Si existe un estereotipo del macho, éste es James
Bond. Y ahora van y lo cambian por un tipo no guapo pero sí atractivo,
que hace gala de grandes virtudes y grandes defectos, inteligente, con
sentido del humor. ¿Será que los tiempos están cambiando? |
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ENERO 2007
Vuelve el hombre
POR ELENA F. VISPO
P ues sí, me gusta
James Bond, qué le voy a hacer. Es una debilidad que tengo. La primera
peli que vi fue Octopussy, allá por el ochenta y pico, con ese Roger
Moore de rostro inexpresivo (luego descubrí que era mal actor, o a mí me
lo parece). La historia, claro, no había por dónde cogerla: a mí, que
soy gallega, que me vengan a contar que los pulpos son peligrosos. Y
tanto que lo son, sobre todo si los cenas por la noche. Esta película
supuso, también, la primera vez que vi un culo en todo su esplendor en
pantalla de cine, con toda la conmoción que me supuso. Pero bueno, yo
era muy pequeña, y además eso es otra historia que no me da la gana de
contar ahora.
Después ya descubrí a Connery y bueno, hombre, dónde va a parar. El
mejor con diferencia. Y luego ya vinieron todos los demás, al menos para
mí, porque yo no vi las pelis en orden cronológico: Timothy Dalton
(malo, malo), George Lazemby (raro, raro) y Pierce Brosnan (un
cachondo).
El caso es que he visto, creo yo, todas las de James Bond. Ya sé que es
el equivalente británico a un chulopiscinas, que es machista hasta la
náusea, que no hay quien se crea esas escenas de acción, que su sentido
del humor hace intelectual a Chiquito de la Calzada y que en general, es
lo más parecido que conozco a Ken (el ex de Barbie) hecho carne. Pero no
puedo evitarlo, soy como el perro de Paulov: es sentarme en el cine,
escuchar esa musiquilla de la banda sonora, y ponérseme sonrisa de niña
boba.
Por eso el otro día me fui al cine a ver Casino Royale, sin mayores
expectativas que pasar un buen rato con las fantasmadas clásicas de 007.
Con el añadido, claro, de que hay nuevo James Bond, el actor Daniel
Craig, que como a casi todo el mundo a mí no me parecía una buena
elección, básicamente, y digámoslo en bruto, por feo. Que no es que
todos anteriores fueran Mister Universo, pero una siempre se imagina que
este personaje tiene que estar de toma pan y moja.
Y resulta que me encuentro con un Bond, James Bond, que no me esperaba.
Porque el personaje que se nos presenta no tiene miedo a despeinarse,
recibe casi tantas hostias como las que da, se pasa media película con
cicatrices, e incluso tienen el valor de mostrarlo curándose las heridas
con cara de hecho polvo. Este nuevo 007 comete errores y luego se busca
la vida para arreglarlos, no siempre tiene claro que todo va a salir
bien, e incluso, con los tiempos que corren, se enamora y lo dice. Uf.
Todo esto viene a cuento de que si existe un estereotipo del macho, éste
es James Bond. Y ahora van y lo cambian por un tipo no guapo pero sí
atractivo, que hace gala de grandes virtudes y grandes defectos,
inteligente, con sentido del humor. ¿Será que los tiempos están
cambiando?
De momento, Daniel Craig ha embelesado al noventa por ciento de crítica
y público (ya se sabe que es imposible contentar a todo el mundo). Y yo
me alegro de que los roles estén cambiando. Del típico macho
impertérrito y desesperante habíamos pasado al metrosexual descafeinado,
que parece que vive para ir al gimnasio y darse cremas. Y no es bueno ni
el uno ni el otro. Por eso me ha caído en gracia este hombre que se mira
varias veces al espejo cuando se ve guapo, pero no duda en estropear su
esmoquin si la ocasión lo requiere. Y que le importa un pito cómo está
hecho el martini cuando está de mal humor.
Todo esto, claro, en un ambiente de lujo irreal, tremendas mujeres (pero
también humanas), coches de impresión, tramas cardíacas y malos malosos.
Que para eso es James Bond. La única pena que tenía yo al salir del cine
es no encontrarme con un tipo así para retarle a una buena partida de
póker. Me encantaría ganarle una mano. O las dos. ∆ |