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CONTRAPUNTO

No puedo decir que estuviese descontento con mi vida -llamémosla A para entendernos- pero un día me ofrecieron la posibilidad de elegir otra y decidí probar. Entré en uno de esos universos virtuales, a ver qué me podía ofrecer.

ABRIL 2007

CONTRAPUNTO
VIDA VIRTUAL
POR CAROLINA FERNANDEZ

Verán, les voy a contar algo. Yo era notario. Soy notario. Era. Soy. No sé, déjenme continuar a ver si me ayudan a desvelar el misterio. Tenía mi trabajo, una vida más o menos organizada, discretamente feliz. Normal, dentro de la variedad de baremos que entran en lo que cada uno entiende por normal. Mi esposa era, es, era, no sé, funcionaria de un ministerio. No puedo decir que estuviese descontento con mi vida -llamémosla A para entendernos- pero un día me ofrecieron la posibilidad de elegir otra y decidí probar. Entré en uno de esos universos virtuales, a ver qué me podía ofrecer. Rápidamente pude construirme una nueva apariencia física para comenzar mi vida B. No me entiendan mal, no es que no estuviera a gusto con mi aspecto actual. Quizá me moleste un poco esta pancita incipiente y los síntomas inequívocos de la alopecia, pero nunca me quitó el sueño. Sin embargo, pudiendo elegir, me transformé en un elegante caballero de treinta años de abundante pelo oscuro y abdominales de quitar el hipo. Cómo me quedaba el traje de Armani. Porque, ya lo digo, lo segundo que hice fue comprarme un traje de Armani. Resulta curioso que tuviese que pagar mi traje digital con dinero analógico, al fin y al cabo, pero así es este mundo.
Con mi nueva apariencia empecé a frecuentar los locales de moda, a tomar unas copas y conocer gente. Allí pude ver conciertos virtuales de grupos reales a los que jamás había prestado atención en carne y hueso, pero que en su versión digital y en pantalla plana no estaban mal. Era curioso pasear por las calles de mi vida B y ver las mismas tiendas, las mismas vallas publicitarias, los mismos candidatos a alcalde que veía todos los días en las calles de mi vida A. Pero claro, yo no era el mismo. Con mi aspecto de ejecutivo enseguida atraje la atención de algunos hombres de negocios importantes de la ciudad virtual. Me propusieron invertir. Acepté. Compré en B algunas propiedades utilizando dinero de A. Empecé a ganar prestigio, y como consecuencia a atraer al dinero y a las mujeres. En concreto se me arrimó una pelirroja espléndida de pechos enormes llamada Molly que me paseó por los casinos, se gastó mi dinero y en poco tiempo me dio más dolores de cabeza virtuales que los que jamás había tenido en mi otra vida. Me arruiné. Me enfadé. Me deprimí. Visité a un psiquiatra virtual que me recomendó cambiar urgentemente de vida. Me anotó el nombre de un lugar donde por poco dinero me podrían conseguir la entrada a otro mundo paralelo donde los desesperados en sus vidas B podían comenzar otra vez. Una nueva vida era lo que necesitaba. Llamémosla C.
En C preferí ser mujer, por si me iba mejor. Inteligente. Profesora en la Universidad. Acudía a mis clases todas las mañanas. Preparaba exámenes. Participaba en seminarios. Valoraban mi trabajo. Un poco de orden me sentó bien. Lo disfruté un tiempo. Me aburrí en dos días. Conocí a Jack, y me subí a su flamante Harley para recorrer con él miles de kilómetros virtuales y despeinarme un poco de motel en motel. Qué mala vida llevé en ese tiempo. El alcohol virtual me pasó factura rápidamente, y acabé con mis huesos en una clínica de rehabilitación, donde me recomendaron hacer borrón y cuenta nueva. Así que mientras la ex profesora de universidad acudía a sus terapias, yo me entretenía creándome de nuevo en otro mundo paralelo. Un nuevo principio, una nueva vida, tres veces virtual si llevo bien la cuenta.
De modo que harto ya de experiencias fuertes, decidí convertirme en algo que me resultase más familiar, más sencillo, más de andar por casa. Comencé mi vida D como notario, algo barrigón y medio calvo. Enseguida conocí a una mujer encantadora, funcionaria de ministerio, que se abrazó a mí, me besó la calva y dijo que jamás me dejaría solo. Una noche me confesó que se encontraba a gusto con su vida actual, y que antes de llamarse Maribel, ser funcionaria y encontrarse conmigo, se había llamado Molly y había sido putón de casinos especializada en desplumar incautos. Siguió contando y añadió que harta de vivir entre joyas y mesas de póker, se había convertido en Jack, un motero solitario a quien una mujer demasiado culta y demasiado frustrada le había arruinado la vida. Volvió a besarme la calva y me dijo que ahora sí, ahora podía decir que estaba realmente a gusto.
Yo no dije nada, pero la abracé y pensé que la vida es muy rara. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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