mpezó esta búsqueda hace varios
años. Visitó sociedades matriarcales en India, México y Papúa Nueva
Guinea, al norte de Australia. Y comprobó in situ que se había escrito
mucha literatura fantástica al respecto. Después de una profunda labor
de investigación, se dio cuenta de que la comunidad de los Mosuo era la
que se había conservado más pura. Así que cogió una mochila, su cámara
de fotos, sus cuadernos y acompañado de Lei -su intérprete chino-, puso
rumbo a su objetivo. Allí, entre altas montañas, en lo alto de una cima
aparece el lago Lugu: un espejo celeste de agua mansa con algunas islas
en su interior.Al lado se encuentra el poblado donde va a vivir su
experiencia.
-¿Por qué
cogiste la mochila y te fuiste en busca del último matriarcado? ¿Qué te
atrajo de esa aventura?
-En realidad yo visité varios matriarcados, pero me centré en éste
porque comprobé que era el más puro de todos los que conocí. Quería
saber cómo funcionaban las cosas cuando las reglas eran diferentes. Así
que busqué sociedades donde las mujeres no hubieran sido criadas bajo
una educación machista, no hubiesen sido oprimidas por el hombre o
despreciadas por la sociedad, sino que desde el principio tuvieran las
mismas posibilidades que un hombre. Esta fue la razón por la que empecé
a viajar a los matriarcados hasta que encontré éste: un matriarcado
real.
"La matriarca vive con sus hijos e
hijas, sus hermanos y su madre. No hay maridos. No existe el
matrimonio" |
-Afirmas
que para entender la cultura matriarcal, no hay que compararla con la
patriarcal, sino que se debe partir de una visión diferente de la vida
que posee la mujer...
-Ante todo hay que distinguir algo: lo que caracteriza a la sociedad
matriarcal es que la mujer, además de ser la que tiene el poder, imprime
a la sociedad una característica femenina. Que no es lo mismo que las
mujeres estén en el poder, porque tenemos ejemplos de algunas que
gobiernan y son más varoniles que un hombre en el ejercicio del poder.
Aquí la característica principal es que hay algo en la sociedad que
puede enlazarse, emparentarse con lo femenino. Y definir lo que es
femenino puede ser un poco pretencioso, porque a la mujer no la definen
ni el deseo de la maternidad, ni el gusto por los hombres, ni tampoco la
anatomía. Una de las características más importantes que yo he notado en
estas sociedades es la absoluta falta de violencia; la mujer a menudo
mira sin entender a los hombres que luchan por el prestigio o por
mantener su virilidad. Además cuando una mujer es poderosa lucha porque
toda su familia esté bien. Yo les preguntaba qué esperaban de la vida,
si querían hacerse ricas -típica pregunta de un hombre- y me miraban
extrañadas. La acumulación, el tener por tener, no es algo que entre en
sus cabezas. Y otro rasgo característico es la falta de competencia
sangrienta. En todas las sociedades matriarcales hay un entramado social
donde la solidaridad y el cuidado por el otro está más marcado que en
las sociedades patriarcales.
-Una de las
instituciones más arraigadas de nuestra sociedad es el matrimonio, a
partir del cual luego surge la familia, algo que allí no existe. ¿Qué
sentido dan a la relación?
-Ellas dicen que son fieles a dos cuestiones: a la familia y al
amor. Por eso la matriarca vive con sus hijos e hijas, sus hermanos y su
madre. No hay maridos. Los hombres sin lazo sanguíneo directo con la
matriarca pertenecen a otra casa y duermen bajo otro techo. Afirman que
nadie que quiera tener una familia estable se le ocurriría ir a vivir
con un miembro de otra familia, que sería el matrimonio. Según sus
valores, pedirle a otra persona la convivencia con amor, sexualidad,
economía, hijos, futuro, proyectos y amistad para toda la vida es una
locura. Les llama la atención que nosotros insistamos tanto en ello. La
familia para ellos es más importante que el matrimonio, por eso a pesar
de que las mujeres eligen con quien pasar la noche y varían a menudo de
pareja, ninguna regla de su sociedad les lleva a casarse y a romper con
la familia de origen. Y les va mucho mejor económicamente, porque nunca
dividen sus propiedades por herencia, ni por divorcio, ni por pelea
entre cuñadas, ni por nada. La familia siempre se mantiene con la misma
propiedad y todos trabajan para ella. Hay mucha libertad sexual, nadie
lo mira mal. A todo el mundo le parece bien, hasta se enamoran; pero el
amor dura lo que dura y eso marca el tiempo de esa relación. Cuando se
termina, se acabó. Para ella es importante el amor pero nunca va a estar
con un hombre por los hijos, por el dinero, por lo que digan los demás,
por la familia, por el hogar o por la economía. Tampoco en esas
sociedades existen las mujeres abandonadas o sin recursos porque ellas
son las únicas que tienen la propiedad, el dinero, los hijos y la casa,
que pasa de generación en generación.
"En estas sociedades hay un
entramado social donde la solidaridad y
el cuidado por el otro está muy marcado" |
-En el
matriarcado las ancianas son muy importantes, se las considera las alma
"mater" de los clanes. El concepto se acerca más a las sociedades
ancestrales que a la actualidad, donde ya no se valora a los abuelos...
-El tema de la vejez ellos lo resuelven bastante bien. Viven en un
hogar constituido por un patio central con muchas casitas alrededor
donde se disponen los dormitorios. Entonces al anciano, a la matriarca,
a la abuela, la cuidan entre todos. Siempre hay mucha gente cuidando,
tanto a los niños como a los mayores. En cambio en occidente un hijo de
mediana edad se hace cargo de los padres y éste es un trabajo que recae
sólo en él. Allí las familias son mucho más numerosas y la tarea de
cuidar a los ancianos se la reparten entre todos. Es un honor y allí la
voz de los mayores suena con fuerza.
-Personalmente, ¿qué te supuso el haber vivido esta experiencia?
-No soy antropólogo, ni sociólogo, ni un guía turístico. Cuando voy
a un lugar como éste es porque me interesa profundamente el tema y me
dejo empapar por ello. No voy como quien visita un zoológico. Entrar
allí es como ir cien años atrás, viven con cosas muy sencillas y en
cambio no les falta de nada. Nosotros al tener más comodidades,
adelantos, hemos perdido por el camino muchas cosas importantes. Allí no
existe violencia y no se acepta a los violentos, es algo que avergüenza.
No hay lucha por el poder, todo el mundo tiene lo que necesita y a nadie
le falta de nada. Se habla mucho, en las casas, por las calles.
Necesitan saber unos de otros, de sus problemas. Cuando hablaba de cosas
de nuestra cultura occidental me miraban sorprendidos y se reían de
nuestro concepto de familia, pareja, religión…
"Allí no existe la
violencia. No hay lucha por el poder. Todo el mundo tiene lo
que necesita" |
-¿Y qué
piensas cuando comparas lo que allí experimentaste con los valores de
nuestra cultura occidental?
-Uno nace hablando un determinado idioma dentro de un entorno
familiar concreto y eso te condiciona. Yo no sé si me acostumbraría a
vivir en un matriarcado. No está mal que una mujer me mande, pero… ¡todo
el día! (risas). Por lo menos que me haga creer que mi voz también
importa. Fuera de bromas, esto me ha hecho pensar que hay muchos
problemas que padecemos y que pensamos que tienen que ver con la
política o con la economía, y en realidad son cuestiones relacionadas
con el género. La sociedad debe ser menos patriarcal y eso no tiene que
ver con tener más diputadas o más mujeres en el gobierno, o con que las
mujeres tengan más derechos. He estado en sociedades donde ellas tienen
todos los derechos y siguen rigiéndose por valores patriarcales. Es ahí
donde debería de introducirse el cambio.
-Si el
futuro, como dicen, es bajo lo femenino. ¿Cómo vislumbras el camino, por
encima de conceptos de género como hombre y mujer?
-No hace falta irse a China para encontrar mujeres que viven solas,
que tienen hijos, que ganan dinero, que le pueden dar a sus hijos su
apellido, que cambian de pareja todo lo que quieren. La diferencia está
en que esas mujeres lo hacen resignadas o sufriendo, y en que esa vida
no es un código propio de la sociedad occidental. No sé si la
civilización va rumbo a un matriarcado o a tomar algunas de sus
características, pero en este momento que se habla tanto de la mujer hay
que dejar de dar vueltas a sus derechos y pararnos a reflexionar. El
cambio no me parece tan fácil, pero hay un dato a tener en cuenta: las
mujeres en las sociedades patriarcales protestan por la opresión. Los
hombres en las sociedades matriarcales no, lo pasan bárbaro. Todos
defienden la sociedad matriarcal. Todos se benefician y viven bien. No
tienen nuestros problemas.
"Para un hombre, sostener
todo el tiempo ese lugar
asignado por el patriarcado es algo agotador" |
-La mujer
hace un tiempo que ha iniciado su liberación. ¿De qué crees que se tiene
que liberar el hombre en este momento?
-Es que ser un hombre, en el sentido de lo que estamos hablando,
también cansa. Sostener todo el tiempo ese lugar asignado por el
patriarcado es agotador. A mí me parece que a pesar de que es un diálogo
difícil, el escuchar a la mujer es una de las cosas que más me ha
cambiado. El diálogo entre un hombre y una mujer no es un diálogo
sencillo, básicamente porque para un hombre no es del todo entendible.
Muchas veces me he encontrado hablando con una mujer, contándome sus
penurias y mientras yo le busco soluciones, ella me contesta: "yo no
quiero que me des una solución, sólo quiero que me escuches". Algo que
para mí es complicado. Aprendí a callarme la boca y a no decir lo que
tenían que hacer, pero esto lo aprendí a "duros golpes". Sería sumamente
beneficioso que nos escuchásemos mutuamente.
-¿Qué es lo
que más teme el hombre de la mujer?
-Lo mismo que le atrae de ella. Que una mujer puede ser capaz de
cualquier cosa por amor y eso también produce temor.
"Nuestra
civilización, a pesar de tener más comodidades, ha perdido
en el camino muchas cosas importantes" |
-¿Qué te
han enseñado las mujeres?
-Últimamente me han enseñado muchas cosas, entre las que destaco la
necesidad de escuchar sin intentar controlar, ni atrapar, ni decir lo
que se tiene que hacer. A partir de ahí es posible vivir momentos
maravillosos.
-Detrás de
las páginas del libro y tus reflexiones parece que vislumbramos a un
Ricardo Coler que se identifica con aquello que va descubriendo. ¿Qué te
une a lo femenino?
-Esa es una pregunta que me hago a menudo y confieso que, aunque me
genera mucha curiosidad, no consigo contestarla. Eso supongo que es lo
que me hace editar una revista cultural como "Lamujerdemivida" y a
escribir un libro tras otro en la misma línea. Si me pregunto por qué lo
hago, te diría que no lo sé. Al principio, cuando empezamos a hablar
creo que te di una respuesta muy superficial. Este tema me atrae
poderosamente y sólo sé que cuando me pongo a escribir sobre ello me
pasa el tiempo sin darme cuenta. Por más que pretenda escribir sobre
otras cosas, siempre acabo aquí. Sinceramente, no sé por qué. §