
Un presidente de conferencia episcopal lo mismito opina
de las células madre que de la tregua de ETA que del partido del domingo.
Cualquier día nos los encontramos en la tele, invitados a programas rosa,
opinando sobre la vida y milagros de la farándula española. |
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NOVIEMBRE 2006

El limbo
POR CAROLINA FERNANDEZ
Ultimamente
nos sorprenden las noticias que llegan del Vaticano. Por ejemplo, ahora
están rescatando el interesante debate sobre la conveniencia o no de
mantener la existencia del limbo. Para eso han organizado una Comisión
Teológica Internacional, porque esta gente no debate así como así, sino sólo
con la gran pompa que exige el tratamiento de asuntos divinos. Pues la
Comisión se ha remangado y se ha propuesto responder a una importante
pregunta, de la que depende el futuro inmediato de la humanidad: ¿es
conveniente eliminar el limbo? Evidentemente sólo este puñado de doctos
señores pueden tomar decisiones sobre tal asunto, puesto que los mortales
normalitos no tenemos potestad para meter mano en asuntos divinos, ni abrir
y cerrar dependencias divinas a nuestro antojo. Pero a ellos dios les ha
bendecido, les ha dicho al oído que decidan ellos y les ha dado una
palmadita en el hombro.
Para poner al lector en antecedentes, hemos de explicar que el limbo no es
ese sitio al que uno se va cuando se queda delante de la tele en estado de
trance. No. Para eso tenemos una expresión más de aquí que es estar en
Babia, o en la luna, o en las pavías, que viene a decir más o menos lo
mismo. El limbo es ese lugar sin ubicación conocida al que van a parar los
pobres niños muertos que no han sido bautizados por la Iglesia Católica.
Sabemos que suena truculenta esta acumulación de fallecidos, pero debe
entenderse como un gesto de caridad por parte de la Iglesia: en vez de ir al
infierno de cabeza, que es lo que les tocaría si fuesen un poquito mayores,
la Iglesia con gran compasión por su parte los manda a un lugar donde van a
estar recluidos para toda la eternidad. Allí se les asegura una inexplicable
felicidad eterna, pero no gozarán del favor de Dios, es decir, son unos
parias por siempre jamás, eso sí, felices.
Pues bien. El limbo está en la cuerda floja. Por alguna razón que no ha
trascendido, no debe resultar conveniente mantener un lugar así, todo lleno
de niños incivilizados y salvajes (como cualquier instituto de secundaria,
de esos que últimamente parecen jaulas de fieras). Suponemos que debe estar
abarrotado, porque no habrán muerto niños sin recibir el agüilla santa en
dos mil y pico años. Y si lo cierran ¿qué harán con todas esas almas
manchadas con el pecado original? ¿Las dejarán libres así como así o crearán
otra institución en la parte de atrás del cielo para meter a los
indeseables? Dicen que el limbo es una creencia en crisis. ¿Cómo pueden
estar en crisis las cosas que se suponen que vienen "de arriba"? Una de dos,
o no vienen "de arriba", con lo cual habría que tomar represalias por la
tomadura de pelo y el coñazo de la amenaza constante a lo largo de muchos
años, o este dios suyo está a otra cosa.
Yo tengo otra teoría. Y es que vivimos en la era de las comunicaciones,
guste o no, y hay que apuntarse a ese carro. Traducido: hay que generar
noticias, sea como sea. El que no es noticia no existe. Y hay que decir que
la Iglesia no genera más que noticias negativas últimamente: curas que
violan niños, curas que violan monjas, curas que violan seminaristas, y así,
por eso hay que poner como sea discusiones de este tipo en el candelero
mediático, compitiendo con los partidos del domingo, la actualidad política,
la prensa del corazón y el mundial de Fórmula 1. Hay que generar noticias y
conseguir que la gente se interese. Claro que es tarea difícil en una
empresa que lleva veinte siglos sentada en un trono y jactándose de
custodiar con siete llaves un puñado de verdades inamovibles. Pero la
renovación es posible. De hecho, estamos viendo que este Benedicto conoce
las reglas del juego y está empeñado en que se hable de él. El truquillo de
los sombreros llamativos y los zapatos de lujo es de principiante, pero
sigue funcionando: le hace salir en las fotos. Ahora intenta poner otros
temas en el candelero. Quiere impulsar la confesión, que está en horas
bajas, y retomar la cuestión del pecado y la culpabilidad. Parece que no nos
sentimos lo suficientemente culpables, por lo tanto no acudimos a ellos para
redimirnos, por lo tanto están ociosos y se dedican a las innobles tareas
que antes comentábamos.
Lo estamos viendo en España. Les encantan las cámaras, los focos, salir en
la tele. Un presidente de conferencia episcopal lo mismito opina de las
células madre que de la tregua de ETA que del partido del domingo. Cualquier
día nos los encontramos en la tele, invitados a programas rosa, opinando
sobre la vida y milagros de la farándula española. Deberían digo yo
centrarse un poquito en lo suyo y apoyar a su jefe en lo del limbo, que
bastante difícil lo tiene
Yo por lo pronto me decanto: el limbo sí existe. Pero no están los muertos,
sino la mayoría de los vivos. ∆ |