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CONTRAPUNTO

Me aventuro a adelantar que asistimos a la gestación de un nuevo género literario: la transcripción. La literalidad exenta de adornos periodísticos. Así se dijo, así se reproduce.

JULIO 2007

CONTRAPUNTO
LA TRANSCRIPCION
POR CAROLINA FERNANDEZ

-Ha sido acojonante.
 Así de contundente. Tres palabras que no dejan lugar a dudas, pronunciadas por Esperanza Aguirre en pleno clímax de su pavoroso orgasmo electoral.
-Ha sido acojonante.
Con naturalidad, entre amigos, con esa campechanía característica de la campaña, cuando se estrechan manos sudorosas y se besan con sumo gusto mofletes de niños, hijos de posible votante. Una fiebre democrática cuyos efectos secundarios siempre se prolongan durante unos cuantos días antes de remitir. Una declaración como ésta, a bocajarro, robada de una conversación, sin el filtro políticamente correcto de los asesores de partido, nos acerca al ser humano que se esconde detrás del personaje político, y nos deja asomarnos a lo que debe ser ese inimaginable, inmenso placer de la reelección, todo un goce para los sentidos.
La frase, pese a su desnudez, tiene gancho literario, aunque para darle mayor interés habría que modificar un poco el contexto…
-Ha sido acojonante –suspiró ella, satisfecha, clavando los ojos en el techo mientras encendía un cigarrillo.
-Claro querida –concedió él, sin excesivo interés, y, si me apuran, diría que hasta con cierto gesto de fastidio…
Pero esto sería otra historia y la cuento otro día, cuando me dé la inspiración folletinesca. Hoy toca otra cosa. ¿Han observado que últimamente proliferan en la prensa declaraciones casuales, no intencionadas, grabadas por algún periodista indiscreto? “Ha sido acojonante”. La frase extractada y entrecomillada, puesta a la vista de todos, en un titular. El pensamiento mondo y lirondo. El comentario privado hecho público. También tenemos un amplio surtido de diálogos completos, interesantes conversaciones obtenidas por orden judicial en el que dos malos se reparten algún pastel. Qué desperdicio literario, cuando esas cosas morían en los sumarios de los juicios. Ahora podemos disfrutarlo todos, y por ejemplo seguir la trama de los chorizos de El Alhaurín por entregas.
-Mi socio dice que no paga 24 millones de pesetas.
-Vale, entonces le voy a parar la obra.
Nótese la contundencia expresiva, la franqueza demoledora del texto. Purito realismo. Me aventuro a adelantar que asistimos a la gestación de un nuevo género literario: la transcripción. La literalidad exenta de adornos periodísticos.  Así se dijo, así se reproduce, sin complicarse la vida con arreglos gramaticales, sin concesiones estériles a la sintaxis, al léxico, al ornamento. La frase va como va. Puntuación alocada. Ausencia de subordinadas y complementos. Cierto es que al no tener pauta de estilo, el discurso es a veces casi ininteligible debido a un exceso de interjecciones y sobredosis de onomatopeyas (no me quiero imaginar la transcripción de algún negocio de Paco El Pocero, con su aguda oratoria característica). Pero qué más da. Viva el dictado de la espontaneidad. Muera la oración compuesta. Mejor, frasecita corta, pensamiento simple, para no perderse. El resto lo pone el lector, su imaginación, su creatividad, su estupor. Meterse entre pecho y espalda uno de esos diálogos es chutarse una dosis de realidad, y lo demás son cuentos.
También, gracias a las transcripciones, conocemos como si fueran vecinos a los participantes en el juicio del 11-M, juzgadores y juzgados, y  nos resultan hasta familiares los modos y maneras del juez Gómez Bermúdez, que es ya como de casa. Imposible olvidar aquella escena gloriosa:
-Soy súper inocente -declara con énfasis el acusado. Y advierte Gómez Bermúdez, sin concesiones:
-El súper sobra.
Qué frase ésta, no me digan. Se me ocurre que podíamos cruzarla con la de Esperancita y bordaríamos nuestro folletín…
-Ha sido súper acojonante –suspiró ella, satisfecha, clavando los ojos en el techo mientras encendía un cigarrillo.
-El súper sobra, querida –matizó él, sin excesivo interés, devolviéndola de golpe a la realidad…
Pero esto, como decía, sería otra historia y la cuento otro día, que me voy con nada. Decía que la transcripción nos permite asomarnos a mundos en los que la mayoría de los mortales jamás pondríamos un pie. Así conocimos esas reflexiones en alto de Rajoy tras su visita a Zapatero, recogidas por un micrófono que -¡demonios!- debería haber estado apagado. Aparecieron transcritas para lectura pública en la prensa del día siguiente y pudimos saber por ejemplo que para Rajoy, María Teresa Fernández de la Vega no es la vicepresidenta sino “la otra” y lindezas por el estilo fuera de protocolo. Tienen más fondo dos frases espontáneas que todos los discursos de campaña y precampaña juntos. Menos mal que una buena transcripción de vez en cuando nos aclara un poco las cosas.
En fin, que es acojonante –y esto vale para todos- lo que se piensa y lo que no se dice. Lo que se dice cuando se piensa que nadie escucha. Y también lo que se dice cuando no se piensa. Menos mal que no se ha inventado un pinganillo para escuchar -sin orden judicial- los pensamientos ajenos. Sabríamos la verdad de muchas cosas, cierto, pero yo creo que nos volveríamos todos súper locos.
Y no me vayan a decir que el súper sobra. §

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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