DICIEMBRE 2007

NAVIDAD-NATIVIDAD
Se acerca
la Navidad, fechas en las que los cristianos celebran el nacimiento de
Jesús, de ahí el nombre de las fiestas, aunque éstas no coincidan en
tiempo real con el momento verdadero en el que nació el Hijo de Dios.
Pero, más allá de ése y otros detalles que degradaron bastante el
verdadero sentido espiritual de estas fechas, lo que interesa es
profundizar en el significado real del nacimiento y su dimensión para
toda la humanidad, porque se ha puesto el énfasis y la celebración en el
nacimiento del niño Jesús y se ha dejado aparcado lo más importante, el
renacimiento, el resurgir a la verdadera vida pasando por el "túnel
oscuro" de la muerte, acontecimiento culminante en la historia de
Jesús-Cristo, sin el cual todo lo demás tendría muy poco o ningún
sentido.
Además, como todo lo que marca la vida, muerte y resurrección de Jesús,
lo que queda es un camino abierto para todos, un camino que conduce
desde la vida puramente material hasta el Reino del Padre, que es otro
estado de conciencia, otra dimensión, real, existente más allá de
nuestros sentidos físicos, alcanzable para todo aquel que comprenda lo
que Jesús dejó abierto y que tenga el valor de seguir sus pasos.
Tal vez lo más "difícil" de asimilar de ese camino que conduce a otra
dimensión de la existencia, es el hecho de que hay que morir para
renacer en ella. Jesús así lo mostró y lo demostró, con lo cual dejó
como evidente que es posible y real, aunque, eso sí, requiere valor,
confianza y desapego.
El, además, lo hizo bajo el máximo sacrificio posible, representado por
su tortura, física y mental, y por su crucifixión y muerte.
Y a ello hay que añadirle que era consciente de su poder y que podía
haberse enfrentado a ello y vencerlo, pero acató la voluntad y cumplió
su misión sabiendo lo que eso significaba para la liberación de los
hombres.
A estos, a los hombres, no se les pide tanto. Pueden seguir el camino
abierto por Jesús sin llegar a tales extremos, pero sí hay algo de lo
que nadie puede escaparse, y es del Renacer.
Se puede morir en vida a lo que uno es aquí y renacer a lo que uno es en
otra dimensión.
En realidad, ése es el verdadero renacimiento, la negación consciente y
voluntaria de todo aquello que limita la naturaleza divina del hombre.
Al fin y al cabo es el mensaje implícito en todas las religiones, pero
éstas lo han cargado de tantas formas y adornos que han desviado, e
incluso prostituido, la sencillez y la pureza del verdadero Renacer,
convirtiéndolo en instrumento para su propio beneficio y poder.
El auténtico Renacer es un acto personal, única y exclusivamente
personal, donde cada uno tiene que enfrentarse y vencer todo aquello que
le ata, que le encadena a este plano dimensional, siendo por ello el
desapego la mejor terapia, o la mejor arma para dar el paso definitivo.
Pero también hace falta inteligencia, sentido común, aplicación de la
lógica, desapasionamiento, autocrítica, confianza y muchas dosis de
fuerza de voluntad.
Es como escalar una montaña, hay que situar la cumbre en la mente y
enfrentarse a todos los obstáculos, internos y externos, que te invitan
casi permanentemente a dar media vuelta y volver a la comodidad de tu
casa.
Pero el aliciente básico para tal aventura, es que merece la pena todo
lo vivido una vez que estás en la cumbre.
Algo parecido, pero mucho más brutal, es lo que debió experimentar Jesús
cuando renació con su nuevo cuerpo de Luz y se mostró a sus asombrados
discípulos.
A partir de ese momento, la temible muerte dejó de ser tan temible, y la
posibilidad de otro estado de existencia se convirtió en el objetivo
real, único e incomparable para todo aquel que haya comprendido que
somos algo más que sustancia física, que carne y huesos.
Y éste es el auténtico sentido de la Natividad, el nacimiento en la
materia para emprender el camino que nos conduzca al reconocimiento en
otra dimensión.
Es más, es el único sentido que tiene nacer, el vivir una vida en
movimiento, en transformación, en camino hacia el Reino del Padre.
El resto son circunstancias creadas, inventadas, por nosotros, pero nada
tienen que ver con el camino directo trazado por Jesús.
Cada año, por estas fechas, podemos recordarnos el por qué y el para qué
estamos aquí.
Es más, si lo recordamos con turrón y alegría, debería significar que
estamos convencidos de poder alcanzar la cumbre, el objetivo, "una vida
más abundante", que dijo Jesús.
Para los iniciados eso es el Reino del Padre, y la Natividad, el
Renacimiento, es el camino obligado. § |