o
suele salir en la foto. Es un hombre elegante, correcto y de amena
conversación. Es Asesor del Presidente del Gobierno para la Alianza de
Civilizaciones. No obstante, creo que nos encontramos ante un
diplomático bastante atípico. Y digo esto porque por encima de sus
exquisitos modales, si uno echa un ojo a sus artículos de opinión, sus
declaraciones o alguno de sus libros, verá que la polémica le acompaña.
¿Puede un diplomático decir lo que piensa? Él lo tiene claro: "Siempre
lo he hecho y le confieso que después de cuarenta años tengo el pellejo
muy curtido". Personaje interesante, ¿no creen?
-¿Qué
fue lo que le atrajo de la Alianza de Civilizaciones cuando se lo
propuso el presidente Zapatero?
-Pues, la idea en sí. Es un proyecto interesante en el mundo en el
que estamos viviendo. Soy bastante viejo, nací antes de la Segunda
Guerra Mundial y creo que todo lo vivido tiene su parte positiva y su
lado oscuro, y eso nos tiene que ayudar a valorar el momento que se
vive. Me atrajo aquella idea porque me pareció una utopía necesaria en
el momento en el que nos encontrábamos. Un proyecto coherente que
hablaba de alianza en un mundo multipolar, de unas Naciones Unidas con
un papel decisivo. Hablaba de justicia y de dignidad humana. De diálogo
y diversidad. Me gustan los retos.
-Comentó en
alguna ocasión que la Alianza de Civilizaciones no había sido fruto de
un estudio ni de una inspiración, sino que era una respuesta política
muy concreta. ¿A qué?
-En efecto, el detonante fueron los atentados del 11 de marzo en
Madrid. Lo que efectivamente despertó esta idea fue que ese terrorismo
radical islámico se hubiera producido en España. Existen varias
iniciativas que circulan por ahí cargadas de buena voluntad y útiles,
pero con un perfil distinto, más cultural o religioso. Pero ésta es
inédita porque su objetivo es eminentemente político: luchar contra el
terrorismo internacional con medios no militares o policiales. Y para
ello va al origen del problema: las mentes y corazones de los hombres.
-¿En qué
situación se encuentra ahora la Alianza?
-El objetivo de esta propuesta era evitar que se alzara en el mundo
un muro de odio y de incomprensión entre el mundo Occidental y el mundo
islámico. Para ello se proponía una Alianza frente al Choque de
Civilizaciones. Y eso fue lo que hizo el presidente Zapatero en
septiembre de 2004 ante la Asamblea General de la ONU. Allí, Kofi Annan
adoptó la iniciativa y la convirtió en propuesta oficial. Posteriormente
el Secretario General de NU nombró a un Grupo de Alto Nivel (GAN) para
que en el plazo de un año estudiaran y elaboraran las acciones que a su
juicio serían necesarias para llevar a la práctica esta Alianza de
Civilizaciones. En noviembre de 2006 el GAN presentó en Estambul
(Turquía) dichas recomendaciones, que fueron recogidas por Kofi Annan.
En diciembre el Secretario General antes de abandonar su cargo, entregó
el documento a su sucesor Ban Ki-Moon que será el encargado de
introducirlo en la Asamblea en los próximos meses. Ya se ha aprobado la
creación de un Foro Cívico para la Alianza y el nombramiento de un Alto
Representante. La Alianza de Civilizaciones ya está en marcha.
"El
objetivo de la Alianza era evitar que se alzara en el mundo
un muro de odio e incomprensión entre el mundo Occidental y
el mundo islámico" |
-¿Cree que
el mundo está ahora más sensibilizado para acoger esta iniciativa?
-Creo que sí. Sólo los que desprecien a las Naciones Unidas, o los
que sean partidarios del unilateralismo o la guerra preventiva, pensarán
otra cosa. Hay ya más de cincuenta países que la apoyan y cuando salga a
la luz supongo que serán más. Este proyecto tendrá validez si se cree en
él y se asumen responsabilidades, no sólo por parte del Gobierno y las
organizaciones internacionales, sino del conjunto de la sociedad civil.
A veces ONG y ciudadanía se quejan de que no se cuenta con ellos, pues
aquí hay una oportunidad de arrimar el hombro para que cada uno desde su
responsabilidad, ayude en el arranque y desarrollo de este ambicioso
proyecto. España es un laboratorio ideal para poner en práctica todo
esto porque aquí lo tenemos todo: inmigración, vecindad con el mundo
islámico, un estado de autonomías donde se aprecia la diversidad...
-La
presentación del proyecto suscitó muchas críticas, especialmente en
nuestro país. Se llegó a decir que esta iniciativa ponía en peligro la
política antiterrorista llevada a cabo anteriormente.
-Hay dos tipos de críticas. Una, la realizada por académicos que
ponen en tela de juicio el concepto "civilización". Expresión que se
utilizó simplemente como contraposición a ese "choque de
civilizaciones". Este debate sobre "sutilezas académicas" lo considero
estéril, ya que todo el mundo sabe de qué va la cosa. Luego están esas
otras críticas que han tenido como objetivo desautorizar la iniciativa.
La crítica que se ha hecho en España me ha parecido siempre bastante
ramplona porque estaba motivada por una visión muy ideologizada. La
Alianza de Civilizaciones y la lucha contra el terrorismo no son
incompatibles. Lo que pasa es que esta idea va mucho más allá que acabar
con Al Qaeda. Es una forma de luchar contra todo extremismo, venga de
donde venga.
-El
Parlamento de EE.UU. aprobó una ley que otorga un poder omnímodo al
presidente Bush y al Pentágono, viola la Constitución de aquel país y
deroga convenciones y tratados internacionales. ¿Es que todo vale en
esta lucha contra el terrorismo?
-Lo que está ocurriendo en EE.UU. es algo inadmisible. El pueblo
americano tiene ahora menos libertad que hace dos años. El que se haya
puesto en entredicho el propio habeas corpus, es algo que me parece mal
para el pueblo americano pero lo que más me preocupa es que este
fenómeno se exporte. Y contra ello sí hay que reaccionar, empezando por
la Unión Europea porque todo eso se está traduciendo en cosas que ya
estamos viendo y claman al cielo: vuelos secretos de la CIA, Guantánamo,
detenciones sin cargos a personas en cualquier lugar del mundo,
confesiones extraídas por procedimientos inconfesables. Si el pueblo
americano decide libremente mediante voto que quiere vivir así, allá
ellos. Lo que me preocupa es la extraterritorialidad de estas medidas al
amparo de la superpotencia de la que hacen gala.
-Con las
viñetas de Mahoma y la retirada de la ópera de Mozart en Alemania surgió
un debate sobre la libertad de expresión. ¿Es desde esa perspectiva
desde la que debemos abordar el tema?
-La libertad de expresión en Occidente es un tema muy complicado.
Escribí un artículo en El País titulado "Blasfemia" que revela mi
opinión al respecto. No creo que la libertad de expresión tenga límites,
pero sí que ante determinadas circunstancias es aconsejable cierta
contención para no derivar en cosas desagradables que no queremos. Debe
de existir prudencia por parte de los medios de comunicación porque esas
mismas voces contra el mundo islámico por su reacción, son las mismas
que se alzaron en nuestro país contra una obra que se iba a representar
en un teatro de Madrid y que -según ese sector- ponía en solfa nuestros
supuestos valores cristianos. La libertad de expresión se reclama de una
forma sesgada y selectiva. Precisamente el GAN hace algunas reflexiones
sobre los medios de comunicación y su responsabilidad en la actual
coyuntura.
"La
Alianza de Civilizaciones y la lucha contra el terrorismo no
son incompatibles. Lo que pasa es que la idea va mucho más
allá que acabar con Al Qaeda" |
-Su labor
al frente de la Alianza de Civilizaciones terminó a final de año y con
ello también su carrera como diplomático. ¿Echará esto de menos?
-No, en absoluto. Yo no suelo mirar hacia esas cosas. Creo que esta
labor tiene sus cosas positivas y negativas. En todos estos años como
diplomático no me ha ido nada mal, pero tampoco ha sido para tirar
cohetes. A partir de ahora me dedicaré a escribir, más bien a terminar
un libro de memorias que empecé hace tiempo.
-He leído
declaraciones suyas y artículos muy valientes donde refleja opiniones e
ideas bastante arriesgadas para lo que se supone tiene que ser un
diplomático.
-Yo siempre digo lo que pienso y mucho más desde que dejé de ser un
funcionario público, cuando me jubilé en diciembre de 2002. En cuarenta
años como diplomático siempre he pensado de la misma forma. Por mi
trabajo a veces me callaba más públicamente, pero nunca internamente.
Llegué a escribir un libro ("Ceuta, Melilla, Olivenza, Gibraltar ¿Dónde
acaba España?") que no gustó en algunos sectores, pero era lo que
pensaba sobre el tema. Mi intención fue generar un debate a partir de un
planteamiento coherente. Ahora ya no es responsabilidad mía.
-Una
curiosidad. Como diplomático, ¿ha tenido usted que callarse muchas veces
para poder llegar a un determinado acuerdo?
-Creo que en general, en la vida hay que callarse, unas veces por
educación, otras por convivencia, por coyuntura o por respeto. Somos
animales sociales por naturaleza. El callarse no es patrimonio exclusivo
de un diplomático. En la vida política, sí hay que callarse muchas
veces. Personalmente siempre he sido partidario de decir lo que pienso y
me ha ido bastante bien. La gente muchas veces agradece que les hables
con franqueza. Es un error esa visión del diplomático lleno de segundas
intenciones. Eso ocurría hace cien o doscientos años. En algunas
circunstancias, si me he callado, ha sido por razones de tipo táctico
para no descubrir las cartas desde el principio. ∆