En 2003, el
Secretario de Estado de Japón aseguraba que muchas mujeres japonesas
deseaban ser violadas, ya que iban vestidas de forma provocativa. Para él,
los hombres únicamente respondían a sus instintos. |
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SEPTIEMBRE 2006
EL MUNDO Y LAS MUJERES
POR ISABEL MENENDEZ
H ay un bebé en mi
panza" es el eslogan de una curiosa campaña institucional que el
gobierno de Japón ha puesto en marcha este verano. La iniciativa
consiste en repartir unos círculos de metal con dicha frase y un dibujo
alusivo que las mujeres pueden prender en su ropa cuando usan el
transporte público. De esta forma, las futuras madres pueden ser
identificadas incluso cuando el embarazo todavía no es evidente, lo que
permite que otras personas les cedan sus asientos. El objetivo de esta
campaña, sin embargo, no es el aumento de la conciencia cívica sino de
la natalidad.
Japón es un país que, como la mayoría de los industrializados, está
asistiendo a un descenso de la natalidad que va de la mano con la
incorporación masiva de las mujeres al empleo. Por ello, además de la
acción descrita, las autoridades niponas aseguran que están
incrementando el número de guarderías disponibles y, lo que es del todo
sorprendente, apoyan el uso del denominado "speed dating" o servicio de
citas rápidas. Estos servicios consisten en promover citas de varones
para que puedan conocer mujeres con las que casarse y formar familias.
Todo ello se produce en una sociedad, la japonesa, víctima de un
importante proceso de individualización, lo que se verifica en el hecho
de que los gobiernos locales estén dispuestos a financiar la
organización de citas para que hombres y mujeres puedan conocerse.
El gran problema de la sociedad japonesa (como ocurre en otros países)
es su gran sexismo, aspecto que las medidas descritas no contribuyen a
eliminar. Como muestra de ello, pensemos en los problemas dinásticos que
están afrontando, al no considerar herederas a las mujeres dentro de su
sistema monárquico. Ello ha provocado numerosas y furibundas
manifestaciones de sus súbditos/as ya que, al parecer, la ciudadanía no
desea que se modifique el régimen sucesorio para que la hija de los
príncipes pueda llegar un día al trono.
Hace poco más de dos años que Mariko Mitsui, directora de un Centro de
Información para Mujeres en Osaka, aseguraba en Europa que, a pesar de
la afirmación de que la igualdad es un hecho, las mujeres japonesas
viven en un contexto dominado por varones y en una política que, desde
la Segunda Guerra Mundial, está en manos de un partido excesivamente
conservador. Así, las mujeres jóvenes en Japón cobran salarios un 56%
inferiores a los de sus compañeros y la violencia es un hecho cotidiano
para ellas, que no reciben mucha solidaridad desde la clase política. En
2003, el Secretario de Estado del país aseguraba que muchas mujeres
japonesas deseaban ser violadas, ya que iban vestidas de forma
provocativa. Para él, los hombres únicamente respondían a sus instintos.
De la misma forma se expresaba un diputado que, preguntado por una
violación de una estudiante, aseguraba que era un suceso positivo, un
acto de gran energía.
Estas declaraciones de Mitsui, recogidas en la web de "Les Pénélopes"
(Francia), ponen ante nuestros ojos los verdaderos problemas de una
sociedad, la japonesa, que se ha visto obligada a segregar algunos
vagones de los trenes para el uso exclusivo de mujeres, con el objetivo
de evitar los acosos a los que las viajeras eran sometidas
constantemente (decisión que, por cierto, también se ha tomado en otras
ciudades del planeta). No sabemos si las autoridades niponas han
elaborado algún programa de sensibilización contra el sexismo y la
violencia de género, pero desde luego debería formar parte de ese
programa para incrementar la natalidad pues, a mi juicio, únicamente si
las mujeres se sienten seguras querrán aumentar la población de su país.
Parece poco probable que mujeres inteligentes y formadas quieran
constituir familias con varones que no las respetan ni en un vagón de
tren, que las desprecian en los puestos de trabajo y que, en definitiva,
no las consideran sus iguales. De poco servirán las bonitas chapas si no
se modifica la cuestión de fondo. ∆ |