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ENERO 2007
Utopia
S i pedimos a
alguien que nos explique qué entiende por utopía, posiblemente nos dirá
que se trata de algo irrealizable. Una especie de sueño que sería
maravilloso que pudiera existir, pero que está tan alejado de la
realidad que se convierte en algo prácticamente imposible. Es más, aquel
que en nuestra sociedad se confiesa defensor de utopías sabe que pronto
tendrá colgado el cartel de idealista ingenuo que no vive con los pies
en la tierra.
Pero si echamos la vista atrás y nos fijamos en la historia de nuestro
planeta podemos comprobar que la humanidad está donde está gracias a
ciertas intuiciones utópicas que alguien tuvo en algún momento y que
luego, sin saber muy bien cómo, se convirtieron en realidad. La historia
está llena de hombres y mujeres que consiguieron hacer realidad cosas
hasta aquel momento impensables. Todos ellos tenían algo en común: la
necesidad de cambio, de romper rutinas y descubrir algo que intuían les
estaba esperando en otro lugar. Para ello estuvieron dispuestos a
emprender cualquier aventura, a enfrentarse al riesgo, a experimentar, a
equivocarse. Así que con este motor vital en marcha, cerraron los ojos y
se dejaron llevar por esas utopías que habían soñado alguna vez. Y no
tuvieron que ir muy lejos. Descubrieron un espacio ilimitado dentro de
su mente donde pudieron dar rienda suelta a su imaginación. Allí vieron
otras realidades diferentes a la que estaban viviendo. Y sintieron que
aquello que en teoría era sueño, era precisamente lo que buscaban y
resultaba ser más auténtico que la ilusoria sensación de la realidad de
la que procedían. Como no sabían que era imposible, lo convirtieron en
objetivo y lo hicieron.
Aquello exigía romper la rutina del día a día, la placidez de la vida
cómoda, las aparentes limitaciones, los esquemas mentales. Obligaba a
sacar lo mejor de cada uno y sobre todo, abría un abanico de
posibilidades reales. En aquel espacio existía un sinfín de opciones que
sólo esperaban ser rescatadas por alguien que creyera en ellas. Alguien
que estuviera dispuesto a hacer realidad cualquiera de estos posibles
futuros.
Convertir esa utopía, ese posible futuro en realidad dependía única y
exclusivamente de cada uno, de la capacidad de su mente. No sólo de la
suya sino de todas las mentes que fueran capaces de apoyar y alimentar
esa idea. Mentes que creyeran que eso puede ser posible. Y no estamos
hablando de ciencia ficción. La estela dejada por estos hombres y
mujeres ha dejado marcado un camino que la ciencia de hoy, a través de
la física cuántica, empieza a confirmar tímidamente: el hombre es el
artífice último de lo real. Cuando descubre la estrecha relación entre
su mundo interno y lo que acontece en su entorno, ve la capacidad que
tiene de alterar la realidad, de elegir el futuro que quiere vivir.
Dicho de otra forma, allí donde va nuestro pensamiento va la energía. Si
una mente genera una determinada fuerza, muchas mentes unidas
multiplican esa fuerza, la necesaria para el nacimiento de algo que
antes no tenía vida, no existía.
Si podemos soñar y hacer realidad los sueños es porque alguien que tiene
esa capacidad nos ha contagiado de ella. Como decían los indios, todos
somos Hijos del Soñador.
Hay por tanto dos niveles de existencia. Uno, el cotidiano: consumista,
atrapante, rutinario, ficticio, "ya creado". Y otro que no está sometido
a tiempo ni forma. Donde la utopía es una garantía para caminar, donde
surgen y han surgido siempre las grandes ideas que conducen los pasos
que han hecho avanzar a nuestra humanidad. Un mundo que no está fuera,
sino dentro. Un mundo lleno de sorpresas. Un mundo por descubrir.
Aprovechando el año que empieza, desde estas páginas te invitamos a que
recuperes tus sueños. Te invitamos a que seas "realista" pidiendo lo
"imposible" para descubrir que no dependes para nada de tu entorno, tan
sólo es una posibilidad de las muchas que puedes vivir. Hay muchas
esperándote.
Sueña y comparte tus sueños. Ahí nos encontraremos. ∆ |
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