Miras a los que te rodean, a las personas que te
quieren y que tú también quieres, y sabes que por ellas tienes que salir
adelante, sabes que el amor, sólo el amor te dará la fuerza que necesitas
para superar el vacío que la muerte te ha dejado. |
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SEPTIEMBRE 2006
APRENDER A VIVIR
POR ELENA G. GOMEZ
S ólo sientes
vacío, un inmenso vacío que te traga, que te succiona, que no te deja
respirar.
El mundo se ha parado, el tiempo se ha detenido, tus sentidos están
adormecidos por el dolor, un inmenso dolor que hace que todo parezca un
sueño, una pesadilla de la que sólo quieres despertar.
Escuchas las palabras de consuelo que te dicen pero las sientes lejanas,
muy lejanas. Y te preguntas cómo vas a continuar, cómo puedes superar
este momento o peor aún, sí realmente lo quieres superar.
Tienes la mirada perdida, te alejas de este mundo y piensas, piensas que
en este momento, en este instante, muchas personas, al igual que tú,
están sufriendo el dolor de haber perdido una persona querida, una
madre, un hijo, un amigo, un marido, una mujer. Y te sientes unida a
ellos por ese lazo invisible del dolor, y piensas en lo frágil que es la
vida, en la fina frontera entre la vida y la muerte, y sobre todo en lo
poco que valoramos cada segundo de la vida.
Sí, te dices a ti misma, ésa es la cuestión, pensamos que tenemos un
tiempo ilimitado, que somos eternos, que vamos a vivir siempre, y al
pensar así lo que hacemos es vivir ignorando la muerte y por tanto, no
valoramos la vida, cada minuto de nuestra vida, cada oportunidad que
tenemos para aprender, para compartir, para amar.
Vivimos por detrás, siempre por detrás, pensando en lo que pudimos hacer
y no hicimos, en lo que pudimos decir y no dijimos, en lo que pudimos
dar y no dimos. Y no quieres que eso te vuelva a suceder.
Miras a los que te rodean, a las personas que te quieren y que tú
también quieres, y sabes que por ellas tienes que salir adelante, sabes
que el amor, sólo el amor te dará la fuerza que necesitas para superar
el vacío que la muerte te ha dejado.
De repente algo te saca de tus pensamientos, miras a tu alrededor
buscando qué es lo que te ha producido una sensación extraña y no ves
nada anormal, pero en el fondo de la habitación, entremezclado con las
personas, hay un anciano, un hombre que se va acercando lentamente a ti.
No sabes quién es, pero no te importa, te levantas y caminas hacia él.
Cuando llegas a su lado él te da la mano y te conduce suavemente hacia
un rincón de la habitación y empieza a hablarte despacio, su voz es
suave y va entrando en tu mente, sus ojos azules como el mar te
envuelven, te relajan, te calman el dolor. Después de unos minutos, de
un tiempo sin tiempo, te coge la mano y sientes que su fragilidad es
sólo aparente, sientes que es fuerte, muy fuerte y que su fuerza
proviene de superar el dolor.
Se va pero te deja un papel escrito en la mano. Lo abres y lees…
"Nunca nadie vivo o muerto está sólo. Cuando nacemos hay seres que nos
acompañan y nos ayudan a movernos por esta forma de vida hasta que somos
capaces de hacerlo por nosotros mismos. Cuando morimos también hay seres
queridos que nos esperan, que nos ayudan a superar la confusión inicial
y a emprender el camino por esa nueva forma de vida. Nunca hay que mirar
hacia atrás, siempre hay que caminar hacia delante porque ésa es la
única forma de vivir.
Tú tampoco estás sola, hay muchas personas que dependen de ti, de tu
fuerza, de tu entereza, de tu alegría.
Piensa que no sólo hay que vivir, sino que también hay que aprender a
vivir, aprender a dar a los demás el amor que se merecen y que
necesitan, aprender a escuchar, aprender a respetar, aprender a pensar
en positivo, aprender a ocuparse de aquello que nos concierne y dejar
que cada uno viva y aprenda a vivir.
No pienses que estás sola, porque ese pensamiento es egoísta, ese
pensamiento desprecia a todos los que te rodean que te quieren y ellos
no se lo merecen.
Vive el dolor con dignidad, vívelo dentro, vívelo en la intimidad"
Sientes algo nuevo dentro, sientes dolor pero también sientes serenidad,
la serenidad de haber comprendido que hay que vivir cada día como si
fuera el último de tu vida, y que hay que enfrentar la muerte, como si
fuera el principio de una nueva vida.
Esa es la única forma para que tus seres queridos, los vivos y los
muertos se puedan sentir orgullosos de ti y tú puedas ser cada día más
fuerte. ∆ |