Mientras
hablábamos, la luna se fue colando, silenciosa, dibujando su silueta
caprichosa en aquellas aguas profundas. El mar permanecía con su rítmico
movimiento, con su profunda respiración. Y pensé que si sólo existiera el
sol nunca podríamos conocer la magia de la luna, de lo oculto, de lo
invisible… |
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SEPTIEMBRE 2007
CONVERSACIONES CON MARTA
Capítulo II:
Háblame de la felicidad...
POR ELENA G. GOMEZ
Estábamos
en silencio, en esa hora tan mágica del atardecer, hipnotizadas por el
susurro de las olas golpeando en la orilla, disfrutando de los últimos
rayos de sol que hacían su particular juego transformando todas las
formas en sombras de luz dorada, cuando tú me dijiste "háblame de la
felicidad", y yo te respondí que ya eras mayorcita para que te contara
un cuento, que ya no había príncipes que vinieran a rescatar a sus
princesas, ni cenicientas a las que colocar un zapato de cristal.
Tampoco tienes edad, te dije, para creer en ese cielo lleno de ángeles
felices que están flotando tocando el arpa, así que poco puedo decirte
de la felicidad.
Pero tú, que siempre fuiste un poco cabezota, insististe y me
preguntaste: "¿qué es la Felicidad?". Entonces cerré los ojos y te dije…
"Viene a mi cabeza la imagen de una niña que recientemente ha perdido a
su madre en un accidente.
Veo sus ojos llenos de tristeza, su cara sin caricias, una pregunta que
nadie responde y un vacío que nadie ya podrá llenar.
Pienso en las miles de personas que ahora mismo no tienen una casa donde
refugiarse, ni agua para beber, ni comida para alimentarse.
En las madres que, impotentes, ven morir a sus hijos enfermos de hambre
y no pueden hacer nada para solucionarlo.
En las personas que pierden su trabajo y no saben cómo alimentar a su
familia.
En los jóvenes que se meten en una patera en busca de un futuro sabiendo
que se juegan lo único que poseen, su vida.
En las mujeres que viven recluidas detrás de un velo, sin poder
manifestar su alegría, su tristeza y mucho menos sus pensamientos.
Y me pregunto, ¿pueden estas personas pensar en la felicidad?
Entonces, si la felicidad sólo se la pueden plantear los ricos, los
privilegiados del planeta, los que están tan sobrados de todo, los que
no tienen problemas, entonces, yo no creo en la felicidad.
Y no creo en ella porque pienso que es, como otras muchas cosas, un
invento, una quimera, algo para mantener entretenido al personal, algo
que se persigue y se persigue y a lo que nunca se llega simplemente
porque no existe. Es, por decirlo de alguna manera, como la liebre que
se les pone a los galgos para que corran detrás de ella.
Pienso en la cantidad de personas que no pueden vivir según las
expectativas que se les imponen, que no pueden satisfacer todas esas
"necesidades" que la sociedad de consumo crea como imprescindibles, que
no tienen el último coche, que no pueden ir de vacaciones al lugar de
moda, etc. y como consecuencia de todas esas carencias se sienten
desgraciadas y están convencidas de que no son felices, cuando en
realidad te aseguro que tienen a su alrededor, en su vida cotidiana,
infinitas cosas para sentirse afortunadas.
Por eso yo nunca me plantearía mi vida con el objetivo de ser feliz.
Además, si te paras a pensar un poco, es prácticamente imposible
conseguir ese estado de felicidad, salvo que no estés en este mundo, o
no te enteres de nada de lo que pasa a tu alrededor, o construyas una
burbuja y te aísles de tu entorno, o seas tan sumamente egoísta que sólo
estés pendiente de ti.
De cualquier manera existen otras cosas mucho más valiosas en la vida
que sí te permitirán experimentar momentos de alegría, de satisfacción,
pero esos, querida Marta, siempre vienen precedidos de esfuerzo, de
sacrificio, de dificultad, porque en realidad valoramos más todo aquello
que nos resulta difícil, que supone un reto, que nos obliga a sacar de
nosotros mismos cualidades que desconocemos. Pero incluso esos momentos
son temporales, cíclicos, pasajeros, y es bueno que sea así porque de lo
contrario nos conformaríamos con lo que tenemos y nunca aspiraríamos a
objetivos y retos mayores.
No, no creo en la felicidad, creo en la maravillosa posibilidad que
tenemos de aprender cada día de las personas que nos rodean, en la
generosidad, en la gratitud, en el esfuerzo, en la dificultad, en la
voluntad, en la superación".
Mientras hablábamos, la luna se fue colando, silenciosa, dibujando su
silueta caprichosa en aquellas aguas profundas. El mar permanecía con su
rítmico movimiento, con su profunda respiración. Y pensé que si sólo
existiera el sol nunca podríamos conocer la magia de la luna, de lo
oculto, de lo invisible…
Y colorín colorado, este Búho ha terminado… y Marta se dio cuenta de que
ya no tenía sentido plantearse la felicidad, sino comprender que lo más
importante no es lo que se tiene, sino lo que cada uno es, y lo que cada
uno es se alimenta con el esfuerzo y la superación de cada día. §
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