Mis compañeras
vieron con toda claridad cómo el primer mundo compra criaturas en el
tercero, probablemente sin ningún tipo de carga moral. Me consta que las
madres biológicas aceptan, seguramente engañadas, a cambio de una pequeña
cantidad de dinero (la que entra en un sobre de papel) que apenas cubrirá
sus necesidades durante un corto periodo de tiempo. |
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SEPTIEMBRE 2007
MERCADO INMORAL
POR ISABEL MENENDEZ
Publica
el diario "El País" que medio centenar de niños y niñas han sido
rescatados por la policía de una "casa cuna" ilegal en Antigua,
Guatemala. Las criaturas, algunas de sólo unos días de vida (ninguna
superaba los dos años de edad) se encontraban allí, con toda
probabilidad, para ser adoptadas de forma ilegal. Al parecer, según
recoge esta noticia, hace un mes comenzó una investigación a partir de
las denuncias vecinales, que aseguraban ver cómo personas extranjeras
recogían niños y niñas allí. Las investigaciones se centran ahora en
determinar si estos bebés fueron robados a sus familias e, incluso, si
las madres biológicas fueron obligadas a darlos en adopción.
La situación viene a producirse cuando Guatemala acaba de firmar su
adhesión al convenio de La Haya sobre adopción, texto que entrará en
vigor en enero del próximo año y que, probablemente, evitará la salida
masiva de bebés del país, al exigir normas mucho más estrictas. El hecho
es que, hasta la actualidad, uno de cada cien bebés nacidos en ese país
es dado en adopción a parejas estadounidenses. Legalmente. Esta cifra no
recoge aquellos niños y niñas que son adoptados fraudulentamente. Y me
temo que son muchos.
La noticia me sorprende, precisamente, recién llegada de Guatemala,
donde participé en un seminario en el que coincidí con varias españolas,
profesoras universitarias y políticas entre otras. Tres de ellas me
contaron, una noche durante la cena, episodios espeluznantes que habían
presenciado. El más completo me lo contó una de ellas, reprimiendo a
duras penas las lágrimas, junto a otra española, madre adoptiva ella,
sobrecogida e impotente por lo que acababa de presenciar.
El lugar: la recepción de un lujoso hotel de la Antigua Guatemala. Una
mujer norteamericana salió del ascensor con un bebé, una niña de no más
de seis u ocho meses, a todas luces guatemalteca. En la recepción
esperaba la que sin duda era su madre biológica, una mujer todavía joven
aunque maltratada por la necesidad. Sus ojos revelaban al menos una
noche de llanto, estaban hinchados y entumecidos, hasta el punto de
parecer que había recibido golpes. A su lado, otra mujer que podría ser
su hermana le daba apoyo, situada a su lado. Con ellas estaba otro niño,
un varón de unos cuatro o cinco años. Cuando llegó la norteamericana con
la niña, acompañada de otra mujer (tal vez la intérprete o el contacto
en el país para la transacción) cruzó algunas palabras con la madre
biológica, siempre sin soltar a la bebé que tenía en su cuello y sin
sentarse. El niño, hermano con toda seguridad de la pequeña, intentaba
alcanzar a la chiquitina y, como no llegaba hasta ella, le besaba sus
pies descalzos, lo único a lo que podía llegar. En medio de esta escena
desoladora, se cruzó un sobre de papel que pasó de las manos de la
norteamericana a la guatemalteca.
Mis compañeras vieron con toda claridad cómo el primer mundo compra
criaturas en el tercero, probablemente sin ningún tipo de carga moral.
Me consta que las madres biológicas aceptan, seguramente engañadas, a
cambio de una pequeña cantidad de dinero (la que entra en un sobre de
papel) que apenas cubrirá sus necesidades durante un corto periodo de
tiempo. También me han contado que estas familias "adoptantes", sin
ningún adiestramiento para afrontar el difícil camino de la llegada de
un hijo o hija adoptada, no dudarán en devolver a los bebés si se
presenta alguna complicación. Una se pregunta qué requisitos pide la
embajada norteamericana para dar los visados a esos bebés. Y también
pienso en lo que parece una nueva moda: las famosas que deciden adoptar
niños en el tercer mundo y que, en realidad, están ejerciendo una nueva
forma de caridad que encubre la verdad: el expolio personal y afectivo
de las sociedades pobres, obligadas a desprenderse de lo más valioso: su
futuro. § |