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CONTRAPUNTO

También acaba de dimitir un tal Tony Snow, portavoz presidencial. De modo que ahora Bush tiene que buscarse otra boca y otras cuerdas vocales, si es que las hay en el mercado de órganos. Es fácil predecir que se encuentra en situación crítica, a punto de un fallo multiorgánico que podría provocarle la muerte.

SEPTIEMBRE 2007

CONTRAPUNTO
EL DESPIECE
POR CAROLINA FERNANDEZ

Bush se desmonta a pedacitos. Nunca antes había visto algo así. En vez de marcharse de una sola vez, como hacen las personas enteras, él dimite por partes. Igual es porque no nos quiere dar la alegría de golpe, no nos vaya a sentar mal. Ya se sabe, emociones fuertes. Prefiere trocearse a sí mismo. El titular era inquietante: Dimite el cerebro de Bush. Se refería a una persona, Karl Rove. Una persona-cerebro. Esa cosa gris de donde salen pensamientos que a veces son constructivos y a veces son flatulencias. ¿Se imaginan? Un cerebro capaz de dimitir por sí mismo… Asombroso. Aparecen entonces un montón de preguntas. ¿Qué clase de persona está formada por órganos que toman sus propias decisiones? ¿Puede una cadera, un codo, un riñón, tomar las de Villadiego y dejar plantado a su antiguo dueño? Sin cerebro ¿cómo funcionará a partir de ahora el resto del cuerpo? ¿Habrá otro órgano que tome el mando? ¿Cuál? Qué raro es este señor. Mi brazo izquierdo ha pasado por una crisis existencial este verano, pero en ningún momento me planteó la posibilidad de largarse. Aquí sigue, capeando el temporal, superando las dificultades propias de toda relación que quiera llegar a alguna parte. No me puedo imaginar el disgusto si cualquier día, al llegar a casa por la noche, mi brazo izquierdo me hubiera puesto encima de la mesa su dimisión: "Lo siento, no sé que nos ha pasado, snif, lo he intentado pero lo nuestro no tiene futuro. Me voy a casa de mi madre, snif, snif". O peor, levantarme por la mañana y encontrar una nota en la almohada y un vacío en la manga izquierda del pijama. Qué disgustazo. Menos mal que con un poco de disposición lo hemos arreglado todo. Me pregunto entonces qué perrerías les estará haciendo Bush a sus órganos para que lo abandonen en masa. Lo cierto es que haría bien en estar preocupado, puesto que cada vez le quedan menos. Hace un tiempo se le fue Collin Powell, ex secretario de Estado y casi un miembro de la familia. También Rumsfeld, ex secretario de Defensa, dio el plante. Ahí se quedó el presidente sin su hígado y sin una mano, pongamos que la izquierda. Eso le deja más protagonismo a su mano derecha, activa y bien activa, la insaciable Condoleezza, que lo mismo mangonea a un puñado de jefes de Estado que pacifica un conflicto, o lo aviva, o lo organiza, o lo que sea. Para todo vale esta mujer, que hasta se encarga de dar permiso al presidente para ir al lavabo. También acaba de dimitir un tal Tony Snow, portavoz presidencial. De modo que ahora Bush tiene que buscarse otra boca y otras cuerdas vocales, si es que las hay en el mercado de órganos. Es fácil predecir que se encuentra en situación crítica, a punto de un fallo multiorgánico que podría provocarle la muerte.
Nunca hubiera pensado que una persona podría desmontarse como esos aviones que se van desmembrando en pleno vuelo. Como los muñecos a los que se le quitan y se le ponen los brazos y los ojos y la boca con velcro. Como Frankenstein. Como un cuadro ilustrativo del despiece porcino que había en la carnicería de debajo de mi casa, y que de pequeña me dejaba absorta mientras esperaba mi turno en la cola (Lo digo absolutamente en serio. Resultaba fascinante comprobar cuántas cosas había dentro de un cerdo). Quizá, si alguien se tomara el trabajo, podría hacernos un dibujo del señor Bush y sus diferentes partes, al estilo del cuadro porcino que comentaba antes, porque conocer cuántos órganos de su anatomía quedan por dimitir es importante para la paz mundial (concepto abstracto que yo simplifico diciendo que el mundo se quedará muy a gusto cuando este señor nos deje en paz).
Atentos pues a la prensa. Cualquier día leemos que ha dimitido su pie izquierdo, o su glándula suprarrenal, su intestino grueso, o el aparato excretor al completo, algo que indudablemente celebrarán con cohetes (de fogueo) en Irak, donde están bastante hartos de padecer las cagarrutas de este señor. La curiosidad es saber cuál será el órgano que causará el colapso. Algo así como la primera lata de la pirámide de conservas del supermercado, ésa que, de retirarse, desmorona la montaña.
Yo tengo mi apuesta particular. Van unas cañas a que el último órgano en dimitir es el culo y que cuando eso suceda daremos por terminada la pesadilla Bush. El culo sí que es suyo con todas las letras, mayormente porque se entiende que cualquiera puede aceptar el cargo de cerebro, mano derecha, ojo, oreja y hasta ganglio linfático o incluso jugo gástrico, pero nadie en su sano juicio aceptaría el cargo de culo, muy noble y muy necesario por otra parte, pero bastante inútil a la hora de dirigir un país. Ese, por fuerza, ha de ser el suyo propio.
Al fin y al cabo, es lo único que ha necesitado para ser presidente de los Estados Unidos.
El resto, todo postizo. §

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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