El cambio climático no es
coña, aunque hay quien sigue sosteniendo por ahí que es un mito urbano.
Pero yo, que no soy experta, sé lo que sabe todo el mundo: en invierno,
calefacción y abrigo, y en verano, bañador y granizado de limón. Y esto
ya no es así. No sé si es científico ni mucho menos, pero sí es un
cambio. |
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SEPTIEMBRE 2007
MIRANDO AL CIELO
POR ELENA F. VISPO
Eso de subirse a un ascensor y charlar del tiempo
con el vecino no es nada nuevo. Es así desde el principio de los
tiempos, o más bien, desde el principio de los ascensores. En las normas
de sociedad básicas hay ciertos temas de los que se echa mano cuando se
quiere ser asépticamente amable, pero incluso eso se nos está acabando,
porque si hay algo que ya no deja indiferente a nadie es el clima. Poco
a poco nos hemos convertido en expertos, con términos que hace unos años
eran de uso exclusivamente científico: cambio climático, deforestación,
ceodós. Salen de nuestra boca palabros técnicos con la misma soltura que
las palabras de uso común: mamá, papá, coche, euribor o IBEX 35.
El cambio climático no es coña, aunque hay quien sigue sosteniendo por
ahí que es un mito urbano. Pero yo, que no soy experta, sé lo que sabe
todo el mundo: en invierno, calefacción y abrigo, y en verano, bañador y
granizado de limón. Y esto ya no es así. No sé si es científico ni mucho
menos, pero sí es un cambio.
En este verano que ya termina, sin embargo, hemos tenido unas cuantas
noticias de esas que se repiten cíclicamente: huracanes en su zona,
lluvias torrenciales donde cuadra, incendios provocados e inundaciones
en China.
Parece ser que los chinos están preocupados por la parte que les toca,
no por el desastre humanitario crónico que supone, sino porque el año
que viene hay Olimpiadas en Pekín. Que ya le vale al COI: no va a quedar
nada bien tener que compartir la cobertura informativa de los Juegos con
imágenes de evacuaciones en helicóptero y el ejército poniendo sacos de
arena en zonas catastróficas. Encima resulta que en Pekín hay una
contaminación brutal. Los chinos han construido un tremendo estadio
olímpico, pero el aire está tan sucio que te pones al lado y no ves el
techo. Y eso sí que no. De momento, van a empezar prohibiendo a la gente
que use el coche, a ver si así despejan un poco, y en cualquier caso
tienen una fantástica idea de bombero, lista para usar: la diatomita.
La diatomita es un mineral con el que piensan bombardear el cielo en los
días claves, porque parece ser que despeja las nubes. No es que sea una
herramienta para controlar el clima, simplemente adelanta o retrasa la
lluvia, a conveniencia del consumidor. Ahora mismo no funciona
especialmente bien, pero ya están haciendo pruebas y tienen un año para
perfeccionarla, porque le han prometido al mundo días claros y soleados
en esas fechas.
No es la primera vez que los chinos se dedican a jugar con el clima:
hace unos años torpedeaban las nubes con yoduro de plata para que nevase
en el Tíbet, como si los tibetanos no tuvieran bastante con lo suyo como
para encima aguantar los experimentos del Profesor Chiflado.
Total, que yo no sé qué va a pasar con la diatomita. Igual es una de
esas noticias que nacen y mueren en sí mismas, pero miedo me da. Porque
si no funciona, pueden ser unas Olimpiadas pasadas por agua, y el salto
de altura se convierte en salto de trampolín. O a lo mejor sí que
funciona, y la lluvia que iba a caer en Pekín descarga en otra parte con
más fuerza todavía, porque supongo que esas nubes tendrán que irse a
alguna parte. O, seamos optimistas, puede ser el invento del siglo y
dentro de poco comercializarán cohetes domésticos con diatomita: no deje
que sus barbacoas se estropeen con esa lluvia inoportuna, asegure un
tiempo perfecto para sus vacaciones. Y las playas de cualquier lugar del
mundo como las fallas de Valencia, día sí, día también.
Digo yo que como los chinos son muchos, creerán que pueden hacer
cualquier cosa, pero pienso que a estas alturas de la película todos
sabemos que con el clima no se juega. Y el que juega, suele perder la
apuesta.
Si algo me han enseñado los cómics de Astérix es que los celtas le
temían a una sola cosa: que el cielo cayera sobre sus cabezas. Lo que
era altamente improbable, y venía a ser una forma de decir que esta raza
no le temía absolutamente a nada. Pero si hoy hubiera celtas en el
mundo, no creo que se atrevieran a salir de casa. Yo por si acaso
compruebo la predicción del tiempo, y aún así, miro al cielo de reojo.
No sea que se me caiga encima y ni el Meteosat, ni Panorámix, ni el
Chino Cudeiro sean capaces de verlo venir. Por Tutatis. § |