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SEPTIEMBRE 2006
EL HOMBRE Y EL FUEGO
C uando el hombre
descubrió el fuego, aunque se debería decir que fue el fuego el que se
mostró al hombre, empezó el verdadero camino de la evolución de la
especie humana.
A partir de ese momento la mente se despertó y el hombre empezó a
descubrir, a imaginar, a idear, formas de aplicar su "descubrimiento"
para mejorar su calidad de vida.
En realidad, la consecuencia más valiosa de la aparición del fuego en la
vida del hombre, fue el desarrollo de la mente.
En una etapa posterior, muy posterior, el hombre "descubrió" un aspecto
superior del fuego, algo que volvería a transformar la vida de la
humanidad, la electricidad.
La electricidad es como el Yo superior del fuego físico, su origen, su
esencia.
Pero aún queda por descubrir algo más, algo que podríamos llamar "lo que
origina la electricidad", el Fuego Interno, la llama que arde
permanentemente dentro de todo ser vivo, dentro de toda la creación.
Esta llama, a diferencia del fuego manifestado, no es luminosa, no
produce luz ni calor, sino que es oscura y fría, pero en ella reside el
poder que alimenta la vida, que hace posible la vida, que mantiene toda
la creación en permanente movimiento evolutivo.
A través de los tiempos el hombre se sintió siempre fascinado por el
fuego. La atracción que experimenta hacia él es superior a su propia
voluntad, y eso es así porque en realidad el hombre, como criatura viva
que es, como producto de la evolución, es una creación del Fuego, un
Hijo del Fuego.
En todas las culturas, en todos los tiempos, nos encontramos con la
adoración que el hombre experimenta hacia el Fuego. A pesar de su
ignorancia, presiente, intuye, que tras esas fascinantes llamas se
esconde algo vivo, algo muy poderoso que puede impulsar o destruir.
Porque el Fuego, al igual que aporta el calor que hace posible la
existencia de la vida, también es el agente que libera a la vida cuando
ésta queda retenida, prisionera, de los esquemas mentales de los
hombres.
El camino evolutivo del hombre, conocido por todos los iniciados y todos
los discípulos que buscan la iniciación, pasa por la purificación y
destrucción con el Fuego Interno de cada uno de todo aquello que no es
útil, de todo aquello que obstaculiza el camino hacia la libertad, hacia
la realización de uno mismo.
Periódicamente, el Fuego actúa sobre la humanidad, destruyendo sus
cadenas, sus creaciones inútiles, formas materiales y mentales que
generan apego y esclavitud impidiendo la evolución de la especie.
Sabemos que las civilizaciones que existieron antes que ésta fueron
destruidas por el Fuego, bien por el natural, propio de la misma Tierra,
bien por el provocado por el hombre contra el hombre.
Deberíamos saber, por tanto, que la presencia del Fuego es sinónimo de
cambio, de transformación, de renovación, y que no es posible librarse
de él porque El y nosotros somos uno, somos lo mismo.
Lo que el hombre debería haber comprendido ya es que el Fuego marca un
camino a recorrer, nos señala, a lo largo de la historia de la
humanidad, cuál es nuestro origen y hacia dónde caminamos.
Estamos ahora ante la etapa o ciclo de conectar, comprender y asimilar
la naturaleza del Fuego Interno. Este hecho marcará un cambio definitivo
en la especie humana, porque saberse y sentirse Hijo del Fuego implica
conocer la naturaleza del Creador, del Uno, y reconstruir, por tanto,
todas las bases sobre las que se levanta esta humanidad.
Pero antes, el Fuego aún tiene que purificar todo lo que no vale, lo que
no es útil, lo que separa y enfrenta al hombre contra el hombre.
Está escrito que "lloverá Fuego del cielo y que los hombres tirarán sus
armas y caerán de rodillas."
El tiempo es cercano. ∆ |
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