"Me ha dado un
tirón en el sector financiero, justo aquí -le señalo-. Duele como una
ciática bursátil, de modo que he tenido que levantarme con cuidado y no
puedo hacer movimientos bruscos, si no quiero quedarme tieso como una antena
de telefonía" |
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OCTUBRE
2007
Surrealismo
financiero, o lo que sea
POR CAROLINA FERNANDEZ
Caminaba yo
tranquilamente por el campo en un día de sol, reflexionando sobre la
solvencia del sistema financiero, y cómo el recorte de los tipos de
interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos va a influir
en el estado de ánimo de los mercados de valores, y como consecuencia,
en el mío propio, cuando me salió al paso un grillo. Ya saben, un
grillo. Ese bichejo negro que hace ruido frotando sus alitas. El grillo
se cruza delante de mis pies y me dice "hola". Yo me detengo. Miro a
derecha e izquierda. Miro delante y detrás. Pienso que los grillos no
hablan. Lo saben todos. Lo saben hasta los tarugos que apostaron por un
producto financiero tan surrealista como las subprime. Los grillos no
hablan, repito, no hablan, de la misma manera que los bancos, debido a
su filosofía intrínseca y consustancial, no dan dinero a aquellos que
saben que no van a estar en condiciones de devolverlo con creces. Pero
este grillo me está hablando, de la misma manera que los norteamericanos
se han puesto ciegos prestando dinero condenado al no retorno. Si en
esas estamos ¿por qué no iba yo a contestarle a un grillo? De modo que
"hola", le respondo. Tengo un mal día hoy, de modo que charlar con un
grillo no es algo que me preocupe especialmente, teniendo en cuenta el
contexto. Se lo explico: "Tengo un mal día hoy, de modo que charlar
contigo no es algo que me preocupe especialmente. Me ha dado un tirón en
el sector financiero, justo aquí -le señalo-. Duele como una ciática
bursátil, de modo que he tenido que levantarme con cuidado y no puedo
hacer movimientos bruscos, si no quiero quedarme tieso como una antena
de telefonía". El grillo me mira de una manera en la que yo quiero ver
cierta comprensión. "¿Te lo has ido a mirar?", me pregunta. "Bueno, has
de saber que Trichet, ese buen hombre que no deja de velar por la
estabilidad de los precios, está recetando inyecciones de liquidez a
diestro y siniestro para evitar el colapso generalizado de los mercados,
aunque no sé qué pensar, dicen que no es muy prudente hacerlo sin bajar
los tipos de interés. ¿A ti qué te parece? ¿Tendré que operarme?". "A mí
no me preguntes, que yo sólo entiendo un poquito de fútbol. Pero te
escucho". El grillo se sienta. Los dos nos sentamos. "Lo que más me
preocupa -continúo- es que mi psiquiatra me dice que todo es
psicosomático, y que deberíamos hacer un poco de psicoanálisis para
recuperar la confianza. Terapia, ya sabes". "Entonces, estás sano como
una manzana, es lo que quieres decir", deduce el grillo. Lo cierto es
que no puedo admitir eso, mi psicoanalista se iría al paro. Así mismo se
lo digo: "Frena, grillo, yo no diría tal cosa. La cuestión no es si hay
una crisis, sino si todo el mundo cree o no cree que hay una crisis,
¿comprendes?". "No, ya te digo que yo sólo sé de fútbol, pero tengo
paciencia, por si te sirve". "Es igual, no hay que entender, hay que
suponer, sospechar, imaginar, elucubrar. Un tipo que de esto se supone
que entiende, Greenspan, dice que el lenguaje de un presidente de banco
central debe ser oscuro y ambiguo, para que dé lugar a todo tipo de
interpretaciones en todas las direcciones posibles. ¿Hay crisis? Depende
de cómo se mire. Este tirón que me está arruinando el día puede ser o no
ser, según la confianza. ¿Qué opinas de eso?". "Que hace un buen día
para estropearlo". "No lo entiendes. No sabemos si las entidades
financieras tienen o no tienen liquidez. Lo que sí sabemos es que tienen
miedo. Miedo. Por eso esconden sus cuentas. Por eso no se prestan dinero
unas a otras. Por eso los mercados padecen dolores reflejos, ataques de
pánico, crisis bipolares que los llevan de la euforia al llanto en
cuestión de horas. Temo que este tironcillo que me está matando sea
parte de lo mismo, mezcla de laxitud hipotecaria con desajuste
financiero. Al final, todo acaba en la bolsa, provocando el desánimo del
parqué ¿te das cuenta? El parqué... Y aquí me tienes, hablando de
existencialismo económico con un grillo. Impresionante". El grillo se
queda callado. Me doy cuenta de que no he sido muy considerado. Le he
soltado todas mis cavilaciones sin preguntarle a él si quería algo. Se
lo pregunto: "¿Querías algo, grillo?". "Bueno -me contesta- ya que sacas
el tema, iba a preguntarte sobre la última subida del Euribor porque
estoy algo preocupado por mi hipoteca, pero viendo cómo andas no me
pareció momento. ¿Hablamos mejor de fútbol?".
De fútbol. Hablar con un grillo de fútbol.
"Oye, esto es de locos", le digo al grillo.
"De locos", me contesta el grillo a mí. §
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