JULIO 2007

CIBER INGENUOS

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Según INTECO siete de cada diez ordenadores
domésticos ya están infectados con algún tipo de programa de los que
llaman “maliciosos”, esto es, manipulable desde el exterior. |
Qué
demonios, estamos en el siglo XXI y todo el mundo tiene que tener
ordenador. Y el que no lo tiene aspira a ello. Y los partidos en sus
programas electorales ofrecen ayuda para aligerar los gastos de la
compra, y se hacen ordenadores baratos para los países pobres, y
nuestros abuelos chatean que da gusto, y nuestros hermanos adolescentes
viven pegados al messenger, y todo el mundo debe tener acceso a
Internet, si queremos ser un país desarrollado y no una república
bananera, sí señor, banda ancha para el pueblo llano, y si es sin
cables, mejor, y cuanto más rápido, mejor, y...
Qué locura. Sabemos que la red es peligrosa. O al menos lo intuimos.
Pero los problemas siempre les suceden a otros, los pervertidos, los
incautos que dan su cuenta bancaria a cualquiera, los que se meten en
todo lo que les ofrecen. Nosotros estamos seguros.
¿Seguros de qué?
Recientemente, los datos de 120.000 usuarios españoles quedaron al aire,
en manos de los hackers que atacaron la base de datos de una empresa
dedicada a la gestión de dominios. Eso quiere decir que lograron claves
de correo electrónico, direcciones, teléfonos y datos bancarios. No
terminó ahí la cosa. Aprovecharon la jugada para inyectar un virus en
miles de páginas web pertenecientes a los afectados, entre ellos
conocidas empresas españolas. Sólo una semana más tarde la prensa
publica la noticia de un ataque pirata que ha afectado a España y que ha
convertido 11.000 webs en un foco infeccioso: el usuario que entra sale
con un virus, un troyano, un bichejo que se instala con total discreción
y permite que un controlador externo entre en su ordenador para robar
datos, o utilice su terminal para otras operaciones. ¿Se imagina que el
PC de su salón esté sirviendo para “bombardear” webs sometidas a boicot
por un pirata que lo maneja, por ejemplo, desde la estepa siberiana? ¿Se
imagina que un día la policía llame a su puerta y le anuncie que desde
su ordenador se han cometido estafas, o forma parte de una red de
pederastia? Sería una pesadilla, estamos de acuerdo. ¿Nos pasamos de
fantasiosos o quizá no nos alejamos tanto de la realidad? No seamos
ingenuos. Tenemos por delante una guerra global cuya trascendencia no
podemos imaginar. Sólo un dato, para que nos vayamos haciendo a la idea:
según INTECO (Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación),
siete de cada diez ordenadores domésticos ya están infectados con algún
tipo de programa de los que llaman “maliciosos”, esto es, manipulable
desde el exterior.
En todos estos casos, los medios que usaron los “ladrones” superaron con
mucho las posibilidades de reacción de los “vigilantes”, que en estos
terrenos suelen ir por detrás, intentando arreglar los desaguisados. Es
complicado adelantarse a este nuevo tipo de terrorismo internacional. No
estamos preparados. Ni siquiera estamos mentalizados, y ni por el forro
nos imaginamos lo que se nos viene encima. Veamos: cualquier Estado
afirma sin dudar que un ataque con bombas es un acto de guerra, pero ¿y
un ataque virtual? Hace unas semanas, el gobierno de Estonia pidió ayuda
a la OTAN para defenderse de ataques cibernéticos que provenían de
Rusia, con quien las relaciones no son precisamente calurosas. La OTAN
todavía no define los ciber ataques como una acción militar al uso, pero
reconoce que en ese punto hay un vacío del que tendrá que ocuparse
rápidamente, dada la velocidad con que se están expandiendo este tipo de
acciones.
Pues esto es lo que veremos. Cada vez más, en cantidad y en calidad.
Mientras se promociona el acceso a Internet de la población, se prepara
la red para la guerra. Paralelamente, el debate en la calle da vueltas
sobre la libertad de expresión, la libre circulación de información, la
privacidad, la democracia global que es Internet. Pero esta carrera ya
ha avanzado muchos kilómetros. Internet está por encima de los Estados,
por encima de las grandes estructuras, de las instituciones
internacionales, de los gigantes económicos. Todo es susceptible de ser
violentado por un hacker listo, capaz de entrar hasta la cocina.
Por lo pronto, deberíamos reclamar que el mismo empeño que se pone en
incentivar la incorporación de la población a las nuevas tecnologías, se
ponga también en informar, advertir y preparar a los usuarios para
protegerse, en la medida de lo posible. Siempre y cuando, claro,
nuestros responsables políticos no anden entretenidos chateando con el
vecino.
Ya lo advertimos: dormidos nos va a pillar.
/
C.F. |