JULIO 2007 |
Foto: S. León
|
Celia Amorós
Filósofa
Es la abanderada del feminismo, que para ella implica “la
igualdad entre varones y mujeres, en tanto que todos somos seres
humanos”. Y lo reafirma con su propio ejemplo, siendo la primera
mujer en ganar el Premio Nacional de Ensayo con su libro “La
gran diferencia y sus pequeñas consecuencias...” (Editorial
Cátedra).
A esta reconocida teórica, gran analista, catedrática y autora
de diversos libros, le planteamos el reto de pasar de la teoría
a la acción.
Texto: Marta Iglesias |
Pensar
en femenino |
-Lidera, de palabra y
obra, la corriente feminista que vindica la igualdad entre hombre y
mujer. ¿Qué pasos son ahora necesarios para llegar a esa igualdad por
parte de las mujeres y de los hombres?
-Para llegar
a esa igualdad hace falta implementarla en todos sus niveles y en todos
sus aspectos. Implementarla tanto en el ámbito de la vida pública como
en el ámbito de la vida privada, porque es aquí donde se juegan las
condiciones de posibilidad, de disponibilidad de tiempo, para acceder a
la participación política o a los ámbitos importantes de la cultura en
igualdad de condiciones.
-Con la llegada del
PSOE vino la paridad, la Ley de Violencia de Género... Con el paso del
tiempo, ¿ve que deberían ampliarse las leyes, o la igualdad de sexos no
pasa por ahí?
-Las leyes
son condición necesaria pero no suficiente. Es imprescindible que haya
una definición con un estatuto legal, explicitando en el nivel de los
principios que nuestra democracia es igualitaria en lo que concierne a
los sexos. Ahora bien, no es suficiente porque requiere también una
permeabilidad social y requiere sobre todo presupuestos para ser
implementada, porque de otro modo sus limitaciones son evidentes.
-¿Con qué se ha
engañado a las mujeres para que no perciban la desigualdad que les
rodea?
-Fundamentalmente se les ha engañado con el amor, las relaciones
familiares, las relaciones de pareja, presentándoles todo eso como un
objetivo que puede llenar su vida como seres humanos y puede por tanto
neutralizar sus aspiraciones en otros órdenes. Ya lo decían varias
teóricas del feminismo de los setenta, al situar el amor como uno de los
mecanismos importantes del patriarcado para limitar el acceso de las
mujeres a los ámbitos públicos.
“En la medida en que a
los varones no les queda otro estatus que su hombría, la
ponen como último reducto de su identidad” |
-Mientras usted y
muchas otras filósofas alimentan las mentes de igualdad, ¿por dónde se
cuela hoy el patriarcado?
-En la era
global el patriarcado se cuela por todas partes. En primer lugar en la
globalización neoliberal, que ha tenido para las mujeres consecuencias
nefastas. Hasta el punto de que prevalece la economía del trabajo
doméstico fuera del hogar, y no digamos ya en las zonas de maquilas,
como algunas áreas de Guatemala o de Ciudad Juárez, donde el patriarcado
-entendido como conjunto de pactos mafiosos y libertinos entre varones-,
está cometiendo un verdadero genocidio de mujeres, un feminicidio.
-¿Qué piensa cuando
oye hablar de conciliación laboral? ¿Cuál es su personal solución?
-El problema
de las mujeres es que ya van cojas al mercado de trabajo y se produce
así un círculo vicioso. Entran en desventaja en el mercado de trabajo
por la situación que tienen en la familia, y a su vez se refuerza esa
situación de subordinación que tienen en la familia por la inferioridad
de condiciones en que se encuentran en el mercado de trabajo. La ley de
conciliación podría romper en alguna medida ese círculo vicioso, pero
hay que implementarla adecuadamente.
-Según sus
declaraciones, mientras los hombres han funcionado por pactos, las
mujeres han estado atomizadas. ¿En qué campos empiezan a unirse, a
trabajar juntas? ¿O más bien se trata de trabajar juntos?
-Empiezan a
unirse para trabajar juntas en la política. En este campo han sido muy
importantes los pactos entre mujeres, porque precisamente en base a las
redes que han creado y a lo que han presionado por la vía de la
argumentación se ha logrado sensibilizar a muchos varones sobre la
necesidad de una participación equitativa de las mujeres en el poder.
Nunca ha habido imposición sino diálogo, y los hombres han visto
entonces incoherente fundamentar una democracia en una situación no
paritaria entre los sexos.
-¿A qué atribuye el
aumento de mujeres muertas por la violencia ejercida por los hombres?
-Al hecho de
que las mujeres quieran llevar una vida cada vez más autónoma en sus
decisiones sentimentales y laborales. Eso implica unos cambios en la
autocomprensión de los hombres que no se están produciendo al mismo
ritmo. Por eso en la medida en que a los varones no les queda otro
estatus que su hombría, pues la ponen como último reducto de su
identidad. En esa misma medida no pueden soportar que una pareja les
abandone, o no pueden soportar que una mujer no sea suya. Por tanto, hay
que realizar campañas orientadas a que los varones cambien su propia
autocomprensión. Es un problema complejo pero creo que hay que
abordarlo.
-¿En qué aspectos
concretos deberían los hombres cambiar la visión que tienen sobre sí
mismos?
-Pues que un
varón no por el hecho de serlo es el dueño de una mujer. Que se tiene
que enfrentar con la autonomía de otra persona. Que en las relaciones de
pareja hay dos seres autónomos y por lo tanto las mujeres pueden
abandonar en un momento dado esa relación. Puesto que la vida es larga y
compleja, eso es algo que puede suceder y que se debe aceptar.
-¿La globalización
contempla a las mujeres o sigue dominada por el patriarcado?
-Los centros
importantes del poder global -como el Fondo Monetario Internacional o el
Banco Mundial- están dominados por varones, mientras las mujeres del sur
tienen cada vez una presencia más activa y más dinámica en las
instituciones de Naciones Unidas. Lo que puede ocurrir es que se genere
una nueva división del trabajo por la cual en los resortes fuertes de
poder, que son esas instituciones económicas que dirigen en última
instancia el destino del mundo, estén prioritariamente los varones, y
que las mujeres trabajemos en los organismos de unas Naciones Unidas,
que por supuesto sensibilizan, pero no es el punto neurálgico del poder.
“Mi estatus como mujer depende del que tiene la mujer que
está en la escala más baja. Por tanto, la emancipación de
las mujeres debe hacerse en todas partes o no se logrará” |
-¿Cuál es su visión
de feminismo globalizado? ¿En qué sentido una asiática depende de lo que
usted logre y viceversa?
-Hay
avanzadillas de mujeres que abren camino para el resto, pero hay que
hacerlo siempre con una visión globalizadora. Porque el estatus que yo
tengo como mujer depende del que tiene la mujer que está en la escala
más baja. Y el estatus de las mujeres es tan precario, que incluso los
niveles que hemos conseguido las occidentales son inestables.
Efectivamente, si tenemos avalanchas de mujeres que tienen un estatus
mucho más bajo, los varones se frotan las manos porque tienen un mercado
más amplio de mujeres con estándares de exigencias menores que las
occidentales algo promocionadas, y baja unos cuantos escalones nuestro
propio estatus. Por tanto la agenda feminista tiene que ser una agenda
feminista global. La emancipación de las mujeres debe hacerse en todas
partes o no se logrará.
-¿Por qué las
reuniones de mujeres solas han sido denominadas ‘aquelarres, reuniones
de brujas’?
-Porque
mientras que las reuniones de varones se perciben como algo
completamente normal en la sociedad, no sucede así en el caso de las
mujeres. Entonces el poder femenino se pone en el plano de lo
sobrenatural, de las brujas que tienen pacto con lo otro, con algo que
no se sabe, que no se controla. Y en esa medida se va a otro extraño
espacio donde se proyectan las paranoias, o bien se hunde en el nivel de
la percepción de lo animal como comparar a mujeres con cotorras o loros.
Hay una expresión inglesa por la cual a una reunión de mujeres solas se
le llama una reunión de gallinas.
-¿Cómo practica usted
el feminismo en su vida diaria?
-Lo practico
en una igualdad de condiciones con mi compañero, que es una persona
absolutamente sensible a estas cuestiones y que asume lo que hay que
asumir y más. Tengo en ese sentido una relación privilegiada de
igualdad. Asimismo procuro en mis relaciones con todas las mujeres tener
una relación máximamente respetuosa. Veo en cada mujer el rasero que en
realidad mide mi propio estatus, porque si el nivel de la ecuatoriana
que me limpia la casa es de total precariedad y explotación, mi propio
estatus baja. §