sociedades donde las mujeres no hubieran sido criadas bajo una educación machista, no hubiesen sido oprimidas por el hombre o despreciadas por la sociedad, sino que desde el principio tuvieran las mismas posibilidades que un hombre. Esta fue la razón por la que empecé a viajar a los matriarcados hasta que encontré éste: un matriarcado real.

"La matriarca vive con sus hijos e hijas, sus hermanos y su madre. No hay maridos. No existe el matrimonio"

-Afirmas que para entender la cultura matriarcal, no hay que compararla con la patriarcal, sino que se debe partir de una visión diferente de la vida que posee la mujer...
-Ante todo hay que distinguir algo: lo que caracteriza a la sociedad matriarcal es que la mujer, además de ser la que tiene el poder, imprime a la sociedad una característica femenina. Que no es lo mismo que las mujeres estén en el poder, porque tenemos ejemplos de algunas que gobiernan y son más varoniles que un hombre en el ejercicio del poder. Aquí la característica principal es que hay algo en la sociedad que puede enlazarse, emparentarse con lo femenino. Y definir lo que es femenino puede ser un poco pretencioso, porque a la mujer no la definen ni el deseo de la maternidad, ni el gusto por los hombres, ni tampoco la anatomía. Una de las características más importantes que yo he notado en estas sociedades es la absoluta falta de violencia; la mujer a menudo mira sin entender a los hombres que luchan por el prestigio o por mantener su virilidad. Además cuando una mujer es poderosa lucha porque toda su familia esté bien. Yo les preguntaba qué esperaban de la vida, si querían hacerse ricas -típica pregunta de un hombre- y me miraban extrañadas. La acumulación, el tener por tener, no es algo que entre en sus cabezas. Y otro rasgo característico es la falta de competencia sangrienta. En todas las sociedades matriarcales hay un entramado social donde la solidaridad y el cuidado por el otro está más marcado que en las sociedades patriarcales.

-Una de las instituciones más arraigadas de nuestra sociedad es el matrimonio, a partir del cual luego surge la familia, algo que allí no existe. ¿Qué sentido dan a la relación?
-Ellas dicen que son fieles a dos cuestiones: a la familia y al amor. Por eso la matriarca vive con sus hijos e hijas, sus hermanos y su madre. No hay maridos. Los hombres sin lazo sanguíneo directo con la matriarca pertenecen a otra casa y duermen bajo otro techo. Afirman que nadie que quiera tener una familia estable se le ocurriría ir a vivir con un miembro de otra familia, que sería el matrimonio. Según sus valores, pedirle a otra persona la convivencia con amor, sexualidad, economía, hijos, futuro, proyectos y amistad para toda la vida es una locura. Les llama la atención que nosotros insistamos tanto en ello. La familia para ellos es más importante que el matrimonio, por eso a pesar de que las mujeres eligen con quien pasar la noche y varían a menudo de pareja, ninguna regla de su sociedad les lleva a casarse y a romper con la familia de origen. Y les va mucho mejor económicamente, porque nunca dividen sus propiedades por herencia, ni por divorcio, ni por pelea entre cuñadas, ni por nada. La familia siempre se mantiene con la misma propiedad y todos trabajan para ella. Hay mucha libertad sexual, nadie lo mira mal. A todo el mundo le parece bien, hasta se enamoran; pero el amor dura lo que dura y eso marca el tiempo de esa relación. Cuando se termina, se acabó. Para ella es importante el amor pero nunca va a estar con un hombre por los hijos, por el dinero, por lo que digan los demás, por la familia, por el hogar o por la economía. Tampoco en esas sociedades existen las mujeres abandonadas o sin recursos porque ellas son las únicas que tienen la propiedad, el dinero, los hijos y la casa, que pasa de generación en generación.

"En estas sociedades hay un entramado social donde la solidaridad y
el cuidado por el otro está muy marcado"

-En el matriarcado las ancianas son muy importantes, se las considera las alma "mater" de los clanes. El concepto se acerca más a las sociedades ancestrales que a la actualidad, donde ya no se valora a los abuelos...
-El tema de la vejez ellos lo resuelven bastante bien. Viven en un hogar constituido por un patio central con muchas casitas alrededor donde se disponen los dormitorios. Entonces al anciano, a la matriarca, a la abuela, la cuidan entre todos. Siempre hay mucha gente cuidando, tanto a los niños como a los mayores. En cambio en occidente un hijo de mediana edad se hace cargo de los padres y éste es un trabajo que recae sólo en él. Allí las familias son mucho más numerosas y la tarea de cuidar a los ancianos se la reparten entre todos. Es un honor y allí la voz de los mayores suena con fuerza.

-Personalmente, ¿qué te supuso el haber vivido esta experiencia?
-No soy antropólogo, ni sociólogo, ni un guía turístico. Cuando voy a un lugar como éste es porque me interesa profundamente el tema y me dejo empapar por ello. No voy como quien visita un zoológico. Entrar allí es como ir cien años atrás, viven con cosas muy sencillas y en cambio no les falta de nada. Nosotros al tener más comodidades, adelantos, hemos perdido por el camino muchas cosas importantes. Allí no existe violencia y no se acepta a los violentos, es algo que avergüenza. No hay lucha por el poder, todo el mundo tiene lo que necesita y a nadie le falta de nada. Se habla mucho, en las casas, por las calles. Necesitan saber unos de otros, de sus problemas. Cuando hablaba de cosas de nuestra cultura occidental me miraban sorprendidos y se reían de nuestro concepto de familia, pareja, religión…

"Allí no existe la violencia. No hay lucha por el poder. Todo el mundo tiene lo que necesita"

-¿Y qué piensas cuando comparas lo que allí experimentaste con los valores de nuestra cultura occidental?
-Uno nace hablando un determinado idioma dentro de un entorno familiar concreto y eso te condiciona. Yo no sé si me acostumbraría a vivir en un matriarcado. No está mal que una mujer me mande, pero… ¡todo el día! (risas). Por lo menos que me haga creer que mi voz también importa. Fuera de bromas, esto me ha hecho pensar que hay muchos problemas que padecemos y que pensamos que tienen que ver con la política o con la economía, y en realidad son cuestiones relacionadas con el género. La sociedad debe ser menos patriarcal y eso no tiene que ver con tener más diputadas o más mujeres en el gobierno, o con que las mujeres tengan más derechos. He estado en sociedades donde ellas tienen todos los derechos y siguen rigiéndose por valores patriarcales. Es ahí donde debería de introducirse el cambio.

-Si el futuro, como dicen, es bajo lo femenino. ¿Cómo vislumbras el camino, por encima de conceptos de género como hombre y mujer?
-No hace falta irse a China para encontrar mujeres que viven solas, que tienen hijos, que ganan dinero, que le pueden dar a sus hijos su apellido, que cambian de pareja todo lo que quieren. La diferencia está en que esas mujeres lo hacen resignadas o sufriendo, y en que esa vida no es un código propio de la sociedad occidental. No sé si la civilización va rumbo a un matriarcado o a tomar algunas de sus características, pero en este momento que se habla tanto de la mujer hay que dejar de dar vueltas a sus derechos y pararnos a reflexionar. El cambio no me parece tan fácil, pero hay un dato a tener en cuenta: las mujeres en las sociedades patriarcales protestan por la opresión. Los hombres en las sociedades matriarcales no, lo pasan bárbaro. Todos defienden la sociedad matriarcal. Todos se benefician y viven bien. No tienen nuestros problemas.

"Para un hombre, sostener todo el tiempo ese lugar
asignado por el patriarcado es algo agotador"

-La mujer hace un tiempo que ha iniciado su liberación. ¿De qué crees que se tiene que liberar el hombre en este momento?
-Es que ser un hombre, en el sentido de lo que estamos hablando, también cansa. Sostener todo el tiempo ese lugar asignado por el patriarcado es agotador. A mí me parece que a pesar de que es un diálogo difícil, el escuchar a la mujer es una de las cosas que más me ha cambiado. El diálogo entre un hombre y una mujer no es un diálogo sencillo, básicamente porque para un hombre no es del todo entendible. Muchas veces me he encontrado hablando con una mujer, contándome sus penurias y mientras yo le busco soluciones, ella me contesta: "yo no quiero que me des una solución, sólo quiero que me escuches". Algo que para mí es complicado. Aprendí a callarme la boca y a no decir lo que tenían que hacer, pero esto lo aprendí a "duros golpes". Sería sumamente beneficioso que nos escuchásemos mutuamente.

-¿Qué es lo que más teme el hombre de la mujer?
-Lo mismo que le atrae de ella. Que una mujer puede ser capaz de cualquier cosa por amor y eso también produce temor.

"Nuestra civilización, a pesar de tener más comodidades, ha perdido en el camino muchas cosas importantes"

-¿Qué te han enseñado las mujeres?
-Últimamente me han enseñado muchas cosas, entre las que destaco la necesidad de escuchar sin intentar controlar, ni atrapar, ni decir lo que se tiene que hacer. A partir de ahí es posible vivir momentos maravillosos.

-Detrás de las páginas del libro y tus reflexiones parece que vislumbramos a un Ricardo Coler que se identifica con aquello que va descubriendo. ¿Qué te une a lo femenino?
-Esa es una pregunta que me hago a menudo y confieso que, aunque me genera mucha curiosidad, no consigo contestarla. Eso supongo que es lo que me hace editar una revista cultural como "Lamujerdemivida" y a escribir un libro tras otro en la misma línea. Si me pregunto por qué lo hago, te diría que no lo sé. Al principio, cuando empezamos a hablar creo que te di una respuesta muy superficial. Este tema me atrae poderosamente y sólo sé que cuando me pongo a escribir sobre ello me pasa el tiempo sin darme cuenta. Por más que pretenda escribir sobre otras cosas, siempre acabo aquí. Sinceramente, no sé por qué. § 

   

   
INDICE:   Editorial Nacional, Internacional, Entrevistas, Reportajes, Actualidad
SERVICIOS:   Suscríbete, Suscripción RSS
ESCRÍBENOS:   Publicidad, Contacta con nosotros
CONOCE FUSION:   Qué es FUSION, Han pasado por FUSION, Quince años de andadura

 
Revista Fusión.
I  Aviso Legal  I  Política de privacidad 
Última revisión: abril 07, 2011. 
FA