DICIEMBRE 2007
REFLEXIONES EN
VOZ ALTA
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Una estupidez dicha en
un momento distendido, puede resultar creíble, hasta graciosa. Pero
cuando el estúpido es reiterativo y machacón, entonces sus
estupideces producen ruido y hasta mal olor
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Según
el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, se denomina
estúpido al "necio o falto de inteligencia", y estupidez al "dicho o
hecho propio de un estúpido", o también a la "torpeza notable en
comprender las cosas".
Hasta aquí todo en orden. Pero la cosa se complica si nos metemos en
cuestiones filosóficas y nos preguntamos, copiando aquello del huevo y
la gallina, qué fue primero, el estúpido o la estupidez.
Es indudable que para que exista una estupidez hace falta que alguien,
en este caso un estúpido, le dé vida, existencia.
Para los creyentes, Dios, como Creador, no pudo dar vida a ninguna
estupidez, pero tampoco pudo crear a un estúpido, lo cual nos deja ante
la única solución posible, y es que el estúpido se hace a sí mismo y a
partir de ahí se dedica a parir estupideces en serie.
Pero... ¿qué proceso degenerativo hace que una criatura a imagen y
semejanza de Dios, sigo pensando en los creyentes, se convierta en un
estúpido que siembra la creación de estupideces?
Bueno, pues creo que pueden ser múltiples las causas, aunque todas ellas
tendrían un denominador común, la envidia.
Sí, como suena, la envidia ha sido el detonante de grandes
acontecimientos en la historia de la humanidad, y también de múltiples
incidentes más domésticos.
En la Biblia, por ejemplo, está detrás de grandes e importantes pasajes.
Dicen que por envidia Caín mató a Abel. Y también, cómo no, que el
mismísimo Angel Caído tenía envidia de Dios y por eso patinó.
Bueno, sea o no cierto, la verdad es que la envidia corroe la mente
hasta transformarla en un engendro de sí misma, y a su dueño en un
perfecto estúpido dispuesto a todo con tal de lanzar a los cuatro
vientos cuantas más estupideces mejor.
Es más, da la impresión de que el estúpido es incapaz de retener sus
estupideces, como quien tiene gases, flatulencias, y va impregnando el
ambiente con sus ruidos y malos olores.
Pues algo parecido ocurre con las estupideces. Una, dicha en un momento
distendido, puede resultar creíble, hasta graciosa. Pero cuando el
estúpido es reiterativo y machacón, entonces sus estupideces producen
ruido y hasta mal olor, incluso pueden apestar.
La segunda cuestión filosófica es si el estúpido tiene suficiente quórum
como para animarse y continuar. Y parece ser que sí.
Ello nos sitúa ante el dilema de si eso ocurre porque la especie
"estúpido" es más abundante de lo que se supone o de si las estupideces
tienen la capacidad de fabricar, crear o generar nuevos estúpidos.
Desde luego, si ante el sonido desacompasado de una estupidez, un
individuo cualquiera vibra, es que tiene madera de estúpido, o sea, que
en su interior dormía, en estado de hibernación, un estúpido potencial
que sólo necesitaba un leve toque para despertar y ponerse en marcha.
Y lo malo, y a la vez preocupante, es que de eso abunda.
Es más, hay estúpidos profesionales que se dedican a reactivar estúpidos
aletargados para ampliar su audiencia y, de paso, sus fieles seguidores.
Ahora mismo los podemos fácilmente reconocer en todos los medios de
comunicación por su facilidad para soltar estupideces, y sobre todo
porque se nota que ellos mismos se las creen , lo cual les convierte en
estúpidos difícilmente recuperables.
Lo que resulta más difícil de comprender es el hecho de que un estúpido
contumaz llega a ser insensible, incluso inconsciente, del tamaño y
alcance de sus estupideces. Es más, cuanto más grandes más se crece,
como si él mismo se alimentara de sus propios excrementos.
Pienso que alguien debería analizar tal fenómeno.
Y si empezábamos estas reflexiones diciendo que el estúpido es un
"necio, falto de inteligencia", recogido textualmente del diccionario,
sus creaciones, o flatulencias, sólo son alimento para los que se
encuadran en la misma definición, porque cualquier persona medianamente
inteligente distingue enseguida el olor de la mierda y se aleja de su
círculo de acción y del propietario de la cagada.
En cualquier caso es bueno que todo ello exista, porque aunque Dios, el
Creador, no fabricó estúpidos, sí dejó que se engendraran a sí mismos
para que otros pudieran tener contraste y optar por caminos, métodos,
maneras, que activan más y más la inteligencia y enriquecen el alma y el
espíritu.
En el fondo, si no existieran estúpidos... ¿Cómo podríamos conocer lo
que es una estupidez?
Al final, aunque los no creyentes, se resistan, Dios sabe lo que hace. /MAC |