La autora denunció la concepción
paternalista de la vida de las mujeres, recluidas en un hogar supuestamente
perfecto que, en realidad, encubría lo que ella denominó "confortable campo
de concentración". |
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MARZO 2006
BETTY FRIEDAN, IN MEMORIAN
POR ISABEL MENENDEZ
E l mes de febrero
es el más corto del año y suele ir acompañado de nieve y lluvia. De
hecho, si hiciéramos un seguimiento de las noticias elaboradas por los
periódicos y telediarios, es casi seguro que encontraríamos numerosas
referencias al invierno, los fríos polares, los pueblos incomunicados
por las nevadas o los problemas de circulación en las carreteras. Es uno
de esos temas cíclicos, que cada año ocupan los titulares como si fuera
una novedad exclusiva del presente. Mientras tanto, van sucediendo otras
pequeñas o grandes cosas que únicamente se producirán una vez. A pesar
de que deberían despertar más interés, por lo excepcional, lo paradójico
es que muchas de ellas pasan inadvertidas para la opinión pública.
Así ha sido con el fallecimiento de una importante mujer durante este
mes de febrero, muerte que ha sido casi invisible para los medios de
comunicación. El día de su 85 cumpleaños, en Washington, moría Betty
Friedan, una de las "madres" ideológicas del feminismo de la segunda
ola. Una colega que está estos días en Estados Unidos me explica que su
defunción ha sido empañada por los actos que se celebran en memoria de
otra ilustre fallecida, la viuda de Martin Luther King Jr., quien, ella
sí, estaría recibiendo honores que le negaron a su esposo en los
sesenta. La poca repercusión de la muerte de Betty Friedan, aunque en
parte se deba a la existencia de otra muerte célebre, también de una
mujer, demuestra que para los poderes públicos (incluyendo en ellos al
que suele denominarse como cuarto, esto es la prensa), los avances del
movimiento de liberación de las mujeres les son bien indiferentes. En
cuanto a España, es ciertamente vergonzoso que algunos periódicos ni
siquiera le hayan dedicado una necrológica, en línea con los
informativos televisivos, totalmente ajenos al hecho.
Friedan, en 1964, recibió el prestigioso premio Pulitzer por su trabajo
"La mística de la feminidad", libro fundamental para entender la
desigualdad de género. La autora denunciaba allí la concepción
paternalista de la vida de las mujeres, recluidas en un hogar
supuestamente perfecto que, en realidad, encubría lo que ella denominó
"confortable campo de concentración". A lo largo de las páginas de su
ensayo va explicando cómo el dominio y sometimiento femeninos son
producto de dos estructuras complementarias: el patriarcado, desde el
que se reduce la voluntad y autonomía femeninas, y el sistema económico,
interesado en reproducir un modelo de organización social concreto. Su
teorización del "problema que no tiene nombre" abrió la puerta a la
reflexión sobre lo que algunas autoras llaman "patriarcado de
consentimiento", esto es, las opciones vitales que las mujeres eligen,
desde una supuesta autonomía y libertad. Si sólo hubiera escrito ese
libro seguiría siendo una autora imprescindible pero el hecho es que con
esa obra únicamente comenzaba lo que sería una fecunda carrera
intelectual.
Durante el resto de su vida se dedicó a profundizar en los temas que
introdujo allí, interesándose por la autonomía económica de las mujeres,
único elemento capaz de favorecer una igualdad real entre éstas y los
varones. Por eso, su actividad académica se orientó hacia las
universidades y escuelas de negocios y administración, en las que
impartía conferencias sobre el pensamiento económico y las mujeres. Por
extensión, una de sus preocupaciones tenía que ver con el reparto de
tareas y con la reordenación de los horarios laborales, es decir, los
temas que están ahora sobre la mesa en la mayoría de países europeos,
incluyendo el nuestro. Para ella, la revolución pendiente se encuentra
en el campo de los cuidados familiares. Ojalá que su pensamiento no
llegue a velarse, tal y como ha ocurrido con su desaparición. ∆ |