La hoja sube y baja, gira, hace una doble voltereta y
desciende, como si fuera una pluma, suave y armoniosa con todo lo
que la rodea.
Hoja que posee en su interior la sabiduría del árbol, hoja que, ¿quién
sabe?, tal vez alguien recoja y guarde entre las páginas de un libro,
convirtiéndola en inmortal. |
|
ENERO 2008
CAMBIOS...
POR ELENA G. GOMEZ
Observo
cómo el aire mueve una hoja estableciendo una danza invisible, mecidos
ambos en una melodía que sólo ellos, viento y hoja, parecen escuchar.
Son como dos enamorados envueltos en su mundo, ajenos al ruido, a los
movimientos, al ir y venir de esos humanos sordos, incapaces de escuchar
más allá de sus propios ruidos.
La hoja sube y baja, gira, hace una doble voltereta y desciende, como si
fuera una pluma, suave y armoniosa con todo lo que la rodea.
Hoja que posee en su interior la sabiduría del árbol, hoja que, ¿quién
sabe?, tal vez alguien recoja y guarde entre las páginas de un libro,
convirtiéndola en inmortal.
Miro hacia el cielo y veo las nubes también movidas por el viento, un
viento que las lleva de un lugar a otro, que las transforma y les
permite sentirse, aunque sea por un breve instante, pájaro, caballo,
montaña o estrella, porque ellos, aire y nube, juegan, como niños
traviesos, a ser espejos del mundo que hay a sus pies.
Y yo, me pregunto, ¿por qué no puedo dejar que entre el aire dentro de
mí?
Respiro profundamente, y siento cómo entra en mi cuerpo, y me mueve y me
habla de cambios.
Es una sensación distinta, ¿cómo diría?, como las burbujas del champagne
que te hacen cosquillas en la nariz, pero esta vez revolucionando mi
interior.
Sí, necesito cambiar, y lo necesito como las aves necesitan emigrar,
como las plantas en primavera necesitan renovar la tierra que las
alimenta, lo necesito, sencillamente, porque soy como ellos, vidas que
están en este planeta, vidas creadas en constante transformación.
Sí, ya sé, me dirás que siempre estoy pensando en cambios, pero esta vez
no se trata de cambiar de piso, ni la decoración de la oficina, ni
tampoco cambiar de peinado, o de colonia, o de vaqueros.
No, se trata de algo más profundo, algo así como hacen las serpientes,
necesito mudar la piel, mi piel, la piel que me define, me encadena, me
esclaviza.
Necesito recuperar algo que sé que está dentro, algo que alguien no sé
cuándo ni cómo, me quitó, nos quitó, algo que tiene que ver con la
capacidad de ser distinto, no de los demás sino de uno mismo, la
capacidad de mimetizarse como tienen algunos animales y así pasar
desapercibido, perdido para la superficialidad de la inmensa mayoría,
visible para aquellos ojos que sólo quieran ver, observar, aprender.
Sí, confieso que me molesta tanta rigidez, tanta forma preestablecida,
tanta imagen que hay que mantener y que nos bloquea y nos hace creer que
somos de una forma y que no podemos cambiar.
Simplemente me gustaría aprender a ser, a ser distinto en cada momento,
según la necesidad, según lo que se mueva o exista a mi alrededor.
No quiero pisar fuerte, sino despacio, suave, que mis pasos apenas sean
oídos, que nadie sepa si estoy, salvo aquel que realmente quiera verme.
No quiero tener que saber lo que hay que decir, o lo que hay que hacer,
y aprender a disfrutar diciendo "lo siento, no tengo ni la menor idea".
No quiero ser el protagonista de la película, sólo un actor, un actor
que desea hacer su papel y colaborar así para que la obra sea un éxito.
Quiero desaparecer en un mundo y reaparecer en otro, un mundo más
sereno, más profundo, más verdadero. Un mundo que sé que no tengo que ir
a buscar lejos, porque está aquí mismo, entre nosotros, vigilando y
observando nuestro movimiento.
Es el mundo de lo real, el auténtico mundo de lo real, porque éste en el
que nos movemos, éste que tan importante e imprescindible nos parece,
sencillamente es el irreal.
Necesito cambiar, pero sobre todo necesito aprender a ver, aprender a
vivir, aprender a compartir, aprender a amar y lo más importante,
aprender a conocerme a mí mismo.
Sí, las burbujas del cambio se mueven en mi vida, por eso quiero
redescubrirme, o rehacerme, o recrearme, no importa, sólo importa que
hay un espacio vacío, un espacio en el que no veo nada, sólo lo que no
quiero que exista, y eso, a lo mejor, es mucho. § |