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Psiquiatras infantiles y
padres de diversas asociaciones reclaman
la creación de la especialidad de Psiquiatría Infanto-Juvenil
U no
de los problemas más graves que tenemos los padres de niños afectados
por el ‘trastorno por déficit de atención e hiperactividad’ es la falta
en su diagnóstico y tratamiento de verdaderos profesionales
especializados, psiquiatras infanto-juveniles.
En la actualidad son tratados en la mayoría de Usmis (Unidades de Salud
Mental Infanto-Juvenil) por psiquiatras de adultos, con el consiguiente
perjuicio para nuestros hijos, ya que éste -como todos los trastornos de
la infancia- requiere de unos estudios, especialización y experiencia en
el campo infantil, que un psiquiatra de adultos no tiene.
En diciembre de 2006 se aprobó el borrador de Estrategias sobre Salud
Mental en el Sistema Nacional de Salud, pero sigue sin contemplarse en
este documento la falta de esta subespecialidad en España.
Es por esto por lo que desde diversas plataformas y asociaciones de
afectados estamos iniciando movilizaciones para que la Subdirección
General de Ordenaciones Profesionales, dependiente del Ministerio de
Sanidad y Consumo, dé los pasos necesarios para instaurar una
subespecialidad como es la Psiquiatría Infanto-Juvenil, que es
indispensable en cualquier sistema nacional de salud, siendo hoy por hoy
el único país de la comunidad europea que no cuenta con esta
subespecialidad.
En cualquier país la titulación de esta especialidad requiere estudios
de cinco a siete años, lo que nos da una idea de la falta de preparación
del personal facultativo que atiende hoy día a nuestros hijos y que
carece de esta titulación.
www.paidosiquiatria.com/carta.htm
Vicenta
Soto Roberto (Valencia) |
Por
la dignidad del árbitro y del deporte
A
todos los árbitros de España, en especial a los de fútbol:
Mi nombre es Ángel Andrés Jiménez Bonillo. Soy árbitro de fútbol
adscrito a la Delegación de la Costa del Sol (Málaga). Me considero
deportista y amante del deporte; eso sí, del auténtico deporte. He oído
muchas veces que el deporte es sanísimo, que encierra grandes valores,
que genera convivencia y respeto. Estoy de acuerdo en que eso es el
auténtico deporte, el ideal.
Debuté como árbitro el 29 de enero de 1994. Desde entonces, he sido
insultado gravísimamente en innumerables ocasiones; he sido amenazado
(incluso de muerte); he sido golpeado; me han escupido; me han roto el
coche (era de uno de mis árbitros asistentes, para ser exactos); he
salido escoltado por las Fuerzas de Orden Público como si fuese un
delincuente; he visitado hospitales y juzgados; incluso he temido por mi
vida en algunas ocasiones.
No creo que podamos decirles a las generaciones futuras que eso es
deporte; que nos hemos acostumbrado a aceptar como algo normal e
inherente al propio juego el hecho de perder el respeto debido a toda
persona, también al árbitro, por supuesto.
En mi opinión, ha llegado el momento de frenar lo que supone una
violación continuada del espíritu deportivo, de los Derechos Humanos
(que tanta sangre y tantas lágrimas costó conseguir) y de la propia
Constitución Española (artículo 20.4). Nos echamos las manos a la cabeza
ante los insultos racistas (como debe ser), pero nadie se acuerda de los
árbitros. Como diría el gran Martin Luther King, "tengo un sueño": ir
con mis sobrinos a ver un partido de fútbol y no tener que avergonzarme
de las faltas de respeto de unos seres humanos hacia sus semejantes
(porque los árbitros y los jugadores también son seres humanos, que
nadie lo olvide). Mi pasividad y silencio ya no volverán a ser
colaboradores de esta triste realidad. Por eso yo, desde hace varias
jornadas, antes de comenzar mis partidos comunico a delegados y
entrenadores que lo más importante es que no se pierda el respeto a
nadie (hablo también del insulto, por supuesto, ya sea a los propios
árbitros o a cualquier otra persona), ya que la dignidad del ser humano
no debe buscarse (parafraseando al gran Gandhi) a través de ningún
camino, sino que ella es el camino. En consecuencia, si algún espectador
transgrede esta norma fundamental de convivencia (pagar una entrada no
da derecho a acabar con los derechos de los demás), trataré por todos
los medios a mi alcance (ayuda de los delegados, de los entrenadores, de
las Fuerzas de Orden Público—si las hay—, de los jugadores...) de que la
situación vuelva a la normalidad; pero si eso acaba resultando
imposible, decretaría la suspensión definitiva del encuentro.
Animo a todos a que procedáis de la misma manera. No creo que podamos
hacer un regalo mejor al deporte que el hecho de que vuelva a ser eso:
deporte. No debe asustarnos la dificultad del camino, sino la
trascendencia del objetivo. Algún día el propio deporte, en boca de
tantos niños y niñas que empiezan a dar sus primeros pasos, nos dará las
gracias. Igual que nosotros agradecemos la lucha de nuestros antepasados
cuando depositamos nuestros votos en las urnas o acudimos al médico de
la Seguridad Social.
Angel Andrés Jiménez Bonillo (Málaga) |
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