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Juan Guzmán
Foto: Nan

FEBRERO 2007

Juan Guzmán

Juez del "caso Pinochet"

Tenacidad es una de las palabras que definen a Juan Salvador Guzmán Tapia, más conocido como ‘el juez Guzmán’. El único magistrado chileno que consiguió procesar a Pinochet en dos ocasiones -Caravana de la Muerte y Operación Cóndor-, aún en contra de las altas esferas del Poder Judicial de aquel país, que hicieron todo lo posible por entorpecer su labor. En 2005 abandona la carrera judicial y se dedica a la docencia en la Universidad Central de Chile. Pero su faceta de luchador sigue en activo. En la actualidad defiende la causa del pueblo mapuche y del pueblo palestino ante tribunales internacionales de justicia. Texto: Mariló Hidalgo

- Juez sin miedo -

Se aproxima sonriente y me saluda con cercanía. Después de atender a un aluvión de periodistas y cámaras, buscamos un lugar tranquilo para hacer la entrevista sin interrupciones. Me cuesta pensar que detrás de ese rostro afable, sereno, con mirada limpia, se encuentra uno de los jueces que sin duda ha cambiado la historia de Chile a base de librar tantas batallas dentro y fuera de su país.
Mientras habla miro atentamente sus ojos. Pienso que después de haber sido testigo de tanto horror, habría alguna huella en su mirada. Me confiesa que todo lo ocurrido le puso a prueba. "Es algo que siempre agradeceré a la vida porque me obligó a sacar lo mejor de mí mismo. Fue toda una experiencia vital".

-En enero de 1998, un grupo de abogados de Derechos Humanos presentan la primera demanda contra el general Pinochet. El juez Juan Guzmán es el designado para dirigir la investigación. ¿Qué pensó cuando tuvo sobre la mesa aquel expediente?
-Aquel expediente contaba sólo con una querella de diez personas víctimas de la DINA, la policía secreta militar que después del golpe militar, recorrió varias provincias para eliminar rápidamente a todos los dirigentes de izquierdas del país. Yo le di curso porque había antecedentes de que aquellos crímenes se habían cometido. Cuando inicié el proceso, pensé que hasta allí había llegado mi carrera.

"Creo que hice bien en esperar hasta los cincuenta y nueve años para hacer lo que hice. Si ese paso al frente lo hubiese dado a los treinta años, estaría muerto"

-¿Fue consciente en aquel momento de lo que se le venía encima?
-Sí, claro. Pero uno está para lo que es. Yo era juez y no me iba a prostituir dejando de serlo por aspirar a una carrera judicial. En ese aspecto había llegado casi a lo máximo que un juez puede aspirar, hasta la Corte de Apelaciones de Santiago, antesala de la Corte Suprema. Pero preferí como cualquier persona bien nacida optar por la verdad y por el juramento que en su día había hecho como juez.

-Creo que tuvo que enfrentarse incluso con compañeros magistrados que le criticaron fuertemente e incluso llegaron a actuar en su contra.
-La Corte Suprema por aquel entonces estaba dirigida por un hombre que había sido compañero de estudios y del que siempre había recibido envidias y malas críticas. Al final he de confesar que aquellas zancadillas me hicieron bien. A partir de ese momento empecé a recibir presiones de todo tipo y amenazas. Me cambió la vida. Tuve que ir acompañado de cuatro guardaespaldas. Sufrí un atentado fallido y mi familia estuvo con protección, incluso con ayuda de psicólogos para superar el estado de miedo que estaban pasando todos. Fueron años de sacrificio, incluida mi madre que en ese tiempo sufrió un infarto muy fuerte como consecuencia de todo. Ahora me siento muy contento de haber podido ayudar a toda aquella gente que sufrió la dictadura. Descubrí con la ayuda de médicos forenses y antropólogos, veinte cuerpos que pudimos entregar a sus respectivas familias. Revisamos más de mil quinientas cajas con nuestras propias manos, protegiéndonos con máscaras para no sentir el mal olor en medio de todo aquel calor.

-En cierta forma, usted cambió la historia de Chile.
-Sí mire, salvo el juez Carlos Cerda -encargado de investigar las millonarias cuentas de la familia Pinochet en el extranjero- al que estuvieron a punto de echar de la Corte Suprema por dos veces; yo fui el otro juez que trató de hacer justicia al pueblo chileno. Sometí a proceso por dos veces a Pinochet y solicité su desafuero en cinco ocasiones.

-Pero un régimen no es sólo una persona, hay muchos beneficiados.
-Confieso que al principio no sabía por dónde tomar ese toro. Recuerdo que en una ocasión mi padre me dijo que más valía hacerse el tonto que el pillo. Y eso hice. Empecé a escuchar a toda persona que lo requería y las lenguas se desataron. Aparecieron testimonios y con ellos, todo un mosaico de terror que me ayudó a conocer hasta dónde es capaz de llegar el alma humana. Gente del Ejército se acercó a sondear y conocer mis intenciones. Me ofrecieron sobornos de todo tipo y por parte de muchas instituciones. Me llegaron a ofrecer hasta mujeres, pero nunca cedí. Creo en la dignidad del hombre y del cargo, y eso está por encima de cualquier tentación.

"Me ofrecieron sobornos de todo tipo y por parte de muchas instituciones, pero nunca cedí. Creo en la dignidad del hombre y del cargo, y eso está por encima de cualquier tentación"

-¿Qué cambios se produjeron en usted después de haber vivido todo esto?
-Siempre estuve preocupado por la gente, por el dolor y el sufrimiento de los demás. Pero todo eso lo experimentaba en abstracto. Cuando conocí a aquellas personas que buscaban a sus seres queridos que estaban en alguna parte del infinito, pudriéndose en algún sitio, o en el fondo del mar, sin saber cómo habían sido torturados, sin tener las cenizas de sus cuerpos. Ahí empecé a experimentar un sufrimiento más concreto. Con personas concretas, con casos concretos. Aquello me hizo cambiar y creo que a partir de ahí empezó mi viaje místico.

-¿Por qué abandonó la judicatura?
-Por varias razones. En primer lugar me había prometido a mí mismo y a mi familia, jubilarme a los sesenta y cinco años. Lo hice un año más tarde porque había procesado a Pinochet y tenía oportunidad de hacerlo una segunda vez por la 'Operación Cóndor'. Pensé que iba a tener más posibilidades que otro juez que empezase de nuevo porque conocía los trucos que usaba el dictador para evitar ser interrogado y procesado. En segundo lugar porque la Corte Suprema me estaba calificando muy mal y tuve un "soplo" de un amigo que me dijo que intentaban echarme por las buenas o por las malas. Preferí salir por la puerta grande y con ello también obligué a que otros magistrados saltasen al ruedo a defender la causa. El magistrado Alejandro Solís ha ido incluso más lejos de lo que fui yo, y a él también le han obstaculizado e impedido que haga más carrera como juez. Por último, quería dedicarme a la escritura, que ha sido la pasión de toda mi vida.


Foto: Gervasio Sánchez.
"La Caravana de la Muerte" (Blume)

Después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende, un helicóptero Puma cargado de militares de la DINA, recorrió varias ciudades de Chile para en un tiempo récord acabar con la vida de 75 prisioneros políticos. Se ocultaron sus cuerpos y las pruebas. Este hecho es conocido como la "caravana de la muerte".

En la foto aparecen familiares de algunos de los ejecutados en la ciudad de Calama.

-¿Cuál es el estado de su conciencia?
-Nunca he tenido que lavar la conciencia, ni en materia judicial ni personal. La tengo muy tranquila. He cometido errores pero no con voluntad de causarlos. Ha sido más por falta de prudencia, por ser demasiado temerario en ocasiones, por confiar mucho en las personas.

-¿Siente frustración por no haber llegado hasta el final?
-No, en absoluto. Creo que si este paso al frente lo hubiese dado a los treinta años, estaría muerto. Me hubiese convertido en un activista y habría luchado contra la dictadura, pero con fatales resultados. Creo que hice bien en esperar hasta los cincuenta y nueve años para hacer lo que hice.

-En la actualidad es profesor de Derecho Procesal y Decano de la Facultad de Derecho en la Universidad de Chile. ¿Echa algo de menos?
-No, estoy contento. Me gustaba instruir procesos, dictar sentencias, pero ahora me gusta la docencia. Además, dentro de la Facultad hemos creado un Departamento de Derechos Humanos y desde ahí nos estamos vinculando con asociaciones, formaciones y universidades. Eso me permite viajar y participar en diferentes foros. Ahora defiendo la causa de los pueblos mapuches. El pueblo aymara me ha elegido 'vocero' y todo eso está rodeado de mucha solemnidad. Para ellos la palabra es sagrada y es cuanto necesitan para creer en una persona. Me respetan porque vieron mi actuación en el caso Pinochet. He sido portavoz de los pueblos indígenas chilenos en Naciones Unidas. Estas gentes han sido privadas de sus tierras, sus derechos, tradiciones, costumbres. Les hemos quitado hasta su lengua. Han sido doscientos años de engaños y ahora necesitamos acercarnos. Más nosotros a ellos que ellos a nosotros. Los criollos -reflexiona- somos un poco europeos y un mucho indígenas. Estas son nuestras raíces. También estoy pleiteando a favor de la causa palestina ante tribunales internacionales de derechos humanos. ∆

Una luz de esperanza

Esta entrevista fue realizada antes de que se produjese la muerte de Augusto Pinochet. Hemos querido completarla con el testimonio desde Chile, del propio Juan Guzmán unos días después del fallecimiento del ex dictador, curiosamente un 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos. Para muchos ha sido una fecha simbólica que representa, como dice el escritor Mario Benedetti, "cómo la muerte en este caso ganó a la justicia".

"El viernes 15 de diciembre abrí un diario de circulación nacional y me encontré con tres importantes noticias. La primera fue la renuncia solicitada por el Ejército al comandante en jefe de la Quinta División, general Ricardo Hargreaves, quien aseguró seguir compartiendo ideas golpistas. Con la baja de este general y con la que se ordenó en el caso del capitán Augusto Pinochet Molina, nieto del dictador, el Ejército hizo lo que corresponde en una nación democrática.
La segunda información que me agradó leer se refería a la decisión de la segunda Sala de la Corte Suprema de declarar imprescriptibles, de acuerdo a la normativa internacional sobre derecho humanitario, los asesinatos de dos miembros del MIR, ocurridos en 1993.
Y la tercera noticia que permite mirar hacia el futuro con espíritu renovador fue la aprobación de la Cámara Baja del Proyecto de Ley que busca terminar con la aplicación de la Ley de Amnistía. Aunque ésta es la primera fase, al menos por ahora, podemos imaginar que el camino se está abriendo y está entrando una luz de esperanza.
Realmente al leer estas informaciones me sentí en otro país. En una nación donde la justicia y el sentido común imperan. Y hay que dar las gracias, porque esté ocurriendo así, puesto que durante años no se dio espacio para ello como tampoco hubo margen de acción al sentido común, a la libertad y a la justicia. Sabemos que hubo denegación de justicia en todos los procesos por violaciones a los derechos humanos durante la dictadura y después de ésta la utilización de razones de Estado en materia jurisdiccional.
Luego de reflexionar sobre estas tres noticias y el avance que implican, comencé a pensar que quizás estemos entrando en un período abierto a una mayor evolución. Tal vez, estemos llegando en una etapa donde lo primordial es conseguir que se instale un escenario en que la justicia juegue el rol que siempre debió tener.
Es posible en consecuencia que estos acontecimientos constituyan tres verdaderos pasos hacia la reconciliación y la paz anhelada.
Han pasado sólo unos días de la muerte de Augusto Pinochet. Los ánimos están más calmados y se ha ido recuperando la serenidad. Respeto el duelo, sobre todo el de la familia del fallecido. Lo que indigna es la falta de respeto pues se produjeron muchas actuaciones contra las instituciones chilenas y medios de comunicación tanto nacionales como extranjeros. También indigna que se gritara como se hizo en el funeral. Como chileno, fue una vergüenza que el mundo entero viera que había tan poca civilización.
Pinochet siempre tuvo conciencia de lo que significó la dictadura y las violaciones a los derechos humanos. Las justificaba, aunque no abiertamente como lo hacen hasta la fecha sus partidarios. Él pensaba que la dictadura había sido útil y necesaria. Y jamás dejó de pensar así.
Por lo tanto, recordemos lo que le pasó a la mujer de Lot: que por mirar hacia atrás se convirtió en una estatua de sal. Que no nos ocurra eso. Debemos ver el futuro como una era de paz, justicia y entendimiento. Demos todos ese primer paso" ∆

Juan Guzmán Tapia. www.cronicadigital.cl

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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