-¿Por qué Marga Clemente
consideró que era momento de acometer este reto?
-Porque era el paso siguiente a todo lo que había hecho, ya que he
estado en el Ártico varias veces. También por la experiencia que ya
tengo, y porque ahora dispongo de tiempo para hacerlo y mi vida personal
me lo permite.
-¿Qué te exige cada uno de
los tres destinos: Groenlandia de oeste a este, el Polo Norte y el Polo
Sur?
-Como características comunes están el frío, el que te lleva muchos
días llegar y el peso que debes arrastrar, porque son expediciones en
las que tú llevas encima tu propio avituallamiento. Luego cada lugar
tiene sus propias durezas. Groenlandia es como el hijo pequeño de la
Antártida y todos los días son una rutina en la que ves 360 grados de
nieve donde te prueban las tormentas y el viento. En el Polo Norte
tienes más crestas, más grietas; puede rajarse el hielo y caerte al
agua. Además es muy húmedo y ahora se han incrementado las tormentas. La
Antártida es más seca, pero con vientos y tormentas enfurecidas.
-¿Qué balance haces de
Groenlandia, el primer punto del viaje?
-Hago muchos balances. Hay una lectura sobre la aventura en sí
misma, porque llevamos un montón de información y allí nos cambió todo,
y vimos in situ cómo funcionó el material. Como balance personal pues te
quedas muy ‘blandito’ porque es una lucha diaria que te exige vivir al
instante lo que te plantea el día. A nosotros Groenlandia no nos ha dado
tregua un momento: un día te levantabas con tormenta, pero cuando estaba
bueno se nos estropeaban cosas como por arte de magia, las fijaciones
saltaban de los esquís, se rompían las cuerdas de las pulkas o alguien
tenía una torcedura...
-¿Qué valoración hace de su
equipo de polaristas y de su labor juntos?
-Yo doy un diez al equipo. Algunos habíamos hecho juntos retos más
suaves, pero aquí nos enfrentamos a situaciones incontroladas, ante las
cuales no sabes cómo puedes estar tú y cómo pueden reaccionar los demás.
Y luego que todo eso tenga una conjunción y que funcione en el sitio,
porque tampoco te levantas todos los días con el mismo ánimo, ni estás
siempre igual de fuerte. La verdad es que el equipo ha funcionado muy
bien. Yo he basado la convivencia en el buen humor, en no tomarte todo
demasiado en serio ni trágico. Además es un equipo que sabe respetar muy
bien los silencios, y distingue cuando hay que dar calor... Estoy muy
contenta con ellos, tenemos previsto hacer juntos todos los retos.
-¿Por qué sientes atracción
hacia las zonas polares?
-Porque son zonas inhóspitas, que están como dormidas. Siempre me gustó
la nieve, los sitios nevados, porque son lugares silenciosos. Pienso que
cada persona tiene alguna relación con un medio concreto que le estimula
más de lo normal, donde encuentra una especie de aliado. El por qué
conectas, pertenece ya a la zona de misterios (risas). En mi caso me
gustan los paisajes nevados porque son rutas muy interiores en las que
no tienes ninguna referencia en el paisaje con la que te puedas quedar.
No hay montañas, no hay árboles, no hay nada de nada. Entonces lo que
hace el paisaje es devolverte muchas veces hacia dentro una y otra vez.
Hace como de espejo. Y además pone a prueba tu resistencia, porque es un
camino donde lo que cuenta es el paso a paso.
-Si no llegas al final de la
ruta, ¿qué es para ti el éxito en una expedición?
-Para mí el éxito son los logros diarios conseguidos hasta el
momento en el que te tienes que parar. Éxito es que todo haya funcionado
hasta el momento, porque la satisfacción personal es ver cómo te vas
enfrentando a cada dificultad diaria. Si luego tienes la suerte de poder
acabar la ruta, eso siempre es un regalo. Porque al final lo que más te
da es el cómo te has visto, cómo ha funcionado el grupo, cómo has
llegado al lugar.
-Las zonas frías del planeta
son las más sensibles al cambio climático, ¿lo has notado en tus
expediciones?
-Efectivamente, el cambio climático lo he apreciado en Groenlandia y
en las noruegas Islas Spitsbergen. Está nevando más porque no hace tanto
frío, los vientos son más fuertes y sus direcciones han cambiado.
Normalmente las tormentas árticas eran de tres días, ahora ya no. En el
Polo Norte no eran frecuentes las tormentas ni los vientos, y ahora hay
tormentas de semanas enteras. §