ABRIL 2008
MUERTE DIGNA: LA
CUENTA PENDIENTE
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No es del agrado de los
gobernantes meterse a ahondar en todo lo que hay alrededor de la
muerte. ¿Quién quiere hablar de estas cosas? ¿Qué político está
dispuesto a meterse en estos andurriales? |
De nuevo,
tenemos el tema sobre la mesa. Esta vez debido al caso de la mujer
francesa que solicitó la eutanasia. Ya sabemos que no consiguió el
permiso del gobierno, pero logró volver a provocar la reflexión y el
debate no sólo en su país, sino en otros como España, donde los que han
de legislar tosen con incomodidad y desvían la vista cada vez que
aparece la palabreja en los medios de comunicación. Eutanasia.
De momento, nadie se ha atrevido con el tema. El PP porque arrima sus
posiciones a la Iglesia Católica y asume sus argumentos como propios, y
el PSOE porque no quiere quemarse los dedos con algo tan sumamente
espinoso y que tantas ampollas levanta. No es del agrado de los
gobernantes meterse a ahondar en todo lo que hay alrededor de la muerte,
preguntar a los enfermos, a los familiares, a los médicos que todos los
días tienen que ayudar a batallar contra el dolor a miles de enfermos
que esperan el momento de morir como la liberación de una condena, el
final de un padecimiento intensísimo, el cierre de una agonía. ¿Quién
quiere hablar de estas cosas? ¿Qué político está dispuesto a meterse en
estos andurriales?
Pero de vez en cuando ocurre algo que vuelve a recordar que sobre la
muerte sí se debe hablar, y también sobre sus circunstancias, y sobre
las decisiones individuales, y sobre el papel de la sociedad y el
alcance de la ley. De hecho, uno de los aspectos que refleja la madurez
de una sociedad es la forma en que afronta la muerte. Aquí, madurez de
ésa que nombramos, hay poca. La eutanasia, junto con el aborto, es uno
de los motivos favoritos de algunos sectores para organizar unas
estupendas sesiones de caza de brujas. Eso fue lo que ocurrió con el
caso de las sedaciones en el hospital de Leganés, que no fueron
irregulares finalmente, aunque haya quien aún no se quiera enterar. ¿Y
qué tiene que ver la eutanasia con las sedaciones a enfermos terminales?
Pues nada, pero la realidad es que se mezclan deliberadamente unas cosas
con otras, se hace para armar ruido y que la sociedad se confunda lo más
posible.
Hay que tener en cuenta que aquí, además del tabú que rodea al tema por
ser el que es, tenemos una jerarquía católica encrespada, deseosa de que
toda la sociedad asuma lo que –es un suponer- es bueno para los
católicos. ¿Y qué es, en el caso que nos ocupa? Pues según ha dicho el
arzobispo de Pamplona, morir tan dignamente como Jesucristo en la cruz,
que a pesar del martirio y la tortura que debe suponer apagarse
lentamente clavado a un madero "no recibió cuidados paliativos". Y éste,
por increíble que parezca, es el argumento para oponerse a la eutanasia.
No tiene que ver, ya, pero es igual. Continúa la argumentación: "Jesús
miró a la muerte cara a cara, con confianza, y la aceptó con amor". O
sea, la filosofía del padecimiento como camino para la santificación.
Estupendo, señor arzobispo. Cierto es que Cristo no recibió cuidados
paliativos en la cruz, para empezar porque no los había, pero
poniéndonos en escena, me juego un riñón a que todos los que estaban
siendo testigos de semejante agonía hubieran dado algo por poder, si no
terminar con el sufrimiento, sí mitigarlo en lo posible, ayudar,
socorrer, aliviar, y en último término, no alargar lo que ya era
inevitable. Es lo que haría cualquier persona con una pizca de corazón.
Hablamos de un sentimiento básico, primitivo y elemental de compasión
humana, ¿no aparecerá algo como esto escrito en alguna parte? Mire a
ver, que algo habrá.
Y para aclarar las cosas una vez más, diremos que los cuidados
paliativos no son delito. Sí comete un delito de lesiones el médico que
le niegue la sedación a un paciente terminal que sufre dolores, y no es
imprescindible que sea con el consentimiento de la familia. Es lo que
dice la ley, así que a ver si terminamos de remover el fango, que ya no
queda más pesca. Lo único que no contempla la ley es la eutanasia
activa, la que implica una acción de otra persona. Ahí es donde hay que
mirar, para ver si, un siglo de estos, podemos dar algún paso adelante,
que ya es hora. / CF |