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NOVIEMBRE 2007

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CHINA: AVANCE SIN FRENOS

No habrá un resquicio de apertura en el sistema,
ni una palabra sobre democratización.
El proceso seguirá adelante guiado por la mano única de un PC férreo.

Ahí está, el llamado gigante amarillo. No deja de crecer desde hace más de una década, y compite ya mano a mano con las economías de primera fila a nivel internacional. El avance es tan clamoroso que en un parpadeo se colocará a la cabeza. Es lo que predicen los observadores del fenómeno desde hace años. Este despegue económico ha sido y es controvertido como pocos. Todo se ha hecho siguiendo los pasos del manual, pasando por alto aspectos considerados circunstanciales, como los derechos humanos, el equilibrio social o el respeto al medioambiente. La gran fiesta en la que se exhibirá el orgullo nacional de todos esos logros serán los próximos Juegos Olímpicos, que China plantea como un escaparate para enseñarse ante el mundo, subrayando el éxito de una fórmula que en poco más de una década ha sacado a un país de unas dimensiones descomunales de la cola del desarrollo internacional. En una medida, ha funcionado. Pero a qué precio.
Una de las claves de la fórmula ha sido la estabilidad política. El matrimonio indisoluble, la fusión diríamos entre Partido Comunista y Gobierno, han garantizado la unanimidad, la unidad de criterios. No hay voces discrepantes, únicamente inclinaciones leves hacia un aire que se ha dado en llamar más populista, y otro más elitista. Es todo. ¿Cómo se consigue sostener semejante bloque de hormigón, sin una sola fisura destacable? Con mano de hierro, evidentemente. Hace unos meses, un millar de intelectuales enviaron al presidente Hu Jintao una carta reclamando más apertura y la puesta en libertad de los presos políticos. De momento no hay respuesta satisfactoria. Hubo promesas de apertura con motivo del lavado de cara necesario para afrontar la parafernalia de las Olimpiadas, pero nada ha llegado a concretarse. La disidencia continúa sufriendo una persecución implacable, el acceso a las redes de comunicación e Internet está vigilado y restringido, y la pena de muerte se sigue considerando la fórmula más eficaz -cómo no iba a serlo- para luchar contra la delincuencia y la corrupción que infecta el sistema. Y aunque este tema, la pena de muerte, es uno de los puntos que más revuelo causan a nivel internacional, sigue sin incluirse en las agendas de los encuentros de alto nivel. Los Derechos Humanos siempre quedan al margen de las conversaciones o sólo se rozan descuidadamente. Nadie quiere poner el dedo en la llaga del gigante, por si se pierde un trozo del reparto del pastel.
De modo que la cerrazón política no tiene visos de cambio. El XVII Congreso del Partido Comunista Chino lo ha dejado claro. No habrá un resquicio de apertura en el sistema, ni una palabra sobre democratización. El proceso seguirá adelante guiado por la mano única de un PC férreo.
En otros terrenos, se aprecia en principio un aparente aumento de la sensibilidad hacia los temas sociales. Es posible que tratándose de la calculadora china, sea una pura cuestión de estrategia. El gobierno ha hecho sus cuentas y ha llegado a la conclusión de que no podrá mantener el ritmo de crecimiento si continúan aumentando las diferencias socioeconómicas entre la población. El salto económico entre las provincias costeras, más ricas, y las del interior, paupérrimas, es demasiado grande. La renta per cápita en zona urbana puede triplicar a la de la zona rural. El desplazamiento masivo de campesinos hacia las grandes ciudades, huyendo de la miseria, no hace más que aumentar el desempleo y la delincuencia. Por mucha firmeza que se emplee en el proceso, no están libres de que la bomba social les pueda estallar en las manos en cualquier momento, frenando un ascenso en el que todos los pasos han sido calculados con precisión. Por eso Hu Jintao amplía miras y ya no sólo habla de crecimiento económico, sino que aborda temas como la justicia social, el reparto más equitativo entre las provincias, o las políticas de bienestar. También se ha atrevido a nombrar la contaminación ambiental, aunque no parece que haya muchas esperanzas reales de enderezar el rumbo si se corre el riesgo de que las medidas puedan frenar o ralentizar el desarrollo.
Las cosas, pues, siguen como estaban, con pequeños matices que no inciden en lo fundamental: el pueblo, la gente, las personas. Derechos Humanos, en definitiva.
El último congreso lo deja todo atado y bien atado, en manos de un PC monolítico. Así se despiden los comunistas chinos hasta dentro de cinco años. A saber de qué estaremos hablando por entonces.
/CF

   

   
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