¿Y QUIEN CUIDARA A LOS
ENFERMOS EN AFRICA?
Carlos Mediano(*)
Los medios de
comunicación nos recuerdan periódicamente la magnitud y la importancia
de los problemas de salud en el continente africano. A la multitud de
enfermedades infecciosas que asolan el continente, como la malaria, el
sida o la tuberculosis, debemos añadir una mortalidad materna e infantil
aún muy elevada. Si comparamos estos indicadores con los nuestros, las
diferencias que nos muestran son abismales. Por ejemplo, en España la
tasa de mortalidad infantil en el 2003 fue de 4 /1000 nacidos vivos,
mientras que la media en el Africa subsahariana es de 105/1000, 26 veces
más.
La comunidad
internacional ha buscado soluciones desde hace ya bastantes
años. Ha planteado muchas estrategias que se piensan, se desarrollan, y
no cumplen sus objetivos. Una de las últimas y más recientes, auspiciada
por la OMS y ONUSIDA, y con el beneplácito de los países más ricos, fue
la estrategia 3x5. Consistía en dar tratamiento a 3 millones de enfermos
de sida antes del 2005. El resultado es que apenas se ha llegado a 1'3
millones, menos de la mitad del resultado esperado.
¿Por qué no tienen
mejores resultados estas estrategias? El mayor problema es
sin duda la ausencia de cumplimiento de los compromisos por parte de los
países donantes. Pero además, debemos tener en cuenta otros problemas
relevantes. Para cumplir esos compromisos se plantea como eje
fundamental una fuerte inyección económica, sin tener presentes otros
aspectos que deberíamos tener en cuenta. Y el asunto de los recursos
humanos es un elemento clave dentro del funcionamiento de cualquier
sistema de salud.
La región africana es
la más afectada del mundo, ya que con el 10% de la población
mundial alberga el 63% de personas que viven con sida. |
medicusmundi lleva años planteando el
problema de los recursos humanos sanitarios en Africa, elemento que
permanentemente se olvida cuando se plantean las soluciones a los
problemas de salud en esa región. Porque en unos países con una carga de
enfermedad tan importante, existe un gran déficit de personal. En España
hay un médico cada 250-300 habitantes, y en Africa hay una media de un
médico cada 3000 personas. La gran carga de enfermedad y el escaso
número de personal capacitado es una combinación muy peligrosa, casi
letal, para los intereses de la salud de la población africana.
Sida y salud. La región africana es
la más afectada del mundo, ya que con el 10% de la población mundial
alberga el 63% de personas que viven con sida. En Botswana, un país
relativamente rico, se ha alcanzado una tasa de prevalencia del 38% de
los adultos. Ante la gravedad de esta situación, el gobierno de este
país decidió hace un par de años dar tratamiento antirretroviral a todo
paciente que lo necesitara, y puso los medios económicos necesarios. Sin
embargo, esta estrategia no tuvo los resultados esperados, porque les
faltaba el personal necesario para poder llevar a cabo esta iniciativa.
La "Joint Learning Iniciative" ha calculado que se necesita triplicar el
personal sanitario actual para poder luchar contra la extensión de la
epidemia de sida en Africa. Esto supone un millón más de trabajadores
sanitarios. Y eso sin contar el resto de problemas de salud de la zona.
Pero el problema de personal sanitario
no es debido exclusivamente a la escasez de personal. La calidad de la
formación es, a menudo, insuficiente para poder cubrir las necesidades
que demanda la población. Además, todos aquellos que hemos trabajado en
las zonas rurales de Africa nos hemos dado cuenta de que el personal
sanitario tiene que trabajar en condiciones bastante difíciles. Falta de
estructuras, medios y medicinas, salarios bajos, incluso con problemas
para el cobro regular de sus nóminas, falta de estímulos, sobrecarga de
trabajo y la falta de acceso a aspectos tan básicos como educación o
agua potable para su familia, son algunas de las características con las
que tienen que convivir el personal médico y de enfermería africano. No
es difícil entender que la mayor parte del personal sanitario se quede
en las grandes capitales, mientras que las zonas rurales se quedan
desabastecidas de personal, o con personal muy poco motivado para
desarrollar un trabajo adecuado. Esta situación de desequilibrio en el
reparto de personal se agrava al constatar que las carencias de personal
se dan también en aquellos que deben dirigir el sistema de salud. Hay
una falta clara de personal formado en planificación y gestión, lo cual
complica más la situación sanitaria y la capacidad del sistema para
rentabilizar sus recursos humanos.
¿Y qué hacemos los países más ricos ante este
problema? Es curioso, pero en vez de apoyar soluciones,
estamos agravando la situación debido a nuestra incapacidad de generar
suficiente personal para cubrir las necesidades de nuestros propios
sistemas sanitarios. Esta situación nos obliga a buscar personal en
otros países, a los que se les ofrece una situación laboral
infinitamente más ventajosa, sin pensar en las consecuencias que eso
tiene para los sistemas de salud de los países más pobres. La llamada a
una vida mejor no se hace esperar: 23.000 profesionales de salud
africanos dejan la región cada año. Y no es un problema menor. En
sistemas tan frágiles como los que hay en Africa, no solamente es un
problema que el personal emigre, sino que el coste que supone la
formación de ese personal es un gasto difícilmente sostenible para los
escasos recursos que se destinan al sector.
Aunque su problemática se esté planteando como
una de las grandes limitaciones para conseguir los Objetivos del
Milenio, no parece que se estén tomando medidas urgentes para modificar
en positivo la situación actual, ni por parte de los propios estados
africanos ni por parte de la comunidad internacional. Es momento de
acción y de reflexión, ya que es un proceso que, como todo proceso de
formación, debe ser largo y deberá ser flexible para irse acomodando a
las circunstancias del momento. Es necesario que para Africa se
establezcan, se impulsen y se prioricen políticas muy definidas en
cuanto a la formación y gestión de los recursos humanos en salud,
incorporando en este apartado no sólo a personal médico y de enfermería,
sino también a la denominada medicina tradicional y a los propios
gestores y planificadores. Estas políticas deberán venir determinadas
por las necesidades de salud de la población, y contar con el consenso
de todos aquellos agentes implicados, incluida la población receptora de
los cuidados. Con estas premisas, los estados y la cooperación
internacional deberán destinar más recursos a la salud. Por una parte
apoyando una formación de calidad y cantidad, y por otra, generando las
condiciones y medios necesarios que permitan al personal poder
desarrollar su trabajo adecuadamente. Y es que cuando se planifiquen
acciones de salud en Africa no debemos olvidar a la correa transmisora
que unen esas estrategias con la población: el personal de salud. ∆
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