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CONTRAPUNTO

 La vida tiene etapas que se van quemando. Hay momentos en los que se podría haber tomado una u otra decisión, elegido aquel camino en vez de éste. En fin, para qué planteárselo ahora.

MARZO 2007

CONTRAPUNTO
DESDE EL ESPEJO
POR CAROLINA FERNANDEZ

El día que me casé contigo no fue el más feliz de mi vida, tengo que reconocerlo, y lo digo ahora que ya no tengo que morderme la lengua ni medirme en las explicaciones. Para decirlo todo: luego vinieron días peores. Recuerdo que me levanté con un soberano dolor de cabeza que no dejó de aumentar a medida que avanzaba la jornada, y con un comienzo de resfriado que me hizo vivir el episodio como si le estuviese pasando a otra persona, con los sonidos amortiguados y las imágenes confusas de decenas de mujeronas desconocidas que se acercaban para besarme con contundencia y pellizcarme los mofletes. Me zarandeaban, como comprobando la solidez de la planta. Alguna amiga de tu madre incluso me dio un sonoro azote en la nalga que a ella le debió parecer gracioso, a juzgar por las risotadas. Luego te hacían comentarios que fingían ser discretos, pero cuya intención evidentemente era que fuesen escuchados por la concurrencia, incluyéndome a mí. En concreto, me llegó algo sobre la estupenda estructura de mis cuartos traseros y lo oportuno de la adquisición que estabas a punto de hacer.
Yo, que siempre fui un hombre de mi casa, me encontraba un poco sobrepasado por las circunstancias. En cuanto pude, conseguí un sobre de esos polvillos efervescentes antirresfriados, que curan pero atontan un rato. Al regresar al salón, me vi arrastrado por una marea humana bailando la conga en nuestro honor, el tuyo y el mío, amor. Alguien me puso una copa de champán en la mano y toda la sala se volcó en un brindis multitudinario por nuestra larga vida juntos, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, bla, bla. Entre vítores y jaleos, me vi obligado a empuñar la copa y vaciarla de dos tragos. No recuerdo más, pero creo que no fui una compañía muy amena el resto de la velada. Así quedamos unidos para siempre.
Al cabo de pocos meses nació el bebé, que esperábamos, motivo principal del casorio. Después de un largo discurso sobre la paridad y la discriminación positiva que me sería imposible reproducir, decidimos que lo mejor sería que yo dejara de estudiar, puesto que a ti te quedaba menos tiempo para terminar la carrera. Además, yo era peor estudiante y encima en un arrebato romántico me había decantado por las Humanidades, lo que desembocaría en la oficina del paro con toda seguridad. Lo más práctico para los dos era que abandonase cuanto antes para que al menos uno, tú, pudiera continuar. Me recordaste oportunamente que tus padres tendrían el detalle de pagar las facturas durante un tiempo. Yo me quedaría en casa para cuidar al bebé y para mantener todo un poco en orden. Evidentemente las clases, los exámenes, las horas de biblioteca, de tutoría, de laboratorio y de cafetería después de las clases -un contacto social imprescindible para intercambiar apuntes- no te dejaban mucho tiempo. Llegabas tarde y cansada. Cada vez más tarde y cada vez más cansada.
La vida tiene etapas que se van quemando. Hay momentos en los que se podría haber tomado una u otra decisión, elegido aquel camino en vez de éste... En fin, para qué planteárselo ahora.
El caso es que tú empezaste a trabajar, y yo, circunstancias de la vida, me quedé en casa. Las propuestas que te hice para compartir tareas, alternar horarios, repartir el cuidado del niño, por una u otra razón no prosperaron. Demasiado complicado, para qué liar las cosas, con lo bien que nos va así... Qué vas a hacer tú por ahí, me decías, si no sabes moverte fuera de casa. No te preocupes por nada, mi vida. Basta con que tenga que salir uno a pelearse con el mundo. Empezaste a llegar más y más tarde. Tú no sabes lo que es esto, me decías, esa oficina es una jungla. Yo te esperaba despierto, aunque a veces inaugurase la madrugada viendo algún programa basura en la tele, haciendo esfuerzos por no caerme de sueño. La cena lista, el niño acostado. Así un día tras otro. Meses. Un par de años.
Un día se me ocurrió ir a tu oficina a verte, después de dejar al niño en el colegio. Me clavaste los ojos y me soltaste un alarido. ¿Qué coño haces aquí? Tus compañeras me miraban, me analizaban, con una mezcla de curiosidad y, quise yo ver, de compasión. Me di la vuelta sin decir una palabra. Me fui a casa. Ese día llegaste temprano, y con dos gritos me dejaste clarito que no se me volviera a ocurrir espiarte en tu trabajo. Que vaya vergüenza te había hecho pasar, delante de tus compañeras. ¿Pero te has fijado cómo te miraban?, me dijiste, si se les salían los ojos. Tú no sabes cómo son. Yo, la verdad, ni tiempo había tenido. Como me pareció un soberano disparate lo que me estabas diciendo, empezamos a discutir. A gritos, claro, sólo se discute a gritos. Pero los tuyos eran más altos que los míos. Zanjaste la conversación con un par de bofetadas. En mala hora se me ocurrió revolverme y protestar.
Tardé un par de semanas en poder salir de casa, hasta que se difuminaron los cardenales. Es la gripe, le explicaste tú al vecino que se encargó de llevar al niño al colegio. Al volver a pisar la calle, yo no era yo, o el mundo no era el mundo. No volvimos a hablar del tema. Todo siguió como hasta entonces, sumidos en esa rutina narcótica que nos evitaba el engorro de tener que darnos explicaciones. Pero a mí se me habían esfumado las ganas. Ganas en general. Pensé en marcharme, porque me horrorizaba verme convertido en una sombra mustia del hombre que un día fui. El día que traté de sugerir que quizá sería mejor... no llegué a terminar la frase. Quise hablar con mi padre, pero me dijo que a veces es mejor pasar por alto algunas cosas, ya sabes, por el niño.
Ahora ya da igual. Todo se terminó el día en que respiré hondo, hice una maleta con cuatro cosas, y di un portazo. No llegué a poner un pie en la calle. Aparecimos ambos en los titulares del telediario del día siguiente: "Una mujer asesina a su marido en el portal de su casa. Una víctima más de la violencia de género. Ya son veinticinco los casos registrados este año..." ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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