Cada tribu recordaba los errores del pasado, un pasado
lleno de guerras, de egoísmo, de ignorancia, un pasado que casi les lleva a
la destrucción total, y que no querían olvidar porque todos sabían que el
tiempo es un todo, que el pasado condiciona el presente y el presente
construye el futuro.
|
|
OCTUBRE 2006
La
leyenda de Sol y Luna
POR ELENA G. GOMEZ
S egún cuenta la
leyenda, Sol y Luna eran las personas más opuestas que había sobre la
tierra, pero tenían algo en común, haber nacido el mismo día y a la
misma hora, y esto, aunque parezca que no tiene importancia, fue lo que
marcó sus vidas, porque fueron las estrellas las que escribieron sus
destinos.
Sol era el hijo esperado y deseado del jefe de la tribu Nan-ka y por
tanto tuvo una infancia muy cuidada. Siempre estuvo rodeado de los
ancianos de la tribu, los cuales le fueron educando para ser el sucesor.
Sol era disciplinado, obediente, dócil, sabía cuál era su destino y lo
aceptaba, había desarrollado grandes cualidades y desde pequeño su
pueblo lo quería y mimaba.
Luna era la hija pequeña de una gran familia de la tribu Tan-ka, creció
rodeada de sus hermanos y la única disciplina que conoció fue la que
ella misma se impuso, es decir, ninguna. Luna pasó su infancia jugando
en el bosque, aprendiendo sus secretos, conociendo los animales y las
plantas, sabía imitar el canto de los lobos, sus amigos preferidos, con
los que había llegado a tener una estrecha relación puesto que pasaba
largas horas en el bosque con ellos, observándolos, aprendiendo sus
costumbres, jugando con los más pequeños.
La Tribu Nan-ka era la más poderosa de todo el territorio. Eran
guerreros y cazadores por excelencia, eran fuertes e inteligentes y
todas las demás tribus les respetaban.
Varias veces al año el Consejo, formado por los hombres y mujeres más
sabios de cada tribu, se juntaban para hablar e intercambiar los
descubrimientos, compartir las preocupaciones, y buscar soluciones a los
problemas de unos u otros o de todos, porque algunas cosas que sucedían
les afectaban a todos por igual.
Pero en las reuniones no sólo se hablaba del presente y del futuro,
también había un tiempo, al principio de cada reunión, en la que un
representante de cada tribu recordaba los errores del pasado, un pasado
lleno de guerras, de egoísmo, de ignorancia, un pasado que casi les
lleva a la destrucción total, y que no querían olvidar porque todos
sabían que el tiempo es un todo, que el pasado condiciona el presente y
el presente construye el futuro.
Habían aprendido la lección, por eso ahora cuidaban lo más sagrado y
precioso que poseían, la unidad. La unidad entre las tribus, el respeto
a cada una, a sus costumbres, a sus creencias. La unidad con la tierra,
con los animales, con la vida que les rodeaba. Sabían que todos, tierra,
animales y hombres, formaban parte de una gran red y que sólo si se
cuidaba la red existiría futuro.
Y para que esa unidad se fortaleciese, varias veces al año las tribus,
al completo, se juntaban. Eran días que todos esperaban con ilusión. Fue
en uno de esos encuentros donde los jóvenes Sol y Luna se conocieron,
bueno, en realidad donde Sol descubrió a Luna porque ésta hacía tiempo
que le venía observando.
Pero cuando Sol la conoció quedó totalmente desconcertado. Era lo más
opuesto a lo que él siempre había conocido y sin embargo, no podía dejar
de mirarla. Veía como hablaba con unos y con otros, siempre estaba
sonriendo, alegre, desenfadada. Parecía que nada le incomodase o le
hiciese temer que se burlasen de ella. Le daba igual ganar que perder,
es más, parecía que cuando perdía algún juego se reía mucho más, como si
le divirtiera más que fueran otros los que ganaran. El, que cada vez que
participaba tenía la responsabilidad de vencer, de ser el número uno, de
demostrar su fuerza y valor por encima de los demás. El, que se sentía
prisionero de su posición, miraba con admiración y también con envida, a
aquella muchacha desenfadada y alocada que no hacía más que disfrutar.
Sol empezó a apuntarse a los juegos y actividades en las que sabía que
Luna participaría. Así pudo estar cerca de ella y de forma natural se
empezó a fraguar una amistad profunda entre ambos. Sol enseñó a Luna
muchas cosas, le enseñó a manejar las armas, a concentrar su mente, a
controlar su cuerpo. Luna, a cambio, le enseñó a disfrutar sin hacer
nada, a permanecer largos tiempos escuchando el murmullo del río, o el
canto de los pájaros. Le enseñó a cantar, a reír, a arriesgarse a entrar
en sitios del bosque donde nunca nadie antes había entrado. Y despertó
en él la necesidad de descubrir espacios nuevos, formas de vidas nuevas.
Un día Luna compartió con Sol su tesoro más preciado y le llevó al
bosque junto a su otra familia, los lobos. Le presentó a la pareja
sagrada y a sus descendientes, le enseñó sus costumbres, sus lugares de
caza y lo más preciado que tenían, sus cachorros. Sol quedó enamorado de
los Lobos, y cuando le preguntó a Luna por qué había tardado tanto
tiempo en llevarle, ésta sólo respondió: "porque aún no sabías jugar".
Luna y Sol fueron creciendo y todos se acostumbraron a verlos siempre
juntos.
Dice la Leyenda que desde que en el pasado Sol y Luna se unieron
abrieron el camino para que los opuestos puedan relacionarse, porque
todos tenemos a un Sol y a una Luna dentro de nosotros, y mientras no
unamos esas dos partes, nunca estaremos completos. ∆ |