NOVIEMBRE 2007
LA MEMORIA Y LA
DESMEMORIA
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Si las bases siguen
revueltas, confundidas, escondidas, enterradas, jamás nos zafaremos
de este lastre que es vivir en un país donde todavía persiste en
algunos la conciencia de vencedores y vencidos
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Hay
algo muy interesante en todo este lío que se ha organizado con el tema
de la Ley de Memoria Histórica, y es que se certifica -como si antes no
lo tuviéramos claro- quién es quién, y por qué lado se levanta de la
cama cada uno. Ahora es de dominio público -como si antes no lo fuese-
que el PP condenó en su día oficialmente el franquismo, alzamiento
militar y dictadura, por obligación y no por convicción. Defenderlo de
forma oficial hubiera resultado demasiado escandaloso. Una vez hecho
esto, evitan seguir insistiendo en la reprobación pública, y se permiten
disculpar, justificar, defender e incluso alabar. Hemos visto en las
últimas semanas declaraciones sumamente esclarecedoras que merece la
pena subrayar, como las de Jaime Mayor Oreja, quien dice, refiriéndose
al tema que nos ocupa "¿cómo voy a condenar lo que, sin duda,
representaba a un sector muy amplio de españoles?". Eso es definirse,
sin duda. Continúa: "¿Por qué condenar el franquismo, si hubo muchas
familias que lo vivieron con normalidad y naturalidad". Y la estocada:
"Era una situación de extraordinaria placidez". Se ve claramente en qué
lado vivió Mayor Oreja y allegados, porque es evidente que hubo también
muchas familias que no conocieron ese estado de extraordinaria placidez.
Si tan plácido fue, no es de extrañar que él y algunos otros echen de
menos tales tiempos, tan plácidos en comparación con la revoltura
rojilla en la que nos hallamos inmersos. Tiempos en los que la religión
no va a misa, los homosexuales se casan y encima se rompe España, todo
junto en una misma ensalada. El Apocalipsis, vamos.
Y en la misma línea se definen los dos voceras, Acebes y también Zaplana,
en su estilo bocazas particular, convertido en adalid de las libertades,
achacando esta veleidad de la Memoria Histórica a la "mala conciencia"
que deben tener algunos socialistas que gozaron de privilegios durante
el franquismo. "Muchos de los que la promueven, ni ellos ni sus familias
han sido exiliados, han sido perseguidos, han sufrido el franquismo. Más
bien se han beneficiado". Y remata con suma sorpresa: "¿el mundo está al
revés o qué?". Eso, "¿o qué?", es lo que decimos los demás. O qué,
señores. Rajoy, en su tibieza habitual, muestra desde hace unos meses un
claro cambio de estrategia: de pasarse el día aireando trapos sucios se
cambió a otro discurso más optimista, basado en la filosofía de
"pelillos a la mar": para qué escarbar el pasado, lo que pasó, pasó; hay
que mirar al frente, continuar caminando, dejarse de asuntos
trasnochados en los que no merece la pena revolver; los que miran atrás
es que tienen poco que decir sobre el presente y el futuro de España, y
así.
Estamos de acuerdo en que no hay que escarbar innecesariamente. Las
cosas se escarban sólo una vez y basta, si se hace bien. Se pone cada
pieza del puzzle en su sitio y luego se sigue hacia delante, que es lo
que a todos más nos interesa. Pero si las bases siguen revueltas,
confusas, escondidas, enterradas, jamás nos zafaremos de este lastre que
es vivir en un país donde todavía persiste en algunos la conciencia de
vencedores y vencidos. Quizá sólo si se abren las ventanas y se ventila
toda la casa, si se barre debajo de los muebles, se miran los armarios
cerrados y se limpia toda la mierda acumulada, sin pasar de puntillas
pero sin entrar en recriminaciones que ya no tienen sentido, quizá así
podamos continuar adelante más ligeros todos, más aliviados. El pasado
pesa cuando no se lo mira de frente. Luego deja de pesar para
convertirse en historia.
La cuestión es si con los años que han pasado este país ha alcanzado la
madurez suficiente como para hacerlo de forma rápida y limpia. Quizá no,
viendo que todavía hay sectores, si no amplios sí ruidosos, que se
empeñan en remover heridas, azuzar viejos odios, esgrimir los símbolos
según su conveniencia y basar su presente en el constante
enfrentamiento.
Pero también tenemos que decir que quizá sí, porque una gran mayoría,
enorme mayoría, quiere ser capaz de mirar atrás libre de resentimiento y
de culpa, el tiempo justo para poner cada cosa en su sitio y continuar
caminando. Vivir, señores, vivir sin más, con historia pero sin traumas.
Que toda esta polémica sirva para saber quién es quién, y para que no
perdamos la memoria, pero la reciente. Tengamos en cuenta que dentro de
nada volvemos a las urnas. Recordemos entonces todas estas trifulcas
interesadas y actuemos en consecuencia.
/CF
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